Leópolis, un año como punto de fuga en el oeste de Ucrania

Una mujer toca la kobza, un instrumento tradicional ucraniano, en una calle de la ciudad ucraniana de Leópolis. Durante el año de invasión rusa la música ha alentado a los ucranianos a resistir. EFE/ Rostyslav Averchuk

Leópolis (Ucrania), 24 feb (EFE). – La ciudad de Leópolis, en el oeste de Ucrania y alejada por tanto de la línea del frente aunque golpeada por ataques esporádicos rusos, se ha convertido durante el año de la invasión en un centro de acogida de miles de desplazados internos.

Más de cinco millones de personas han atravesado, algunas para quedarse, la ciudad de 800.000 habitantes que en la cúspide de la crisis albergó a dos millones de personas, según datos del consejo municipal.

Desde el primer día de la invasión, cuando se formaron colas ante las tiendas de armamento y centros de reclutamiento, el corazón de la ciudad se trasladó a la estación de trenes, que ha sobrevivido ya a las dos guerras mundiales.

Trenes abarrotados llegaban sin parar desde toda Ucrania y sólo se detenían unos minutos antes de emprender el viaje de vuelta a las ciudades bajo ataque para ayudar al mayor número posible de personas a escapar de las bombas.

Miles de ucranianos cansados y desorientados, que con frecuencia sólo llevaban consigo su documentación y algunos objetos básicos, debían ser alimentados, alojados y vestidos y miles de vecinos de Leópolis se volcaron para recibirles y distribuir los enormes flujos de desplazados entre varios puntos de recepción que surgieron en escuelas, universidades, monasterios y bibliotecas.

«En aquel momento, obtener información, una bebida caliente y algo de comida tras un largo viaje era lo más importante para muchos», recuerda Myroslava, una de las muchas voluntarias que han estado recibiendo a los recién llegados en la estación de trenes a lo largo del último año.

12 meses después, la estación parece relativamente vacía en comparación con las primeras semanas de la invasión, pero los trenes y autobuses de evacuados siguen llegando a diario con cientos de personas de las regiones de Jersón, Zaporiyia (ambas en el sur) y Donetsk (este).

«Tras meses de ocupación o bajo los bombardeos, estas personas a menudo están en una situación psicológica muy complicada», afirma Myroslava, que todos los días proporciona asistencia psicológica a entre 30 y 40 recién llegados, aunque también son frecuentes otros problemas de índole médica.

Es el caso de Oleksandr Riabinin, que huyó de Járkov (noreste) después de que el fragmento de una bomba rusa, que mostró a Efe, impactara en el apartamento de su familia.

Sobrepasado por el difícil viaje y la incertidumbre sobre el futuro de su familia, tuvo que ser admitido al departamento de cirugía cardíaca del hospital clínico regional de Leópolis debido a una crisis hipertensiva.

Su sufrimiento se hizo evidente para uno de los médicos, Dmytro Averchuk, que acabó por invitar a Oleksandr, su mujer, sus dos hijos y sus abuelos, a alojarse en su propio apartamento los próximos meses.

«Probablemente la mitad de los pacientes eran, como Oleksandr, desplazados internos de Járkov, Kiev, Odesa y otras regiones bajo ataque ruso», declaró el doctor a Efe.

El jefe del departamento, su padre Vitaliy Averchuk, confirma que se vieron obligados a tratar a un número sin precedentes de pacientes cardíacos en los primeros meses de la invasión, cuando otras clínicas especializadas estaban separadas del resto del país por los combates.

«Muchos de estos casos eran extremadamente complicados porque sólo quienes no podían esperar pidieron ayuda en medio de la guerra», explicó a Efe el cirujano.

En un principio temieron que el departamento no pudiera seguir financiando su labor ni conseguir suministros de material médico en medio del caos logístico, pero recibieron ayuda del extranjero, en particular de Estados Unidos, Reino Unido y Polonia.

Averchuk padre dice que los vecinos de Leópolis y los desplazados ahora se conocen mejor, lo que ha reforzado los lazos que mantienen unido al país frente a la amenaza existencial de la guerra.

«Estamos contentos de poder ayudar. Es natural darles una bienvenida especial, para que sepan que aquí siguen estando en casa», subrayó.

Algunos de los desplazados se han trasladado al extranjero y otros han sido capaces de regresar a sus ciudades de origen, pero, según el consejo municipal, 150.000 desplazados internos siguen residiendo en la ciudad a un año de que comenzara la guerra.EFE

 

 

 

 

 

 

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