Hace pocos días el presidente Maduro anunció el reparto de cuatro millones de libros de la Colección Bicentenario, con lo cual se alcanza –según la información oficial- un total de 30 millones producidos para este año escolar 2019-2020. Se trata de un logro extraordinario en época de crisis, pues implica entregar textos nuevos de varias asignaturas a todo el estudiantado de la educación oficial en los niveles primario y medio. A ello se añade el suministro de morrales, cuadernos y uniformes. Y, muy importante, computadoras Canaima.
Esperamos que efectivamente culmine la producción de todos esos recursos y que los mismos logren llegar a manos de los niños, niñas y adolescentes. Porque es de lamentar que desde sus inicios tales programas de dotación gratuita han tenido dificultades en su cumplimiento satisfactorio. En el caso de los textos de la Colección Bicentenario se ha señalado que la distribución hasta cada plantel ha sido a menudo tardía y deficiente, quedándose muchos libros sin repartir, amontonados de mala manera en centros ad hoc.
El proyecto merece que se continúe y mejore en el tiempo. Es muy positivo que todo el estudiantado tenga sus textos para estudiar, independientemente de si sus familias pueden o no comprárselos. Se acaba así con el estudio a partir de breves notas copiadas en un cuaderno, o gracias a “enciclopedias escolares” que ofrecen explicaciones escuetas y poco comprensibles.
El texto escolar gratuito es una política de gran relevancia. Pero posiblemente no habría que producir cada año libros nuevos para todo el alumnado: los cálculos internacionales estiman que un texto puede tener una vida útil de tres a cinco años, pasando de usuario en usuario de manera organizada en cada plantel o cada circuito escolar.
Ya es hora de que estos procesos se planteen de modo correcto, educando además en el cuido de los útiles, el solidario compartir y la ecológica reducción del uso de insumos. Por otra parte, hay que avanzar del texto a la biblioteca escolar: puede haber un texto guía, pero la formación de calidad implica el acceso no a un libro por área, sino a muchos libros diferentes, hermosos e interesantes, que alienten la curiosidad, la reflexión y la imaginación de las niñas y los niños.