Malabaristas de la política , por José Ignacio Moreno León

 

Un sano ejercicio de la política exige preservar la estrecha vinculación entre política y ética, entendida la ética como parte de la Filosofía que determina el comportamiento moral y el porqué de la existencia de las categorías y principios morales que dan sentido al correcto comportamiento individual. Por ello para Aristóteles la política es el arte del bien común y es el valor ético principal sobre el cual debe sustentarse el quehacer político y debe ser parte del quehacer de todo ciudadano, en la búsqueda del bienestar individual y colectivo. Así desde la antigua Grecia se entendía que la política sin ética no tiene razón de ser y su ejercicio amoral descalifica la razón de ser del poder y del gobierno. De lo anterior se deduce la importancia de entender igualmente que para el correcto funcionamiento de la democracia, esta no solo debe interpretarse como un sistema político, sino además como un sistema de valores. Por ello cuando en el ejercicio democrático se divorcia la política de la ética y se introduce el maquiavelismo, la democracia se desmejora, pierde su legitimidad y deriva hacia sistemas totalitarios y corruptos.

Las anteriores consideraciones nos sirven de apoyo para resaltar la profunda crisis moral y ética que campea en la sociedad venezolana y que mucho tiene que ver con el grave deterioro de las instituciones democráticas del país y, en especial de varias de las organizaciones políticas nacionales. Así vemos como en el actual escenario político es común la aparición de politiqueros que son malabaristas de la política que saltan de un partido a otro sin ninguna consideración ideológica, ni mucho menos ética o moral. Solo los motiva la búsqueda de figuración y oportunidades de poder y de riqueza, es decir, sin otro fin que su egoísta y narcisista interés personal y crematístico que sobreponen a los principios éticos que deben regir un sano compromiso ideológico en la militancia dentro de una organización política. Son los falsos dirigentes que no lo piensan dos veces para romper acuerdos o renunciar a una ideología o compromiso partidista y abrazarse sin rubor a causas cortoplacistas en el trampolín del maniobrero y perverso juego maquiavélico que subordina la ética y la moral a nefastos objetivos. Por ello la sociedad venezolana clama por un cambio profundo que no solo se limita al cambio del modelo económico y de gobierno, sino que debe provocar la revalorización de la democracia y sus instituciones, y un renovado liderazgo político que, sustentado en principios y valores éticos, sea capaz de sacar al país de la crisis en que está inmerso.

 

José Ignacio Moreno León

 

 

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