Venezuela y el mundo hoy se enfrenta a nuevos escenarios en todos los órdenes de sus espacios y tiempos, vamos directos a presenciar transformaciones que ni remotamente nos imaginábamos como especie humana a lo largo y ancho de nuestra existencia, es un nuevo mundo que se nos avecina con sus distintas paradojas de la evolución.
La pandemia ha servido como compuerta para dejar ante nuestros ojos la fragilidad que poseemos como seres humanos frente a las leyes de la madre naturaleza, ayer pensábamos que podíamos hacer con el ambiente y con el espacio-tiempo lo que nos diera la gana, siempre existió aquello “podemos hacer lo que nos dé la gana”: ensayos nucleares, modificación de la genética, guerras por los recursos naturales y minerales, control y manipulación ideológica, cambios climáticos a nuestras conveniencias, entre otros; fue una carrera de destrucción masiva para destruirnos todos e implementar un nuevo orden a nuestra conveniencia sin importarnos las consecuencias.
Convertirnos el ambiente en un vertedero de basura y la tierra la disecamos con los químicos y la semilla la modificamos para acelerar la producción, nuestros animales de la dieta alimenticia se les modificó la genética de crecimiento para ponerlos al servicio de la economía del mercado trastocando las estructuras biológicas del consumo humano. La producción transgénica se convirtió en un negocio lucrativo pero que a la par, daba paso a otros negocios de la industria farmacéutica ante las nuevas enfermedades surgidas por aquel consumo manipulado; daba la impresión que nadie podía parar aquella carrera de destrucción masiva hasta que la propia naturaleza, haciendo uso de sus leyes originarias frenó el holocausto humano y nos hizo reflexionar encerrados en nuestras casas.
La gran preocupación de las naciones es como reactivar el aparato económico y no como enfrentar la pandemia, los grandes monopolios de la industria de la investigación farmacéutica hacen grandes esfuerzos para descubrir la vacuna para inmunizarnos frente al Covid19, pero en el fondo ese esfuerzo tiene un solo objetivo, controlar y utilizar como arma de presión a otros países. El bloque Unión Soviética, China, Cuba y la órbita de inspiración marxista han entrado en una carrera con el otro bloque, Estado Unidos, Francia, Gran Bretaña, Comunidad Económica Europea para patentar la vacuna. Mientras tanto la Organización Mundial de la Salud (OMS) se debate entre quienes fueron los culpables del surgimiento del virus como arma biológica de laboratorio.
La recesión económica mundial está llegando a limites peligrosos que puede generar en cualquier momento inmensas movilizaciones sociales, derrocamientos de gobiernos y saqueos masivos la cual va a gravar aún más la situación de crisis de los países y la inestabilidad se evidenciará de una manera catastrófica. La ONU hace esfuerzos desesperados por la vía del Consejo de Seguridad de mantener la paz ante el surgimiento de conflictos bélicos en el Medio Oriente, la crisis interna que viven países de la antigua Unión Soviética, el resurgir de los tigres asiáticos en el mundo financiero y comercial que chocan con los intereses de la economía capitalista de EEUU. Frente a todo esto, entramos en una incertidumbre, quizás peor que la pandemia, ya que para esta no existe laboratorio que invente una vacuna, es el virus del hambre que se agudiza en los países del tercer mundo y amenaza al mundo desarrollando y donde su tecnología más avanzada se encuentra cruzada de brazos.
El dilema ahora para sobrevivir es buscar aliados con los recursos naturales que permita garantizarle a la población la estabilidad en el consumo y el comercio, la multipolaridad diplomática para entrar en el juego del reacomodo financiero y Venezuela no escapa de esa búsqueda, donde hoy se aleja de sus antiguos aliados para entrar en un nuevo concierto que está generando conflictos, pero que a la final, simplemente, seremos parte del nuevo reparto del mundo.
Héctor Díaz