Nociones de buen gobierno

Ramón Guillermo Aveledo

 

La gravísima situación venezolana, esa que amerita soluciones prontas y quiera Dios las menos traumáticas posibles, más que a su obvio componente de una ideología equivocada, se debe a violaciones básicas al sentido común, lógicamente coincidentes con el conocimiento acumulado por la ciencia y el arte del gobierno.

En nuestro país, el cambio político y cambio de políticas, ambos necesarios como cualquiera se da cuenta, a menos que lo domine su interés en ignorarlo, vendrán de la mano de un cambio de gobernanza. Esto es, nuevos procederes en instituciones y reglas así como en interacciones y acuerdos entre gobernantes y gobernados para generar oportunidades y solucionar problemas. Chirif, antropólogo peruano, estudioso del tema, lo resume en un “estilo de funcionamiento de la sociedad”, suma de gobierno y confianza.

En democracia hay, por lo menos, dos datos imprescindibles. Uno es la pluralidad natural de la sociedad. Pluralidades sociales, económica, política, religiosa, ideológica. Otro es la libertad con la cual estas expresiones de diversidad se manifiestan, interactúan y tratan de influir en la orientación del colectivo societario. Esos dos datos no los introduzco en la conversación como información neutra de valoración opcional. Son exigencias de la realidad. Ignorarlas no servirá de nada y, al contrario, sólo traerá más problemas.

La renovada gobernabilidad democrática venezolana deberá comprender a su vez que en su funcionamiento se presentarán desacuerdos y serán necesarios acuerdos. Si algo debe diferenciar el tiempo que viene del presente es evitar repetir los errores que nos han traído hasta aquí. Hay que ganar en aptitud para generar consensos duraderos y eficaces. Eficacia que se traduce en resultados, en productividad, política, social y económica. Porque son los resultados los criterios sensatos de evaluación del progreso de un país.

Pero, como hemos anotado arriba, también sabemos que habrá disensos. La sabiduría de una democracia está en establecer modos equilibrados, razonables, justos de manejar esos disensos, procesarlos para poder avanzar hacia los propósitos comunes.

Ninguno de nosotros, joven o viejo, civil o militar, político o miembro de la sociedad civil, izquierdista, derechista o centrista, se las sabe todas. Pero entre todos, podremos equivocarnos menos y acertar más. De eso trata el buen gobierno.

 

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