Se va el año 2020, que ha sido extremadamente difícil. A la gravísima crisis humanitaria se añadió la pandemia del covid 19 que en Venezuela la mayoría debe enfrentar sin agua, sin comida, sin gas ni gasolina, sin dinero. Las Elecciones y la Consulta evidenciaron la división y sobre todo el cansancio y desinterés de un pueblo que, agobiado por tanto sufrimiento, ha perdido la fe en los políticos y en la política, que se ha alejado de ellos y se muestra incapaz de resolver los problemas. ¿Serán los políticos capaces de escuchar el silencio de las mayorías o seguirán sordos escuchándose sólo ellos mismos y escuchando a los que piensan como ellos, es decir, sin escuchar?
Estamos en Navidad. La crisis que vivimos le ha quitado el brillo de otros años. Pero la crisis nos puede acercar al verdadero espíritu de la primera navidad donde, sobre la pobreza extrema, la carencia de todo y la marginalidad más absoluta, brilló la luz del amor, la esperanza y una alegría nueva que inundó los corazones de los pobres. Por ello, a pesar de los problemas y las preocupaciones que nos atormentan, debemos tener el coraje de cultivar la alegría. Una alegría tenaz que nace del compromiso y de la entrega, alegría que no se rinde y busca abrirle a la vida caminos nuevos.
El evangelio es de una dulzura y sencillez increíbles. Jesús nace entre nosotros para traernos la Buena Noticia de un Dios Padre-Madre que nos ama entrañablemente y quiere que vivamos como hermanos. Jesús, el poeta de la misericordia, la alegría de los pobres, nos vino a traer la libertad y el amor. Entre tantas malas noticias que leemos o escuchamos todos los días, esta es una extraordinaria Buena Noticia, que debe robustecer nuestra esperanza. A pesar de los problemas, Jesús sigue naciendo entre nosotros y nos convoca en su callado silencio de niño frágil y desvalido a renacer a una vida nueva de compromiso por la paz y la justicia, superar los desencuentros y cultivar el cariño, la reconciliación y el perdón.
Estos días son propicios para decidirnos a trabajar con más coraje por una Venezuela próspera y justa donde todos podamos vivir con dignidad. Jesús nos enseñó con su palabra y con su vida, que la no-violencia, la ternura, la humildad, el amor y el perdón son los únicos caminos válidos para construir una sociedad justa y fraternal. Por ello, la Navidad debe ser un tiempo para abrir nuestro corazón a todos, para reconciliarnos con aquellos que hemos alejado de nosotros y les negamos cariño y comprensión, para trabajar creativamente por dirigir la política a la solución de los problemas.
Navidad: tiempo para renacer a una vida nueva; para revisar nuestras ideas y conducta a la luz de la humildad y ternura del pesebre y reflexionar con sinceridad y coraje si somos seguidores del Dios humilde, tierno y amoroso, o más bien seguimos a los prepotentes, egoístas y violentos. Para preguntarnos si somos sembradores de encuentro, paz y hermandad, o sembradores de división, violencia e intolerancia. Para aclararnos si nuestra conducta celebra a Jesús o a Herodes, que buscó al Niño para matarlo e impedir su proyecto de amor. Herodes obligó a José y María a huir y emigrar para salvar la vida del Niño. Que nuestra conducta se aboque a trabajar por una Venezuela donde nadie tenga que abandonarla y puedan volver pronto los millones que salieron de ella huyendo de la miseria.
@pesclarin
www.antonioperezesclarin.com