POR EVER GARCÉS
En el año 1730 los misioneros españoles trajeron el primer cafeto a Venezuela y lo sembraron en la cuenca del río Caroní. El café venía de Brasil, donde había llegado a su vez desde la República de Surinam y de Cayena, la capital de la Guayana Francesa. Diez años después el cultivo de café empezó a propagarse a la gobernación de Caracas y, poco a poco, al resto del país.
En 1780 el cultivo se extendió a occidente, llegando a tierras andinas, en Mérida, donde a pesar de una temprana introducción, las plantaciones no empezaron a constituirse como tales hasta después de la Guerra de Independencia entre 1810 y 1823. El cultivo de café en el estado de Táchira, por su parte, se inició en 1794 gracias a la iniciativa de Gervasio Rubio, quien lo plantó en su Hacienda la Yegüera (conocida a partir de 1855 como la Hacienda Rubio); mientras que en Trujillo, el impulsor de la caficultura fue Francisco de Labastida quien inició el cultivo de café en este territorio del oeste del país en 1801.
Así el café reemplazó al cacao como rubro de exportación en el siglo XIX, después de la independencia y la desaparición de la Casa Guipozcoana, cuando aumentó el consumo mundial del café, especialmente en Estados Unidos.
Desde 1873, el Táchira se considera como la región venezolana con mayor producción cafetalera que, en consecuencia, genera los mayores ingresos en divisas al Erario Nacional. El café tachirense, exportado por el Puerto de Maracaibo, era reconocido por su excelente calidad en el mercado de Nueva York, y sus precios eran superiores en comparación con el café que salía por el Puerto de La Guaira. En 1875, el Táchira produce, aproximadamente, un 19% del total de café en Venezuela. A finales del siglo XIX surgieron los «escoteros» o peones temporeros, la mayoría de nacionalidad colombiana, que recibían un salario como sistema de pago, pues la mano de obra familiar ya no era suficiente para cubrir las actividades de recolección de café y las que se generaban de la incipiente ganadería.
Las casas comerciales alemanas, tales como la Breuer de Rubio, sucursal de la Breuer and Möller de Maracaibo, la Steinvort de San Cristóbal, la Van Diesel Rhode, la Blohm, Beckman y Oliva Riboli, y algunos grupos zulianos, no sólo funcionaron, durante el siglo XIX y principios del XX, como simples comerciantes (con las ventas de descerezadoras, trilladoras, insumos agrícolas, enseres domésticos, alimentos, bebidas, etcétera), sino que también fungieron como los principales entes financieros de la región.
Hasta mediados del siglo XX, el cultivo de café fue el motor que dinamizó la economía nacional. Abrió caminos y canales fluviales, así como el comercio e intercambio con el puerto de Maracaibo, donde se exportaba café a Europa y Norteamérica para después retornar los agricultores con productos y tecnologías importados del extranjero. Esto cambió considerablemente las condiciones de vida de los pueblos andinos, optimizando todos los ámbitos sociales y de infraestructura del estado.
LA HISTORIA CAMBIÓ…
Hasta la mitad de la década de 1950, el café vivió muy buenos años en Venezuela, posicionando a este origen entre los cinco máximos productores del mundo, y el grano de café de la región andina siempre tuvo fama de extraordinaria calidad. El grano de café y su comercialización trajo consigo diversos hechos que marcaron la historia en Venezuela, tales como: la incorporación definitiva del Táchira al territorio nacional; el desarrollo de vías terrestres y férreas ; la creación del Ministerio de Fomento (1863); el establecimiento de la banca nacional y extranjera; la presencia del tachirense en el gobierno nacional (Cipriano Castro, Juan Vicente Gómez y Eleazar López Contreras, entre otros), y la prosperidad de la ciudad de Maracaibo (sede matriz de las casas comerciales y financieras alemanas, puerto de exportación, etcétera).
A principios del siglo XX, comienza el declive paulatino de la caficultura, originado principalmente por la incipiente economía petrolera (en el año de 1928, las exportaciones del café descienden al 18% y el petróleo ocupa el 76%) y los cambios ocurridos en el mercado internacional. La explotación petrolera trajo como consecuencia diversos hechos, entre los que tenemos: la emigración de una parte significativa de la población rural andina, hacia las ciudades que han sido beneficiadas por las redistribuciones fiscales, situación que por consiguiente incidió gravemente en el proceso interno de la producción cafetalera, y la ruptura de hábitos alimenticios tradicionales, que favorecieron la demanda interna del café oro y beneficiaron a la industria torrefactora nacional.
A pesar de eso, en Venezuela el café no ha dejado de ser de primera necesidad en nuestras costumbres de consumo, pero su producción fue bajando significativamente, pero aunque su peso económico dejó de ser el que era, el café siguió siendo un cultivo de importancia social y cultural en nuestro país.
UN PRODUCTO DE PRIMERA NECESIDAD
Al paladar de los andinos, 80%, les gustan los cafés suaves, aromáticos y dulces. Las preparaciones caseras más habituales de café son el “guarapo” o “café claro”, y el café con leche con espuma. En las cafeterías, por su parte, algunas de las bebidas más populares son el capuchino, el Cerrero (alta concentración de café, fuerte, sin azúcar y en poca cantidad). Negro Corto o Negrito (es un café fuerte, en poca cantidad y generalmente tiene azúcar). Guayoyo (es menos fuerte, baja concentración de café y dulzón).
También disfrutamos de otras más internacionales como son: Capuchino (Café con leche con abundante espuma) y Mocachino (Café marrón con cacao).
Lo mejor del Café es sin duda alguna, tomarlo como prefieras pero siempre en buena compañía.
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