Por: Antonio Pérez Esclarín (pesclarin@gmail.com)
Crece en el mundo, la necesidad de un liderazgo de servicio, que reoriente la marcha de nuestro mundo cada vez más insensible y alocado, profundice la democracia que hoy languidece y acabe con la corrupción. La frase “liderazgo de servicio” fue acuñada por Robert K. Greenleaf (1904-1990) en “The servant as leader” (el sirviente como líder), ensayo que publicó por primera vez en 1970, donde afirmaba que el liderazgo de servicio “comienza como un sentimiento natural de que uno quiere servir, primero servir. Luego, la alternativa consciente le lleva a uno a aspirar a liderar. La diferencia se manifiesta en el sentido de que el servidor primero se asegura de que las necesidades primarias de otras personas han sido atendidas”.
Para el liderazgo de servicio la prioridad mayor es servir a otros. Lo primero no es mandar o tener poder, sino servir. Se trata de una opción personal de alguien que quiere dedicar su vida a hacer que otros se sientan y vivan mejor y deseen a su vez convertirse en servidores, es decir, en genuinos ciudadanos comprometidos con la reconciliación, la justicia y el bien común. El líder de servicio acepta que no está ahí para servirse a sí mismo o a los suyos, sino que su objetivo es atender las necesidades de todos. Porque conoce sus fortalezas y también sus debilidades, el líder de servicio se rodea de personas competentes y honestas, los mejores, único modo de lograr un servicio eficaz. Por ello, prefiere la competencia, la capacitación para el cargo, la moralidad y la autonomía a la amistad o la fidelidad a su persona y su ideología…
Peter Senge llega a afirmar que estamos muy endeudados con Greenleaf por aportarnos este concepto, que fundamenta el liderazgo en el ser de la persona más que en su hacer. Su perspectiva también contribuye en gran medida a explicar la «falta de liderazgo» que existe en la mayoría de las instituciones contemporáneas, que están dirigidas por personas que han ascendido a posiciones de autoridad debido a su currículo, sus capacidades técnicas o de toma de decisiones, conexiones políticas, deseo de riqueza y poder y sus habilidades para influir o incluso manipular. Convertirse en líder tiene que ver con la relación existente entre el líder y quienes son dirigidos. Sólo cuando la decisión de servir sirve de sustento a la formación moral de los líderes, el poder jerárquico que separa al líder de quienes son dirigidos no es fuente de corrupción. Según Greenleaf, si los líderes satisfacen las necesidades de quienes dirigen, es decir, si consideran que su trabajo, o razón fundamental de ser, es un genuino servicio, se desvanecería el potencial de corrupción por parte de las jerarquías.
A diferencia del liderazgo tradicional que es un liderazgo jerárquico, donde el líder ejerce su poder sobre los demás, el líder que sirve se centra principalmente en el crecimiento y el bienestar de las personas y las comunidades a las que pertenece. Utiliza el poder para ayudar a las personas a potenciar sus talentos y satisfacer sus necesidades. Esta idea es el corazón mismo del liderazgo de servicio. Un líder servidor no se considera a sí mismo por encima de aquellos que lidera. En cambio, es el “primus inter pares”, “el primero entre iguales”. Es decir, el líder servidor ve a quienes lidera como compañeros a los que enseña y de quienes aprende. Está dispuesto a liderar a otros con el fin de alcanzar una meta común, pero no cree que siendo el líder lo hace mejor que ellos.
Por esto, el líder de servicio es un formador de equipos consumado. Recurre a las fortalezas de sus seguidores y se vuelve un seguidor cuando es conveniente. Tal líder no dirige por decreto o dictamen. En vez de ello, él o ella lideran dejando que cada quien haga lo que hace bien. En este sentido puede funcionar como lo hace el director de una orquesta o el entrenador de un equipo. Se esfuerza por sacar lo mejor de cada persona y brillando ellos, se logran los objetivos comunes.
El auténtico líder que sirve a una organización y a las personas que la componen se compromete en el desarrollo de éstas, pero especialmente le preocupa que se vayan empoderando para que se conviertan en nuevos líderes. La cuestión ya no radica en si tiene más o menos seguidores, sino si hay más líderes potenciales que puedan entrar en escena y garantizar una organización sostenible en el tiempo en cuanto a la capacitación y formación de su personal. Por ello, la teoría del liderazgo servidor presenta una clara dimensión política según la cual quien quiera dirigir lo debe hacer sirviendo a los demás; en este planteamiento el líder otorga su poder a los demás, los empodera, y ello implica que los hace sus iguales; por tal motivo la apuesta política en esta teoría es una democracia participativa y no meramente electoral.
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