Son sorprendentes las iniciativas, virtudes y esfuerzos que se pueden encontrar en Trujillo, sobre todo en esta época decembrina, donde el espíritu navideño de su gentilicio se puede dilucidar entre adornos, luces y pesebres con los cuales ha logrado hacerse conocer en el resto del país.
Como el caso del Pesebre de la parroquia San Jacinto, construido año tras año desde 1958, por propia iniciativa del padre Juan Francisco Hernández González, quien nació en la isla de Palermo en la provincia de Tenerife, Islas Canarias, España.
Desde el 1 de septiembre de 1954 fue enviado a nuestro país, comenzando su actividad pública con unas conferencias de matrimonio que dictó en la Catedral de Trujillo. Y no fue hasta el primero de diciembre de 1958 cuando se hizo cargo de la parroquia San Jacinto, donde permaneció por más de 40 años.
La Navidad tenía un significado extraordinario para el padre Hernández, por ser la celebra el nacimiento de Jesús, nuestro Señor, el hijo de Dios hecho hombre, que nace de la Virgen María y que tiene como padre adoptivo a un humilde carpintero, San José.
Con el mismo sentimiento en que la Iglesia celebra la Navidad, la familia tiende a festejar celebrado en unión familiar, dando una lección de moral, humildad y sencillez.
Con el padre Juan Francisco Hernández la tradición siembre se mantuvo activa, la cultivaba y la hacía florecer, como en el caso de nuestros campos, donde todavía construyen pesebres, al igual que la ciudad, donde en la inmensa mayoría de casas, la gente continúa con la tradición de realizar el Nacimiento.
No obstante, lo que realmente se está perdiendo es el ambiente cristiano de las fiestas; el cual se ha ido materializando a pasos agigantados.
La representatividad
La representatividad del pesebre en los hogares cristianos es la estampa navideña donde los fieles tienen que recordar el nacimiento del Niño Jesús, para luego sacar de allí una lección práctica para llevar a la vida, si solo nos quedamos con el pesebre no sirve, porque no queda nada.
El pesebre tiene que inducir a la gente a vivir de un modo distinto, más humano, más caritativo, sencillo, más pobre, menos apegado a las cosas materiales de aquí abajo, buscando las cosas de arriba.
El padre Hernández hizo famosa a su parroquia por la extensión, magnitud y belleza del Nacimiento que año tras año desde 1958 se construyó en su parroquia.
Este pesebre San Jacinto se convirtió en un Patrimonio Cultural Tangible de la trujillanidad.
Su historia
La vocación por la cual todos los años, siglos tras siglos, en los distintos hogares construimos pesebres, se la debemos a San Francisco de Asís (siglo XIII).
La construcción del Pesebre en la parroquia San Jacinto del municipio Trujillo a partir del 24 de diciembre de 1958, época que desde entonces comenzó a asentar en una especie de diario todo lo que realizaba, según relató a Diario de Los Andes en una entrevista concedida a finales delos años 90.
El 24-12-58 escribió: «Construí el primer Pesebre para ayudar a los fieles a sentir más la Navidad del Señor, y para dar más solidaridad a la antigua tradición del Pesebre en la ciudad de Trujillo. Medía nueve metros de largo por cinco de profundidad. El pueblo y visitantes lo agradecieron».
Por lo que comenzó a hacer rifas y solicitar contribuciones para ir adquiriendo las figuras para el próximo año.
Y desde entonces continuó con el mismo fervor, espiritualidad, tenacidad e inquietud para el momento en que tienen que armar nuevamente el Pesebre.
Cuando 60 años de haber realizado su primer Pesebre, es grato recordarlo, reconocer la labor que realizó y lo que logró captar a favor de la ciudad capital. Quienes solían acercarse hasta Trujillo en esta época decembrina quedaban encantados al conocer el inmenso y maravilloso Pesebre de la parroquia San Jacinto; el cual se logró mantener por más de 40 años gracias al espíritu del padre Hernández.
Los miembros de la parroquia serán quienes colaboran con el padre para montar el Pesebre; gente que por iniciativa propia y alma de colaboradores se ofrecen a ayudarle.
El referido pesebre se iluminaba por reflectores de todos colores, y se ambientaba con música navideña que le daba más espiritualidad al mismo.
El colorido presentado por el papel utilizado, era de una gran magnitud, además que el padre Juan Francisco le supo dar uso a todo tipo de materiales como al cartón piedra, el hierro, la madera, entre otros.
Por otro lado, y como es costumbre, trabajaba con abundante musgo, con diversas figuras de pastores, con puestas de Sol y plantas criollas; las cuales impregnaban el verdor de la naturaleza.
Las casas del Nacimiento se construían gracias a las manos laborosas de los habitantes de la parroquia, quienes las realizaban de bahareque, de barro; tal cual eran la casa de antaño.
Largas colas abundan en San Jacinto una vez terminado el Pesebre; personas de todas partes del estado Trujillo y de Venezuela llegaban a conocerlo.
Cuando las cosas en verdad son hechas con amor, son bellas, como el Pesebre, siempre transmite algo bueno y positivo, llega con mayor facilidad a la gente, es algo que el artista transmite con su obra lo que lleva por dentro, y en el caso del padre Juan Francisco, fue un artista que dentro de sí tenía una gran espiritualidad y mucha sensibilidad pro el ser humano, eso lo traducía con cada armazón de su pesebre.
Una obra de arte
Para el profesor e historiador, Alí Medina Machado, que la obra del padre Hernández con el pesebre se mejoraba y tomaba nuevas dimensiones a con el trascurrir del tiempo: “Desde siempre, el pesebre de San Jacinto fue y es una obra de arte. Pero podemos decir que se perfeccionaba con el tiempo. Y el Padre Hernández consciente y feliz por su obra, se esmeraba en hacerlo mejor cada año, más vistoso y glorioso en búsqueda no sólo de cumplir con el ritual, sino de magnificar el significado religioso de aquel hecho de la Iglesia, manifestado en tan hermosa pieza de arte, entre lo propiamente plástico y la artesanía, por el imaginario, por el cromatismo, por los volúmenes y por la densidad afectiva desprendida de su entorno total.
El Pesebre de la Iglesia de San Jacinto ha sido en este largo tiempo, una oración devota por el Niño Jesús, una revelación de amor por sus hacedores, por ese grueso grupo familiar parroquial hermanado, teniendo como centro director al padre Hernández. Es el devocionario de hombres y mujeres participativos; nombres y apellidos familiares del lugar, todos a una poniendo sus ideas y sus manos en una construcción impecable y trascendente; efímera si, e interrumpida por la necesidad de desarmar el monumento; pero quedada todo el resto del año como un imaginario subyacente en la moral social pueblerina” (Repertorio Trujillano).
Amor y bondad
El padre Juan Francisco transmitía a todas las familias trujillanas alegría, bondad, amor, exhortan a vivir en familia, que permanecieran unidos, que no se deterioren, que se mantuviese fuerte muy por encima de los problemas, para él eso era fundamental para mantener a la sociedad como familia, y el pesebre de San Jacinto lograba ese objetivo.