Libertad León González
No podemos olvidar/nuestra patria Venezuela/
la que nos vio nacer/ bajo luna con estrellas.
Aleida Núñez de Colmenares. “Venezuela”
Gracias, por la presencia, estimados escuchas en esta mañana de celebración y copiosa poesía.
Cuando leemos poesía intuimos con vehemencia los fulgores del alma humana. Y en concisas palabras evocadoras, podemos percibir la intensidad del mundo íntimo del poeta: sus miedos, sus certezas, sus nostalgias, sus apegos. Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura del año 2010, consideraba la poesía como el género literario supremo, donde la lengua “se vuelve algo rico y resplandeciente.” (2011). Gabriela Mistral, Premio Nobel de Literatura en 1945, nos expresa su riqueza verbal en los siguientes versos: “Tengo la dicha fiel/y la dicha perdida:/ la una como rosa, / la otra como espina. / De lo que me robaron/ no fui desposeída/ tengo la dicha fiel/ y la dicha perdida/ y estoy rica de púrpura/ y de melancolía/ Ay! Qué amante es la rosa/ y que amada la espina! (…)” (De su poema Riqueza). Yolanda Pantin, Premio García Lorca en el año 2017, nos expresa el ciclo de la vida en su poemario 21 caballos: “Vamos caballito, / a beber de tus fuentes, /en el mar de granito/ donde abreva la muerte.” (2011).
Esta brevísima antesala al mundo trascendental de nuestros grandes poetas, estoy segura han servido de alimento a las almas sensibles de nuestros poetas regionales. Tal es el caso de la poeta y maestra de generaciones, doña Aleida Núñez de Colmenares (Escuque,1931), sensitiva pluma de versos que develan los arraigos de su vida en tanto defensora de los valores que otorga el amor a su país, Venezuela; al terruño originario, Escuque y a los terruños escogidos: Campo Elías, Boconó, Valera; el apego por el paisaje y la naturaleza; la entrega y la devoción del amor maternal en la sana convivencia familiar, alimentada de una vida ejemplar, otorgada por la fe, la religiosidad, el ejercicio de la docencia y las luchas en pro de las buenas causas. Estas rondas bien marcadas han inspirado los versos de doña Aleida.
Con beneplácito, en el marco de la celebración del Día Internacional del Libro y el Idioma, presentamos su primer poemario, Mis sueños dorados (2024), los versos de sus poemas se configuran en testimonio de sus indeclinables pasiones. De una conciencia que comienza por exaltar el don maravilloso de la mujer al convertirse en madre. No resulta casual que, a su primer poema, escrito en el año 1974, lo llamara “Mi primer poema Madrecita”. Esta evocación se expande a otros titulados “Madre” y “Madre soltera”. Escuchamos la voz poética que exclama: “Madre bella, madre negra, madre blanca y morena/ son luceros, son estrellas, azucenas y cayenas/ que adornan su corazón.” (p.93) Luego, la poeta declara: “Madre soltera levanta la cabeza/ acaricia a tu hijo/ qué te importa la gente/qué te importa el rumor.” (p.109). La maternidad como acontecimiento inédito en la vida de cada mujer muestra sus matices en la lírica aleccionadora de Aleida Núñez de Colmenares.
Como eminente educadora, su poesía valora el pasado histórico. Evocamos algunos versos de su poema “Leyenda de ayer”, como exaltación y apego a nuestros pueblos originarios y, en consecuencia, a las creencias religiosas nacidas de nuestra hispanidad. Declara la poetisa: “Nací un 21 de junio/ en pueblo muy valiente/los indios lo defendían/ con sus flechas y sus dientes. / Una piedra se imponía/ en la lengua grande y fuerte. / El niño Jesús un día/ levantando sus bracitos/ para defender su gente. / Escuque tierra de nubes/ (…)” (p. 97). Del mismo tenor, su poema “Barbarita de la Torre” enfatiza el valor heroico de la mujer combativa de la independencia en nuestro país: “hermosa agraciada joven/ valiente amazona de la Independencia/ (…) Barbarita heroína de Escuque/ tu nombre arcoíris de esta tierra (…) / Eres la reina escuqueña/ emblema de mi población.” (p.117).
Puedo referirme a un tercer leiv motiv en la poesía de doña Aleida configurado en la exaltación que realiza al santoral del catolicismo, muestra fehaciente de su fervoroso servicio a la iglesia y expresión magnífica de las bondades de su corazón maternal a los más necesitados de abrigo espiritual, cual resguardo de las tradiciones en su comunidad familiar y vecinal en su grandiosa urbanización, Bella Vista. De allí surgen sus poemas “Niño Redentor”, “Santo José Gregorio Hernández”, “Oh Señor”, “A nuestra Virgen de Chiquinquirá”, “Semana Santa de ayer”, “Navidad”.
Celebro este sucinto recorrido alrededor de los versos de doña Aleida con el mensaje de esperanza que guarda su poema “Amor de estudiantes”: “Los estudiantes (…) son luces que no se apagan/ estudian en armonía. / (…) Joven demuestra confianza/ eres bueno, respetuoso/ no confundas fantasía/ sigue fiel, sigue a su lado/ con amor, con valentía.” (p.209).
Gracias, muchas gracias, doña Aleida, por ofrecernos en su poemario, Mis sueños dorados (2024) sus más caros tesoros guardados; por regalarnos, cual testimonio de enseñanza e inspiración, los valores indispensables que debemos abrigar y accionar los ciudadanos para que resurja el bienestar en la Venezuela de hoy y mañana. No en vano Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura 1990, declara en su libro El Arco y la Lira (1986) que, “el poema es siempre una obra inacabada, siempre dispuesta a ser completada y vivida por un nuevo lector.” En otro de sus libros, El Ogro Filantrópico (1990) sostiene que, “la ciudad moderna se abre a la historia, a un futuro que a veces se llama república de los justos y otras, república de los iguales.” Sean entonces también, la lectura de sus versos, – doña Aleida – una oportunidad para precisar con sabiduría cuál ha de ser y ha sido la senda trazada de nuestra estadía terrenal. ¡Muchas gracias!
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