LAVOISIER Y MARAT EN LA REVOLUCIÓN FRANCESA | Por: Ernesto Rodríguez

 

Cuando yo estudiaba bachillerato, nos enseñaban en química la famosa ‘Ley de la Conservación de la Materia’ de Lavoisier y supongo que todavía se enseña.  En efecto, el gran científico francés Antoine Laurent Lavoisier (1743-1794) está considerado como el ‘Padre de la Química’ y en verdad hizo grandes aportes a esa disciplina.

Entre otras cosas, demostró que la combustión requiere solamente una parte del aire que llamó ‘oxígeno’ y así derrumbó la equivocada teoría del ‘Flogisto’ que supuestamente era un ‘Elemento Fuego’ que se liberaba durante la combustión. Asimismo, conjuntamente con el astrónomo y matemático francés Pierre Laplace (1749-1827), demostró en el año 1783 que el agua es un compuesto de oxígeno e hidrógeno, con lo cual estableció las reglas básicas de la combinación química. Lavoisier también hizo observaciones sobre la respiración de animales y demostró que el dióxido de carbono y el agua son productos normales de esa actividad.

En el año 1785 Lavoisier llegó a ser Director de la Academia de Ciencias de París, pero el trágico final de su vida ilustra que hasta los más grandes científicos pueden verse arrastrados por los torbellinos de las convulsiones políticas.  En la época de Lavoisier,   Luis XVI (1754-1793), que fue Rey de Francia desde 1774 hasta 1793,  recolectaba grandes cantidades de dinero para las arcas del estado gracias al llamado ‘Impuesto de la Sal’. En efecto, toda persona estaba obligada por ley a comprar una cantidad mínima estipulada de sal y pagaba el respectivo impuesto. Los recolectores del impuesto de la sal ganaban mucho dinero y era bien conocido que frecuentemente había sobornos y corrupción en la administración de tal impuesto. Lavoisier era recolector de ese impuesto de la sal y se hizo millonario con ese trabajo, aunque las reseñas biográficas por lo general no hacen ninguna referencia a la posibilidad de que él cometió peculado para hacer fortuna. Por otra parte, Lavoisier había nacido en el seno de una familia acomodada y su padre le había comprado un título aristocrático cuando él cumplió 29 años. Posteriormente, cuando vino la Revolución Francesa (1789-1799) todo eso contribuyó a perjudicarle.

Por otro lado, en la Francia pre-revolucionaria había contrabando de sal, y para erradicarlo, Lavoisier propuso la construcción de un muro alrededor de París con puestos de control para vigilar a las carretas que entraban y salían de la ciudad. El muro fue diseñado por el arquitecto Ledoux y tenía unos 3 metros de altura, unos 29 kilómetros de circunferencia y 54 puestos de control. Ese muro se construyó en 1787 y costó una enorme cantidad de dinero por lo cual era sumamente impopular. Pero para comprender el trágico final de Lavoisier, hay que hacer referencia a otro personaje llamado Jean Paul Marat (1743-1793), un médico nacido en Suiza que jugó un importante papel como agitador político durante la Revolución Francesa con su famoso periódico ‘El Amigo del Pueblo’.

Marat también tenía aspiraciones de ser investigador científico y en el año 1780 publicó un artículo en el que aseguraba que había logrado hacer visible el ‘componente secreto’ del fuego. En realidad Marat estaba equivocado y Lavoisier se burló sin piedad. Pero Marat se la guardó y cuando vino la Revolución Francesa encontró la ocasión tan esperada. Acusó a Lavoisier de encerrar la ciudad con un muro que restringía el flujo de aire, por lo cual aumentaban las epidemias dentro de París. Al principio Lavoisier había apoyado la Revolución Francesa, pero cuando fue acusado, huyó en el año 1792 de su residencia y su laboratorio. Pero el 8 de Mayo fue arrestado y juzgado, y ese mismo día fue ejecutado en la guillotina en la Plaza de la Concordia. Su cadáver fue lanzado en una tumba sin identificación.

La ejecución de Lavoisier causó terror y alarma a muchos científicos del mundo. Su trágico final ilustra las diferentes apreciaciones que puede haber sobre un mismo personaje. Porque Lavoisier suscitaba una gran admiración entre los científicos de su época y actualmente ocupa un sitial de honor en la historia de la ciencia. Pero para la población parisiense, enardecida por agitadores como Marat, Lavoisier solamente era una persona despreciable (1).

En el aspecto político, Marat agitaba a la población de París en sus luchas por sus reivindicaciones populares y eso contribuyó a que llevaran a la guillotina a unos cuantas personas. Eso suscitó mucho resentimiento en algunas personas como Charlotte Corday (1768-1793), una mujer que era de una familia muy piadosa y monárquica,  y ella se propuso asesinar a Marat. Él sufría de una enfermedad de la piel y con gran frecuencia tenía que bañarse cada día. Ella fue a su casa y solicitó entrevistarse con el editor del ‘Amigo del Pueblo’. Había confianza con la gente del pueblo y ella pudo entrar hasta la habitación donde él estaba bañándose en una bañera, y con un gran cuchillo el 13 de Julio de 1793 lo mató de varias puñaladas. Ella fue llevada a la guillotina el 17 de julio de 1793. El gran pintor Jacques Louis David (1748-1825) inmortalizó la muerte de Marat desangrado en un famoso cuadro.

La Revolución Francesa indudablemente fue un proceso histórico que dejó importantes legados muy progresistas. Fue una revolución burguesa capitalista que acabó con el despotismo feudal en Francia y eso obviamente constituyó un importante progreso que se extendió por todo el mundo. Para ilustrar el legado que nos dejó, basta con referir que en 1948 cuando la naciente ‘Organización de las Naciones Unidas’ proclamó una ‘Declaración Universal de los Derechos Humanos’, tanto el preámbulo como 14 de sus 30 artículos, fueron tomados en lo esencial, y a veces textualmente, de la ‘Declaración de los Derechos del Hombre y los Ciudadanos’ aprobada por la Asamblea Nacional de Francia en 1789 (2)…Pero los procesos históricos son hechos por personas, con sus buenas cualidades y sus defectos.  NOTAS: (1) La información sobre Lavoisier y Marat la he tomado de pags. 117-118 en Brian L. Silver (1998) ‘The Ascent of Science’. Oxford Univ. Press. También de pags. 275-284 en John Gribbin (2002) ‘The Scientists’. Random House.  También de pag. 285 en ‘Random House Webster´s Dictionary of Scientists’. Random House (2) Pags. 16-17 en William Doyle (2001) ‘The French Revolution. A Very Short Introduction’. Oxford Univ. Press

ernestorodri49@gmail.com

 

 

 

 

 

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