Por ser un cruce de caminos, Valera se convirtió desde hace unos 80 años en refugio de quienes alegremente le pusieron el remoquete de “locos”, a aquellos trujillanos que en mala hora fueron abandonados por la familia por algún impedimento físico o trastorno mental. Otros, sencillamente llegaron a nuestro poblado huyendo de la hambruna, aquí encontraron cobijo y un bocado de comida. Si algo ha sobresalido en el alma valerana, es su generosidad para ir en auxilio de los olvidados de la patria.
“Loco Pala”
Por allá en 1940, los parroquianos comienzan a observar a un hombre sumamente trabajador. Se hacía acompañar de una escoba, un saco y una pala. Las calles de piedra las dejaba limpiecitas, lo más cumbre, no era empleado municipal. Recibía como recompensa un buen desayuno o almuerzo que uno que otro valerano le obsequiaba… «Loco pala” no se sabe de qué pueblo era oriundo. En Lo que sí estaban convencidos los parroquianos, es que tenía un profundo amor a Valera, por eso le limpiaba la cara y la dejaba bien bonita… Un día desapareció y las calles volvieron a estar sucias, “que falta nos hace “Loco pala” decían las amas de casa extrañando a tan famoso personaje que tenía un sentido de pertenencia único.
“El Loco Víctor”
Comenzando el año 1950, en la dictadura del “Gordito de Michelena”, mi General Marcos Pérez Jiménez, la comarca le da la bienvenida al “Loco Víctor”. Tenía la fuerza de un toro, todos lo respetaban porque un puñetazo podía mandarlos al suelo… Hombre de buen corazón, le hacía mandados a todo el mundo y no se agarraba un bolívar… Le encantaba visitar las casas de los ricos de aquella Valera pujante y progresista. Limpiaba los solares, molía maíz y tostaba café, como todo un veterano. Los ricachones lo querían, le obsequiaban buena comelona y dinero por el trabajo diario que realizaba.
“Juana la Breca”
Mujer blanca como la leche, le encantaba “robar” flores de los jardines, luego, las colocaba en su cabeza y salía a patear las calles para lucir su floristería ambulante… A Juana la Breca, no se sabe que “amor pasajero” le partió el alma. Después de meterse sus palos de miche sanjonero, exclamaba a todo pulmón: “Los hombres son una mielda”, los hombres son una mielda”.
El popular “Cleto”
De los Llano de Monay, siendo todavía un niño, nos llegó “Cleto”. Se habla de un camionero que traía verduras al mercado municipal, viendo como moría de hambre, lo trajo a Valera. Consiguió refugio entre el mercado, la plaza San Pedro y la iglesia, dormía donde lo “agarraba” la noche. Ya convertido en adulto, por la fuerza descomunal que le acompañaba se transformó en el “Rey de los caleteros”, en un “abrir y cerrar de ojos” descargaba un camión de papas… En su soledad consiguió la santa compañía del miche sanjonero… Se metía unas señoras peas que hicieron historia. Pegaba unos gritos estruendosos que se escuchaban a lo lejos, al rato, llegaba la policía y se lo llevaba a limpiar los calabozos. Los parroquianos siempre lo interrogaban:
–“Cleto, ¿por qué lo llevan preso?
-Por sospecha, solo por sospecha, era su oportuna respuesta que se hizo famosa en todo el estado Trujillo.
“Guacharaco. El Emprendedor”
Le encantaba echarse un baño en la Quebrada de Escuque y disfrutar las frías aguas que bajaban de la “Tierra de nubes”. Fue uno de los primeros comerciantes de cachivaches viejos que conoció la urbe valerana… Un sábado en horas de la mañana alguien informó por Radio Valera que en la entrada del viejo Mercado Municipal de la calle 12, estaban vendiendo cochino del bueno a un bolívar el kilo, cuando en ese entonces estaba a 5 bolivarianos. En minutos bajaron los cerros a comprar carne de cerdo.
El “gozo se iba al pozo” en el momento en que los compradores se daban cuenta que el “vendedor de cochino a precio de gallina flaca” era el famoso “Guacharaco”, a quien le faltaba “un tornillo en su cabeza”… el animal luego de ser sacrificado fue botado en la Quebrada de Escuque, cuando los dueños se dieron cuenta que tenía “Pepas” (no apto para el consumo humano). De esa quebrada, “Guacharaco” se puso el cerdo sobre sus costillas, lo llevó al mercado, y a precios más que solidarios quiso vender cochino frito a las familias de los sectores populares.
“Reo mató a la madre”
Hoy, febrero de 2025, recuerdo como si fuera ayer, a Antonio Salas, el famoso “reo”, el hombre más grosero de toda la bolita del mundo… Dicen los cronistas que fue parte del equipo de seguridad del General Federico Araujo, no se sabe qué pasó por “Esas calles” y perdió una de sus piernas. Jamás utilizó muletas, arrastraba sus “nalgotas” por las aceras… En alguna fría madrugada lo abandonaron en la Urb. Lasso de la Vega, allí dormía a “calzón quitado” en el porche de las casas en aquella Valera bonita que no utilizaba rejas de hierro para proteger las viviendas.
“Reo” fue programando en su mente tocada por algún “cable pelado”, un rosario de groserías que retumbaba en el oído de los valeranos cada vez que al personaje le recordaban el apodo. El hombre entraba en “arrechera mayor” al escuchar: «Reo mató a la madre”. Aquello era de película. Las palabrotas subidas de tono ponían a correr a las viejitas. Monseñor Cardozo de la iglesia San José, se hacía hasta 10 veces la señal de la cruz. Mientras las familias del Lasso de la Vega se reunían en asamblea vecinal motivados por una sola pregunta, ¿qué carajo vamos a hacer con Reo? a quien señalaban de haber acabado con la santa paz en el vecindario.
Obra consultada: “La Valera de Siempre”. Jesús Matheus Linares