El obispo Mario Moronta, hizo público a través de un audio, que este año no habrá peregrinación del Santo Cristo de La Grita, debido a la situación vigente de la pandemia, “sé que muchas personas están decididas a ir, pero la recomendación es que permanezcamos más bien, en nuestros hogares”, sostuvo el prelado tachirense.
En tal sentido señaló, que la celebración eucarística se realizará de manera privada, “es importante que sí intensifiquemos nuestra oración … el próximo 6 a la 7 de la mañana se tendrá la celebración del Santo Cristo de La Grita, para ese día espero también poder dar un mensaje estilo homilía para que todos lo puedan conocer”, sostuvo el obispo.
Durante este 6 de agosto día central del patrono del Táchira, señaló monseñor Mario Moronta que se mantendrá a las puertas del templo que guarda la imagen del Santo Cristo, su esfinge, pero se permitirá solo caminería, no concentraciones.
“Intensifiquemos nuestra atención, nuestro cuidado y nuestras medidas de prevención, el Santo Cristo de la Grita es nuestro patrono, nos sostiene y estamos seguros que muy pronto, con su ayuda pero con la colaboración de todos podremos salir de esta pandemia. Les bendice saluda y anima a seguir siendo centrada en el Cristo del rostro sereno”, señaló Moronta.
Su historia
Los inicios de esta historia del Santo Cristo de la Grita, protector del Táchira, provienen de 1610.
Todo inició tras el terremoto que destruyó la ciudad de La Grita, los frailes franciscanos tuvieron que trasladarse a un campo llamado Tadea. Iba entre ellos un escultor que se distingue por su piedad que por sus dotes artístico.
Fray Francisco, aterrorizado con el terremoto que en pocos instantes redujo a polvo la población gritense, ofreció hacer una imagen del crucificado, para rendir culto especial y consagrarle la nueva ciudad.
Trazó en un gran tronco de cedro la imagen divina, tomó el hacha y la azuela y comenzó a trabajar.
Obtuvo con sus manos talladoras una figura humana, pero no tenía los lineamientos característicos del Cristo moribundo.
Pasaban días y días y Fray Francisco no podía interpretar que expresión sublime.
Una tarde, después de suspender los trabajos, se puso en oración: un éxtasis profundo cuando se levantaba y cuando volvía a estar en sí, ya altas horas de la noche, oye que en la pieza de su trabajo golpeaba los formones y el raedor pasaba por las cosas fibras de la madera.
Se acercó y algo así como una figura humana envuelta en una ráfaga de luz, salió por la puerta, encandilándole los ojos. Le contó a sus hermanos y con los primeros albores del día, después de la oración matinal, se dirigió a todo el lugar donde estaba la imagen y la terminó.
Fray Francisco lloró entonces de emoción. En esa vida, las características eran los rasgos que él había concebido y que le era imposible expresar. Esa imagen es el Santo Cristo de La Grita, cuyos portetosos milagros se completan en tal sentido cuando se trata de una narración y cuya hechura se atribuye en parte a un ángel del Cielo.