Cerca de las 9 de la mañana del 23 de julio de 2024, cinco días antes de celebrarse las elecciones presidenciales del 28 de julio en Venezuela, una patrulla con funcionarios del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) asedió la residencia de Edgar Prada, coordinador de Vente Venezuela y del Comando ConVzla en el municipio Valera del estado Trujillo. A partir de allí, inició una historia de resguardo, temor y ansiedad.
En medio del ir y venir de la patrulla, Prada logró salir de su vivienda y decidió no volver ese día. Al caer la noche regresaron los funcionarios, pero ahora encapuchados y con armas largas, preguntando a los vecinos por él, por su paradero.
Su resguardo fue estar todo el día en la calle haciendo trabajo electoral, con los cuidados que ameritaba el caso y durmiendo en otros lugares. Eran los días de mayor organización, supervisión, entrega de credenciales y arreglos de logística, no podía ausentarse de manera definitiva.
El 28 de julio, cuando se dispuso a votar pasadas las 9 de la mañana, funcionarios de la alcaldía de Valera, integrantes del Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv) y colectivos armados se lo prohibieron, alegando que si votaba, el centro electoral sería cerrado. Cree que no fue detenido por la presencia de los medios de comunicación y la cantidad de electores que había a las afueras. Ese día y el siguiente siguió trabajando en la recolección de las actas de escrutinio.
Dos días después, el 30 de julio recibió una llamada en la que se le informaba que ni él, ni otros miembros del comando, podían aparecer en la marcha que había sido convocada a nivel nacional, porque tenían una orden de captura en su contra y serían detenidos. “Ese día fue el de mayor represión, vimos periodistas, ciudadanos, que no tenían absolutamente nada que ver, más que querer a una Venezuela diferente, que los apresaron”, relata.
Desde aquel momento las montañas andinas fueron su resguardo, moviéndose todos los días de un lado a otro, porque tanto su vivienda, como la iglesia a la que asistía estaban siendo asediadas por el Sebin, en el afán de encontrarlo. El 20 de agosto, agotado y agobiado por la persecución, y ante las alertas constantes que recibía de dentro del Psuv, decidió emprender camino para salir de Venezuela, consciente de que en cualquier alcabala podía ser reconocido y detenido.
Como a Edgar, un estado constante de ansiedad, esperanza y desesperanza y hasta depresión, acompaña desde el 28 de julio de 2024 a los coordinadores electorales, testigos de mesa, periodistas y dirigentes políticos de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), quienes son considerados por las organizaciones de ayuda humanitaria radicadas en la frontera de Venezuela con Colombia como “la nueva ola migratoria”, que aunque no es masiva, requiere de un estatus especial para el que no está preparado el gobierno colombiano.
Organizaciones defensoras de derechos humanos pertenecientes a la Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes (R4V), no tienen una cifra exacta de cuántos dirigentes políticos, miembros y testigos de mesa y periodistas, han tenido que salir de Venezuela por persecución, pues muchos de ellos han buscado apoyo de sus familiares en el exterior y otros han recibido ayuda de defensores de derechos humanos que no pertenecen a esta organización, sin embargo, estiman que al menos por la frontera entre el estado Táchira, Venezuela, y el departamento Norte de Santander, Colombia, supera las 300.
La Fundación Juntos Se Puede reportó a finales del mes de septiembre que tan sólo ellos tenían registrados a unos 230 venezolanos que habían salido hacia Colombia buscando resguardo; mientras que el servicio Jesuita con sede en Cúcuta, manejaba en el mismo mes la cifra de unas 80 personas que habían llegado a esta zona del vecino país solicitando apoyo.
Números que separan de la migración constante, la cual, según el Servicio Jesuita es de 300 0 400 personas diarias, pero no por razones políticas, sino por un estado de pobreza y vulnerabilidad extrema producto de la crisis humanitaria que continúa enfrentando Venezuela.
El 7 de agosto, R4V indicaba a través de un informe que a pesar de la situación de incertidumbre en la nación sudamericana, no había incrementado la salida de ciudadanos a otros países, asegurando además que los movimientos migratorios de venezolanos han permanecido en “niveles significativamente bajos” en comparación con los días previos a la elección del 28 de julio.
