Lentas y aletargadas transcurren las horas para los habitantes del olvidado Los Olivos, en Jalisco, Motatán, en donde los interminables cortes eléctricos y el calor incesante lleva a las ama de casa “a matar el día” –resignadas- en las afueras de sus casas, mientras los más inocentes juegan descalzos con la tierra de las calles que nunca fueron asfaltadas.
Conocida originalmente como “corazón de mi patria”, lo que hoy es una comunidad que agrupa a cerca de 200 casas entre el sector I y II, comenzó hace más de ocho años como una invasión popular que finalmente concluyó con la construcción de las pequeñas viviendas y algunos servicios básicos por parte del sexto cuerpo de ingenieros de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, según cuentan sus residentes.
“Aquí vivimos a lo que podamos, siempre hemos sufrido por el agua, a veces vienen a vender y otras agarramos de la lluvia. Sufrimos de todo, las casas quedaron a medias, sin frisar, sin pisos o baños. Nadie nos toma en cuanta porque si uno protesta llega y nos amenaza la policía o los tupamaros porque dicen que aquí viven solo malandros”, compartió Omaira Muñoz.
Tres casas más atrás de la señora Muñoz la muerte de un pequeño de dos años que tropezó con un envase de gasolina y seguidamente con el fogón de leña que improvisaron en su casa a falta de gas doméstico, enluta a otra familia del sector. “Tenemos la planta de gas ahí mismito y la mayoría cocina a leña”, agregaron los vecinos.
“La verdad es que hay días que lo único que tenemos para comer es arroz puro y eso es lo que le damos a los niños, contó la señora Isaura Aldana al ritmo del Parkinson que no le daba ni un segundo de tregua, quien sobrevive junto a su nuera y cinco nietos con lo que le envía su hijo desde Colombia desde hace más de dos años.
En tanto que al otro extremo del sector Kariluz Macías, impidiendo a toda costa que se asomara una lágrima, preguntó que será de sus tres hijos si la biopsia –que aún no tiene ni idea de cómo pagar- arroja como resultado esa terrible enfermedad que no se combate con el salario mínimo que percibe su esposo que trabaja en la empresa de Gas Comunal.