Las borrascas que azotan a la nación venezolana vienen de vientos sembrados a lo largo de muchos
años, desde el relato de la Tierra de Gracia» de Cristóbal Colón que nos creímos, pasando por el
cuento del Dorado fundacional que devino en el delirio áureo que hoy continúa con inusitada fuerza,
incluyendo el oro negro, pasando por la herencia heroica de las charreteras independentistas que
sepultó el nacimiento cívico y republicano de nuestro Estado nacional, y por el karma de la corrupción que
determina que se llega al poder no para servir sino para ser servido. Hay más vientos que explican las
borrascas: el centralismo, la debilidad de la comunidad cívica, la cultura del «bochinche» señalado por
Miranda, la «cultura de superficie» por Mario Briceño Iragorry y vaya usted agregando las que considere.
Pero estas tempestades tan largas y violentas no pueden pasar en vano. Tenemos que haber aprendido
la lección histórica, pero también la que nos dan los pueblos exitosos que sin tantos recursos y sin la
dilatada historia nuestra, modestamente han logrado elevados niveles de bienestar.
El desafío parte por tomar conciencia de saber quiénes somos y qué queremos. Y de los relatos que
nos trajeron a esta tragedia colectiva, para implantar los nuevos relatos del trabajo, la disciplina, el esfuerzo
y la honestidad. Frente a la dictadura, la corrupción, la violencia y la muerte nuestra respuesta tiene que ser
la democracia, la virtud, la paz y la libertad.
Implantar la nueva utopía contra corriente: al estatismo, la opresión, el saqueo y la muerte tenemos
que oponer la utopía del respeto al ciudadano, la sociedad, el derecho y la vida. A la utopía castrense,
mala hija de la Independencia, oponer la utopía civilista y republicana que tanto promovieron Bolívar,
Sucre, Simón Rodríguez, Juan Germán Roscio, Cristóbal Mendoza y muchos otros.
El año 2019 debe iniciarse con el lenguaje de los nuevos tiempos. Por obra y gracia de estas desgracias
los venezolanos nos encontraremos por los caminos de la creatividad y de los valores ancestrales que
tienen que ver con la identidad, la familia, el lugar, el trabajo. Vamos a sobreponernos a las desgracias y
encontrar la solución por los caminos innovadores que corresponden a este «pequeño género humano» que
somos y Bolívar anotaba con claridad.
Venezuela se saltó los primeros 20 años del nuevo milenio, como se saltó el siglo XX hasta el año 1935, a
decir de Mariano Picón Salas. Entremos pues en el año 2019 al siglo XXI, el del inicio del desarrollo humano
sostenible.