Para este trabajo periodístico tan sólo Edgar Prada accedió a que fuera publicado su nombre, las demás fuentes, tanto de testimonios, como de ayuda humanitaria solicitan sea omitida su identificación, unos por normas internacionales y otros por temor a que sus familias dentro de Venezuela sufran las consecuencias.
Disfrazado
El 20 de agosto Edgar Prada decidió salir del estado Trujillo y de Venezuela evadiendo las alcabalas a través de caminos verdes y con una ansiedad constante. “Con un temor inmenso porque fue en ese preciso momento que conocí la verdadera ansiedad, de verdad que los ataques de ansiedad quedaron demasiado fuertes”, relata.
Llegó a la frontera del estado Táchira con el Norte de Santander el 22 de agosto de 2024 y se dispuso a cruzar por el Puente Internacional Francisco de Paula Santander, que comunica al municipio Pedro María Ureña con El Escobal. Quienes lo estaban ayudando para el paso, le llenaron la ropa de tierra para que pareciera un trabajador de la zona y lo pasaron en un mototaxi, de manera que la Guardia Nacional (GN) no le pidiera papeles. Al llegar a Cúcuta procedió a comprar un pasaje para dirigirse a otro lugar en donde tuviera mayor seguridad.
Ese mismo estado de ansiedad y zozobra ha vivido desde el 28 de julio “José”, dirigente de Acción Democrática (AD) de la zona norte del estado Táchira, quien también fungió como testigo de mesa y coordinador del tema electoral en su territorio. Su verdadero nombre es reservado por petición de la fuente.
Seis meses antes del proceso electoral funcionarios del Sebin llegaron a su casa a detenerlo por un cabildo que habían hecho en su municipio. “Demostré con material que no era de lo que me estaban acusando y nos dejaron en paz, pero me pidieron que no me siguiera metiendo en política. Al llegar las elecciones me volví a activar, preparando el padrón electoral y la llegada de María Corina Machado al Táchira”, recuerda.
La noche del 28 de julio hombres encapuchados, que califica como integrantes de grupos subversivos, asediaron las viviendas de dirigentes políticos y amenazaron e hicieron pintas en paredes. Él estuvo en resguardo durante tres días y al regresar a su casa recibió una llamada que le alertaba que tenía que irse de manera inmediata porque iban a buscarlo, lo que horas más tarde ocurrió.
“Iban en una camioneta varios tipos, con armas blancas, encapuchados y miraban hacia adentro, miraban hacia los lados, como no lograron el objetivo se fueron y rayaron unas consignas en las paredes de la iglesia, en la casa de otros compañeros también llegaron y les dejaron unos panfletos. Al día siguiente mis hijos me sacaron del pueblo y tengo dos meses ya por fuera, no he podido regresar a mi casa. De teléfonos de Caracas me hacen llamadas, me piden la ubicación de donde estoy, que tengo que presentarme porque soy testigo electoral y dirigente político. Me han asediado bastante”, explica.
La situación se extendió a otros testigos de mesa, a quienes los vecinos salieron a defender y evitaron que se los llevaran los encapuchados.
José se siente deprimido, porque tanto él como su esposa deben recibir un tratamiento médico que es costoso y no ha podido volver a trabajar, tampoco es pensionado, ni jubilado, por lo que dependen netamente de sus hijos. “Me deprime bastante la situación porque uno que ha luchado por un país, por la libertad como queremos todos, tenemos que estar en una clandestinidad, escondidos, sin poder salir, sin poder hablar, sin poder decir nada, es fuerte”, agrega.
Nuevo perfil migratorio
Fuentes internas del Servicio Jesuita aseguran que las cifras migratorias se mantienen, solo que ahora llega un nuevo perfil para el que no hay mayores respuestas que ofrecer asilo político, pero la mayoría de la dirigencia no quiere ese estatus, porque sueñan con volver a Venezuela.
