“Su nombre era garantía de respeto y referencia para toda Venezuela”, así reseñó el diario El Espectador de Bogotá, Colombia, a las 4:28 minutos de la tarde del 11 de marzo del 2013, la inesperada y repentina muerte del Dr. Simón Alberto Consalvi, un venezolano de excepción, maestro del periodismo, escritor de fina pluma y ciudadano cabal.
Lamentablemente vivimos en el país de la desmemoria, quienes del común de la gente recuerdan que hace un año se conmemoró el centenario del Dr. Domingo Alberto Rangel y ya nadie habla de ese tovareño trascendente que casi todos los días le hablaba al país a través de sus artículos de prensa; menos aún que estamos en el año centenario del general Héctor Bencomo Barrios (Tovar, 15 de julio 1924), el último edecán del Libertador y lo mismo ocurre con el Dr. Simón Alberto Consalvi, quienes ahora leen El Nacional en digital, ya se olvidaron de su columna de los domingos y sus editoriales. Por supuesto que esa es una ley inexorable en la vida de los grandes hombres. Es que en Venezuela y en Tovar la desmemoria y la despreocupación de los gobernantes terminarán por dejarnos a la intemperie. Pareciera que el pasado hay que desaparecerlo y que sólo sirve lo nuevo por muy malo que sea.
En Simón Alberto Consalvi (Santa Cruz de Mora, 1927 – Caracas, 2013), ocurrió todo lo contrario, su vida fue una constante preocupación por recordarnos a los prohombres de nuestra nacionalidad, su espacio vital estuvo limitado entre los personajes y las biografías que va escribiendo: Gonzalo Picón Febres, Rómulo Gallegos, Pedro Manuel Arcaya, Rafael Seijas, Grover Cleveland, Pedro León Zapata, Alejo Fortique, Rómulo Betancourt, Pedro Emilio Coll, Urbaneja Achelpol, Carlos César Dominici, Ramón J. Velásquez, Caracciolo Parra Pérez, Víctor Haya de la Torre, Manuel Pérez Guerrero, Andrés Eloy Blanco, Alberto Adriani y Santos Michelena. En ellas devela los personajes, porque conoce de sus momentos políticos. Destacan entre sus biografías la de don Mariano Picón Salas “Profecía de la Palabra”, desconocida por los merideños y la del presidente George Washington “El Libertador George Washington” a la espera de ser traducida al inglés.
En una oportunidad afirmó el Dr. Simón Alberto Consalvi: “…el hombre que duda… escribo o no escribo, probablemente asumí este riesgo. Si escribo puedo equivocarme… si callo puedo perder la oportunidad de decir algo original…” Riesgo que asumió con talento y originalidad, ahora con orgullo los merideños podemos hablar de los Libros del Canciller. Sin lugar a dudas SAC fue un hombre de una gran cultura, como pocos políticos de los últimos tiempos. Los de ahora deslumbran por su ignorancia, deshonestidad y falta de criterio. Hasta el punto que el peor de los cancilleres es el gendarme innecesario.
El afán de SAC por la cultura y las letras no tiene parangón en la historia venezolana, eso está demostrado en sus actuaciones cuando dirigió el Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes (INCIBA) y la Oficina Central de Información (OCI), donde destacó por ser el creador de la revista Imagen, de Monte Ávila Editores; de la Biblioteca Ayacucho y de la Biblioteca Biográfica Venezolana de El Nacional, que dirigió hasta su muerte. Todo esto lo hizo acreedor al reconocimiento público cuando en 1997 es designado como Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia, donde también se dedicó a robustecer su departamento de publicaciones.
SAC ejerció como el tercer canciller del primer gobierno de CAP y el segundo canciller del gobierno de Lusinchi, en momentos estelares cuando Venezuela jugo un papel preponderante en la geopolítica de la región y del mundo. Aunque muchos ya no lo recuerden, su actuación cuando el incidente de la corbeta Caldas fue muy notable desde todo punto de vista, demostrando sus grandes cualidades diplomáticas al lograr articular entre la Presidencia de la República, la Cancillería y las Fuerzas Armadas la respuesta y solución pacífica a un posible conflicto.
