«No pongas flores a mi hija porque la voy a encontrar viva»

Kremenchuk (Ucrania), 29 jun (EFE).- Lyudmila sostiene con una mano temblorosa el móvil en el que muestra la foto de su hija, Tatiana, una chica de 22 años que trabajaba en el centro comercial de Kremenchuk atacado con un misil ruso el lunes. No sabe nada de ella desde entonces y su angustia, como la del resto de familiares de los 21 desaparecidos, aumenta cada hora.

Lyudmila, de 55 años, aguarda una respuesta en un banco situado a escasa distancia del memorial con flores surgido cerca del lugar de la tragedia. Allí acuden muchos ciudadanos emocionados hasta las lágrimas para rendir homenaje a las víctimas.

Junto a las flores hay muchos peluches, que en Ucrania se han convertido en un símbolo de las víctimas inocentes de las guerra.

18 MUERTOS Y 8 FRAGMENTOS DE CUERPOS

Hasta el momento la cifra oficial de fallecidos es de 18, y, además, se han encontrado fragmentos de ocho cuerpos, su estado es tan malo que es imposible reconocerlos ni saber si son de personas distintas a la espera de las pruebas de ADN. Cuatro heridos siguen en cuidados intensivos.

Muchos ciudadanos depositan flores o peluches, encienden una vela y después se santiguan y rezan durante unos segundos ante el pequeño santuario. En la pequeña ciudad de Kremenchuk, que antes de la guerra tenía unos 220.000 habitantes, casi todo el mundo conoce a alguien afectado por el ataque.

Lyudmila, entretanto, se aferra a la esperanza, que en este caso es su móvil, en el que espera recibir una llamada de la policía diciéndole que su hija está viva. En las últimas horas ha recorrido todos los hospitales y funerarias de los alrededores.

Esa espera está cargada de angustia, hasta tal punto que cuando ve a su cuñada acercarse con un ramo de margaritas amarillas no puede contenerse y le grita: «No pongas esas flores en el memorial porque a mi hija la voy a encontrar viva».

 

Lyudmila relata a Efe que su marido, Volodímir, entregó una muestra de ADN para posibles identificaciones, pero confía en que esté viva. Lo dice conteniendo las lágrimas. Y agrega: «Ojalá las madres rusas comprendieran el dolor que se siente en una situación así».

Tatiana, su hija, era dependienta en una tienda de accesorios para móviles. Una amiga suya, Yulia, le propuso salir cuando sonó la alarma antiaérea pero ella prefirió aprovechar ese tiempo para ir al lavabo.

Yulia está hospitalizada con quemaduras pero ha salvado la vida, Tatiana se encuentra desaparecida desde el lunes. El personal médico del hospital de Kremenchuk aseguró ayer que no contaban con pruebas de ADN y que las muestras debían mandarse a otras ciudades y el proceso podría durar cierto tiempo.

El misil impactó a las 15.52, después de que sonara una alarma antiaérea y la mayor parte de la gente en el centro saliese a la calle. Dentro quedaron los empleados de las tiendas y el personal de seguridad, que son la mayoría de las víctimas.

Lyudmila lamenta que su hija no le hiciera caso: «A las 14.00 sonó una primera alarma y le dije que saliera porque en los últimos días hubo muchos ataques con misiles en toda Ucrania. Ella me dijo que no pasaba nada, que todo iba bien».

El centro de la ciudad de Kremenchuk nunca había sido atacado hasta ahora, sólo una refinería y algún complejo industrial a las afueras. La vida parecía segura en Kremenchuk. Pero entonces impactó un misil de crucero de 900 kilos en ese popular espacio de ocio.

El ministro del Interior de Ucrania, Denys Monastyrskiy, ya ha descartado que puedan encontrarse más supervivientes. Las ruinas del centro comercial, absolutamente destruido, no dan tampoco muchas esperanzas. Pero Lyudmila no se rinde.

«Ayer rescataron con vida a dos chicas de la edad de mi hija de los escombros. Fui al hospital pero ninguna era ella», explica.

En las últimas horas las cifras de muertos y desaparecidos no se han movido pero se sabe que los equipos de rescate han encontrado ocho partes de cuerpos, en tan mal estado, tan carbonizados por la potencia de la explosión, que es imposible reconocerlos sin una prueba de ADN.

Lyudmila se siente indignada con las «mentiras» del ministro de Exteriores de Rusia, Sergéi Lavrov, que ha sostenido que el centro estaba vacío y que allí no impactó un misil. Amstor era una espacio de ocio muy conocido y popular en la ciudad, y estaba abierto el día del impacto.

«No entiendo cómo pueden mentir de esa manera. Mi hija estaba dentro, muchos trabajadores estaban dentro, yo los conozco. ¿Por qué hacen esto?», critica aguantando las lágrimas.

«Nos llaman nazis por ser ucraniano y al mismo tiempo nos matan como hacían los nazis. Putin, Lavrov, son todos unos criminales», concluye con ira.

Luis Lidón, enviado especial

 

 

 

 

 

 

 

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