Los sobrenombres valeranos | Por: Jesús Matheus Linares

Sentido de Historia

Valera

 

La familiaridad e incluso el cariño que sienten los valeranos por identificar a los amigos o conocidos se manifiesta, entre otras cosas, en los apodos y sobrenombres con que se llaman coloquialmente. Decirlos en broma es un modo de comunicarse y supera las barreras, y aplica la cercanía. Para el humorista de origen danés Victor Borge, “una broma es la distancia más corta entre las personas”.

Y por eso podemos señalar, en buena medida, que los apodos reflejan la idiosincrasia, el humor, y porque no la forma de ser de los valeranos. Ya otro célebre escritor, le francés  André Gide, dejó para la historia una contundente aseveración, “el amor y la risa son invenciones completamente humanas, que no existen en la naturaleza”.

Y desde luego, que en Valera no escapamos a esa creación sociológica de llamar a las personas por un apodo o un sobrenombre, sea profesional, deportista o político, y es más, si es del común, amigo del alma, más aún todavía lo volvemos a re bautizar con un remoquete. Y a través del tiempo, la comicidad de los apodos, ha constituido una forma de entretenernos y comunicarnos con nuestros semejantes. Algunos pueden tener una carga de ironía, burla o son peyorativos, pero lo cierto es que demuestra ingenio y picardía criolla, muy valerana por cierto.

 

 

el popular «Cleto»

A lo que agregaría apodos como: «La doble cena», «Pelo e Zorro», «La Cochocha», «La Pulga» Pacheco», «Cicatriz», «El Prof. Frankenstein», en alusión a su apellido Silverstein, «Profesor «Cochinito» Sánchez, Prof. «Caraquita»,  «Cara e frasco» Valero, «El Abuelo» Gil, «Saca saca» Araujo, «El esbirro» León, «La gata» Pérez, «Tarzán» Hernández, «Chepina», «Tatuco» Berrios, «Cimillo» Pacheco, «El Cuchi» Hernández, «El rano» Viloria, «Pepe Burro», «El Gordo» Ayala, «Lolo» Pineda, hermano del embajador Nelson Pineda, «El Colorao» Valero, «El super brazo» Castellano.

Otros como Mama yeya, Tarzán Hernández, Pipo Abreu (jabreco) Sepelio Matheus, Pepa azul, mi papa, Mamaosa Balestrini, Cotoy Balestrini, Popo Terán, Pildorin, Ñio Hernández, Mono viudo Añez, el Abuelo, Santiaguito roba huevos, Loro careto, La Calechana, Mataveinte (mataban cochinos), Aguja, Silla eléctrica, Melena, Coca Hernández, Manteta, Carmen mateta, Paramo, Buñuelero, Pollo Arismendi, Huele mono, La Chita Rangel, Chimoito Sánchez, Pescaito Sánchez, Piporro, Kaká, Tomate, Mono Moreno, Cabeza e bloque Márquez, Quiñin frías, Oscar la vieja, Luis Arepita, Tomate, El sordo Torres, La pájara Carmen Pérez, María coco, Gatea, Guacharaco, Rayo, Valvulina, El Conejo, El palometo, Chipilín Rangel, Dr. Cuchillo, El Gordo Petaca, La Garrapata, Lunar de puerca, Mono Villarreal, La Foca, Chino Bill, Pantera, Cachumba, Tuerto Iván.

Como podemos deducir, los sobrenombres y/o apodos forman parte de esa forma familiar, cotidiana de llamarnos entre sí, no solo en Valera, sino en muchos lugares, por lo menos en América Latina.

No nos hagamos como el célebre “policía de Valera”, el pendejo, y contribuyamos a la limpieza de la ciudad y al ornato de esta urbe de las siete colinas, la puerta de entrada de los Andes venezolanos. Es una tarea de todos.

 

jmateusli@gmail.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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