“Nunca la migración ha parado, el año pasado sí hubo un alza impresionante entre los meses de febrero, abril, mayo, ya en junio empezó a bajar, incluso los meses hasta diciembre fueron más bajos. Este año, nosotros reportamos en extrema vulnerabilidad, porque también es el perfil que nos llega a nosotros, normalmente caminantes, entre 300 y 400 personas diarias”, detalla la fuente, que pide no ser identificada.
Esta organización de derechos humanos ha atendido a 17 grupos, conformados por unas 35 personas, entre los que se encuentran unos 8 miembros de mesa, los demás son coordinadores de partidos políticos y sus familiares, sobre todo de Vente Venezuela.
“Existe la posibilidad con algunas ONG de activar una ruta de asilo político en un tercer país, que eso viene siendo algo que se llama reasentamiento, pero el reasentamiento implica que tú quieras irte y esta gente no quiere irse, entonces no hay un tipo de figura de este perfil para nosotros trabajar porque no entran ni en permanencia, ni en movilidad, porque no quieren apegarse a ninguna ley que hay en Colombia, sino un perfil particular que implica otro nivel, que no existe. Este es un perfil atípico. Requiere una respuesta diferenciada que las organizaciones y los donantes no la tienen”, explica.
Marcos, representante de otra organización de derechos humanos en la frontera, precisa que han atendido a unas 30 personas que son de la tercera edad, a quienes se les complica aún más su situación por fuera de Venezuela porque no pueden trabajar.
“Ellos están pasando por una situación muy difícil, porque llegaron acá con lo que tenían puesto, porque les llegaron en las noches a sacarlos y se volaron por el techo, se volaron por detrás de la casa. Tengo un caso especial de uno al que el día 28 de julio le llegaron los colectivos, lo encañonaron, le quitaron el celular y por medio del celular y la billetera han estado amenazando personas, y estuvieron amenazando a una persona que hace vida política acá en Colombia, y obviamente esas denuncias se hicieron aquí ante los entes gubernamentales, porque se estaba metiendo en un gran problema”, relata.
Precisa que quienes han salido de Colombia lo han hecho hacia países como Perú, México y Chile en donde tienen familiares o amigos, pues en el vecino país algunas organizaciones les ofrecen albergue, pero tan solo por dos o cinco días, pero ya han transcurrido más de tres meses. “Desde el 29 de julio comenzaron a llegar. Hay muchos que temen por su vida”, expresa.
La mayoría de los que ha atendido esta organización son de Táchira, Caracas, Maturín, Guanare, Valencia, Trujillo, Guárico y Mérida.
Ante la situación irregular que enfrenta esta nueva ola migratoria en Colombia, la directora de la Fundación Juntos Se Puede, Ana Karina García, solicitó a la Cancillería de Colombia una modificación en los salvoconductos para quienes están solicitando refugio, con el objetivo de que mientras se evalúa el trámite puedan trabajar, pues no cuentan con apoyo económico para subsistir.
A través de un comunicado García manifesto que “la burocracia vigente en el sistema de protección colombiano impone graves limitaciones a los refugiados en situación de espera”.
Sueñan con volver
El mayor anhelo de Edgar y José es volver a Venezuela, abrazar a sus familias, caminar por las calles de sus pueblos, sentir el calor humano de su gente, ver la sonrisa de sus paisanos, disfrutar de los mil colores que significa esta patria en el corazón de quienes la aman y ayudar a reconstruirla con trabajo, dedicación y reconciliación.
“Desde que salí sueño con volver, es inevitable que uno se quiebre, porque nuestra lucha consistía en una Venezuela para todos, una Venezuela donde dejáramos atrás los colores, donde dejáramos atrás ideologías, religiones y nos encontráramos todos como venezolanos. Entonces cuando tú luchas por eso y te toca salir, créeme que cada segundo, cada minuto que pasa quieres volver, quieres volver a encontrarte con tus amigos, con tus hermanos, con tu familia, quieres volver a encontrarte con los hermosos paisajes que nos da Venezuela, con nuestra gente que tiene un calor incomparable. Claro que quiero volver, cada segundo que pasa quiero volver”, manifiesta Edgar a través de un audio de Whatssap.