Conocí a Luis Briceño “Pelito ‘e cochino” cuando tenía yo 13 años de edad y militaba en la Juventud Comunista en Valera. Luis era un activo militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), fundado por, entre otros, Domingo Alberto Rangel, Gumersindo Rodríguez, José Rafael Muñoz, Simón Sáez Mérida y Moisés Moleiro.
Veía a Luis siempre con su calmo caminar y reflexión mesurada, en compañía de José Alberto Montilla “Montillita”, Luis Pocaterra y “El Negro” Arturo Valderrama, también militantes del MIR, en los barrios Lazo de la Vega y La Ciénega de Valera; verdaderas canteras de militantes y dirigentes de la izquierda trujillana.
Asumió Luis una militancia fervorosa. Rendía tributo reverencial a Simón Sáez Mérida, por su verbo encendido y luminoso.
Mi amistad con Luis Briceño se fue estrechando, en la medida en que asumíamos los riesgos de la revolución, en tiempos en los que la represión de la Cuarta República ejecutaba verdaderos genocidios: torturas y desapariciones a granel.
Estamos ahora en el año 1967 cuando manteníamos una alianza insurgente denominada Frente de Liberación Nacional (FLN); una suerte de cobertura legal de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), de la cual formaban parte el Partido Comunista, el MIR y Vanguardia Popular Nacionalista (VPN). Partido que había surgido de una escisión de Unión Republicana Democrática (URD) y que lideraban José Vicente Rangel, José “Cheíto” Herrera Oropeza y Luis Miquilena.
Tenía yo entonces 18 años. Varios años ya, de militancia en la Juventud Comunista, acompañando las luchas de los pobres y vulnerables en Valera y en el Estado Trujillo.
Presidí, desde el año 1965, el Comité Unificado Regional Estudiantil (CURE), que agrupaba a los Centros de Estudiantes del Liceo Rafael Rangel (Valera); Liceo Cristóbal Mendoza (Trujillo); Liceo Dalla Acosta (Boconó); y la Escuela Técnica Industrial (Trujillo).
Una delegación de dirigentes estudiantiles de nuestro Estado se desplazó a Caracas, en julio o agosto de 1967, para participar en una reunión nacional del CURE. Los delegados: Jorge Valero por la Juventud Comunista; Luis Briceño por el MIR; Luis Lobo por el VPN y Bagdolio Ríos (independiente).
Cuando retornábamos a Valera fuimos detenidos en una alcabala que había montado la Dirección de Inteligencia Policial (DIGEPOL), en la entrada de Valencia. Esposados nos llevaron a la sede principal de la DIGEPOL, ubicada en el Edificio Las Brisas de la Urbanización Los Chaguaramos de Caracas.
Luis Briceño fue un hombre de convicciones indoblegables. Un buen día, en el año 1968, los agentes de la DIGEPOL allanaron la casa de José Rosario González “Chayo”, en la Avenida 3 de Valera. Esposado se le conduce al vehículo policial. Y allí estaba también “Pelito ‘e cochino”. Los agentes se dirigen a la casa de éste último y la allanan en búsqueda de “material subversivo”. Su hermano Humberto derrama lágrimas. Y Luis le dice: “Los revolucionarios no lloran”. Así era este hombre. Dignidad y valentía como signos existenciales.
Mantuve siempre contacto con Luis Briceño y otros jóvenes revolucionarios de Trujillo, mientras cursaba estudios de historia en la Universidad de Los Andes.
Cuando se fundó el partido Movimiento al Socialismo (MAS), en 1971, Luis formó parte de la Dirección Regional. Posteriormente, al fusionarse el MAS con el IAS (Independiente al Socialismo), la Secretaría General fue asumida por el digno profesor Vidal Hernández, quien reemplazó en ese cargo al buen amigo Argenis Viloria.
Era Luis Briceño el principal responsable en Trujillo de la venta del diario del MAS, “PUNTO”, fundado por Pompeyo Márquez y dirigido por Manuel Caballero. Éste último comentaba en alta voz que Luis era un paradigma de honestidad en el manejo de los fondos que se derivaban por la venta de este periódico.
Años más tarde, José Hernández propuso a su compadre Antonio José Urbina, el noble y heroico “Caraquita”, que Luis Briceño fuera nombrado como Fiscal de Cedulación en Boconó. Había entrado el MAS, después de las elecciones de 1973, a incidir discretamente en los asuntos del Consejo Supremo Electoral (CSE).
“Caraquita” se convirtió en un actor político fundamental y, dada su amistad con el Presidente del CSE, Carlos Delgado Chapellín, logró que Luis Briceño asumiera esa responsabilidad. Lo hizo en forma transparente e impecable, al extremo de que Chapellín lo condecoró por su noble y honesto proceder público.
Luis Briceño asumió, siempre, la política con un alto espíritu ético, con una entrega absoluta al ideario que profesaba. Nunca aceptó, a pesar de sus merecimientos, cargos de representación popular. El silencio era su voz. La discreción su emblema. Militó en el campo de la revolución sin atenuantes. Cuando emergió el Comandante Supremo Hugo Chávez, como líder histórico de la Revolución Bolivariana, asumió consecuentemente su ideario. Así, ha pasado a la eternidad esgrimiendo las banderas de la esperanza.
Luis Briceño amó profundamente a sus padres, hermanos y camaradas. Recibió, al momento de su partida al encuentro de Dios, un merecido tributo, por parte de numerosos miembros de la comunidad de Lazo de la Vega, donde residió con bonhomía. Hace 2 días pasaron su féretro por la Iglesia San José. Silentes y adoloridos rezaron por su paz perpetua.
Desde las riberas del Lago Leman de Ginebra, escribo estas líneas impregnado de dolor, cuando leo a Sexto Proporcio y sus Elegías. Evoco este poema, como si fuera un retrato de mi hermano Luis Briceño:
“Cuando llegue, pues, la hora en que la muerte cierre mis ojos, escucha como debes disponer mi funeral: no se alargue entonces el cortejo fúnebre, con gran desfile de imágenes, ni la trompeta se lamente inútilmente de mi muerte… que me falte una hilera de bandejas con esencias y tenga las exequias de un funeral plebeyo”.
Mi apreciado amigo y camarada Luis Briceño: en el cielo te encontrarás con tus amados padres, hermanos y tu gran amigo Nelgar Osorio… ¡Allá te veré!
Ginebra, 13 de septiembre de 2020