¡Tú no estás solo: Dios está contigo!

¿Te sientes solo en la pareja, en el matrimonio o en la vejez?

Gabriele, la profetisa de Dios, nos enseña cómo dar los pasos que conducen a una felicidad verdadera y permanente. ¡Tú no estás solo: Dios está contigo!

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Esta persona, es decir, su alma, está en deuda con las tinieblas, que la tienen ahora totalmente atrapada. Y: “de los espíritus que un día llamé, ahora ya ni me puedo liberar”.

Tras la muerte física de esta persona, su alma permanece comprometida con los campos energéticos demoníacos, lo que significa que la energía satánica, que solo fue un préstamo, será de nuevo reclamada en otra encarnación, en una existencia humana posterior.

En la nueva existencia terrenal esa persona realizará, por ejemplo, el trabajo de esclavo que él, cuando era rico, obligó a hacer a sus semejantes, o estará bajo el dominio de una persona que ocupa una posición social elevada, o esa alma tendrá que volver incluso a encarnarse al servicio de las fuerzas de las tinieblas y cumplir en la Tierra una misión demoníaca.

Los papeles han cambiado. Quien sirve a aquel que domina al mundo, alguna vez será el perdedor. Las fuerzas contrarias a las leyes divinas exigen que se les devuelva la energía prestada, pues la existencia del adversario de Dios está limitada a una determinada cantidad de energía de la Caída, es decir, que ellas dependen de esta energía.

Jesús dijo: “Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero”. Jesús dijo breve y terminantemente: “El que no está conmigo, está contra Mí”.

¿Por qué no interviene Dios?

La energía de la Caída está orientada a tomar y está limitada a un volumen determinado; al contrario, la fuerza de Dios es inagotable y eternamente donante; es la vida sin límites que perdura eternamente. La vida es Dios y Dios es amor donante e impersonal, es la unidad y la libertad.

Muchas personas tienen el punto de vista de que Dios, el Eterno, tendría que mostrarse a los seres humanos o, por lo menos, intervenir en este mundo para destruir lo malo; pero si Dios destruyera lo malo sería un Dios guerrero, y no el amor que une. Y si Dios interviniera destruyendo, ¿cómo le iría a la mayoría de las personas? Preguntémonos: ¿quién no tiene culpa del caos, del desastre de este mundo, aunque solo sea a causa de sus acciones en pensamientos negativos? ¿Quién puede decir de sí mismo que únicamente forma parte de los buenos, a los que Él, Dios, podría atraer a Su lado, si se toma en cuenta que durante muchos siglos, en lugar de aspirar a la perfección, uno se guió por el sugestivo y efectivo axioma que dice: nosotros los hombres no somos más que pecadores? ¿Qué sería de la mayoría de las personas, si Dios combatiera y destruyera lo malo? ¿Dónde se encontraría usted, estimado lector: a la derecha o a la izquierda de Dios? ¿Quién ha convertido a este mundo en lo que es hoy? ¿Ha sido Dios, el Eterno, o no han sido más bien los hombres? ¿No tiene cada persona una parte de culpa en el estado fatal, prácticamente desolador, de este mundo?


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