Quisiera compartir dos anécdotas contadas por Hugo Álvarez Pifano, que muestran el lado humano y recto proceder de SAC: “En ocasión en que se desempeñaba como Representante Permanente de Venezuela ante la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York, Simón Alberto organizó un acto social en su residencia, entre los invitados se encontraba presente el General Fernando Paredes Bello, a la sazón Comandante General de la Fuerza Aérea, quien gozaba de la fama de ser dentro de la Fuerza Armada el oficial más condecorado. En efecto, esa noche lucía sobre su pecho una abigarrada constelación de condecoraciones de todo tipo, tamaño y formas. En un cierto momento de la velada alguien sugirió hacer un brindis con champaña, rápidamente los camareros retiraron de la vitrina un conjunto de copas de plata que formaban parte de la vajilla de la embajada y las colocaron en una charola. Acto seguido el portador de la bandeja dio un traspié y todas las copas cayeron sobre el piso con un gran estrépito. En la sala se hizo un profundo silencio, todos los presentes quedamos consternados pues no sabíamos cuál era la causa de ese ruido de metales tan ensordecedor, entonces el Embajador Consalvi se puso de pie y con una sonrisa exclamó: ¡Ah, caramba! Parece que se cayó el General Paredes Bello”.
La otra es la siguiente: “Seis días después de la fecha de presentación de las cartas credenciales de Hugo Álvarez Pifano como Embajador de Venezuela en Guyana, recibió una llamada telefónica de la persona que lo precedió en el cargo, el embajador Enrique Peinado Barrios, quien le dijo: -embajador Álvarez Pifano lo estoy llamando porque necesito que usted me ayude a mantener una promesa. Como es de su conocimiento yo formé en el Instituto de Cultura y Cooperación venezolano-guyanés una biblioteca, una tarea de varios años. Pues bien usted deberá inaugurar esa biblioteca el mes próximo. Ahora bien, yo prometí al Sr. Luis Alfaro Ucero que esa biblioteca llevaría su nombre. Yo espero que usted proceda a inaugurar la biblioteca con ese nombre. De seguidas le respondí Álvarez Pifano: -Embajador yo lo siento mucho pero no puedo hacer eso, yo no tengo instrucciones de la Cancillería para proceder en ese sentido. A lo que me respondió: -Eso ya está acordado entre Luis Alfaro Ucero y yo, si no procedes de este modo, aténgase a las consecuencias. Luis Alfaro Ucero, era a la sazón el Secretario de Organización del partido Acción Democrática y uno de los hombres más influyentes dentro del gobierno. Álvarez Pifano decidió llamar al Canciller Consalvi y contarle la conversación con Enrique Peinado Barrios. La respuesta del Canciller Consalvi fue una sonora carcajada y le dijo: -Nunca pensé que la adulancia llegara a esos extremos, eso parece más bien una patología aguda, yo conozco a Alfaro Ucero, ese hombre no está interesado en eso. Entonces le preguntó Álvarez Pifano: ¿Puedo estar tranquilo de que no tomará represalias porque no le pongo a la biblioteca su nombre? A lo que me respondió: -Te voy a aclarar las ideas, quien te va a botar de la Cancillería soy yo, si tú le pones ese nombre que te sugirió Peinado Barrios a la biblioteca. -Y si le pongo Biblioteca Simón Alberto Consalvi. – Caramba, parece que la patología es contagiosa, pues te boto más rápido, tú a mí no me hecha esa vaina. Soltó una reconfortante carcajada y dio por terminada la conversación” Sólo me gustaría agregar, si eso fuese ahora ¿qué sucedería?, cuando queremos cambiarle los nombres a todo y a todos que huelan al pasado por malandros convertidos en héroes de papel por la revolución.
El Dr. Simón Alberto Consalvi perteneció a esa rara especie ya en extinción de servidores públicos de hacer creativo, verticalidad absoluta en sus ejecutorias y honestidad comprobada, por eso sus reflexiones fueron lapidarias: “Los políticos no son santos y tratan siempre de arrimar la sardina. Pero en política la mentira salta a la cara. La demagogia es un arma de doble filo, da con generosidad y quita para siempre cuando se miente y se hace uso (in) discrecional de sus recursos. Se puede ser un gran demagogo, pero manteniéndose dentro de la verdad y no pensando que la demagogia permite multiplicar los panes, como Blakamán vendiendo milagros”, fue uno de los más duros fustigadores del gobierno de Chávez con acertados juicios críticos y twitters devastadores.
Eterno recuerdo a su memoria. La Fundación SAC adelanta una serie de propuestas para vivificar su ejemplo. Ya en convenio con la UCAB existe un espacio con su nombre https://elucabista.com/2021/12/07/la-ucab-abrio-espacio-en-honor-a-simon-alberto-consalvi/ y en Tovar hacemos lo propio para que desde el Centro de Saberes su legado siempre este presente. En un próximo artículo hablaremos de que se trata.
La Abadía, marzo 11, 2024
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