Hoy en día el concepto de vocación ha quedado un poco de lado, por el de “qué me da más” o el de “qué ocupación realizo para obtener mayores beneficios”. Muchas veces los mismos padres presionan a sus hijos a que se dediquen a profesiones lucrativas, desde el punto de vista económico, sin importarle la verdadera vocación del hijo.
La vocación de servicio es la puesta en práctica del bien común que en muchos casos tiene como recompensa la autorrealización personal, más que cualquier agradecimiento, reconocimiento o aplauso.
En la actualidad, no se concibe que un persona tenga vocación hacia algo que no de mucho dinero, ya que nos hemos acostumbrados a juzgar si algo es mejor o peor dependiendo de la cantidad de riquezas que genera. Incluso, se ha caído en el error de juzgar la felicidad de la gente, dependiendo de sus ingresos.
Además, el problema se acentúa cuando para ganar dinero, se piensa que hay que ser lo más egoísta posible y dejar a un lado a todos los demás. De esta manera, muchos creen que con no meterse con nadie ya están haciendo bastante y por eso se ocupan sólo de ellos mismos.
La vocación de servicio es algo innato en el ser humano, más desarrollado en algunos casos y suprimido en otros, que busca ante todo el bien del prójimo. No se conforma con obtener el bien individual sino que sale a batalla por el otro. Hay gente que se dedican en exclusivo a eso: como los religiosos, los maestros, los políticos (en teoría), los médicos, los policías, los bomberos, los luchadores sociales, entre otros.
No obstante, esta vocación no es, a diferencia de otras, exclusiva a determinadas profesiones, sino que se puede buscar y practicar siempre.
Una característica importante de las sociedades más desarrolladas es que los individuos poseen vocación de servicio cultivada y no se conforman sólo con su bienestar, sino que en algo contribuyen con alguna otra persona, con alguna organización benéfica o ente colectivo. De este modo, estas personas son incentivadas y aplaudidas por el hecho de contribuir con el bien común.
Lamentablemente, en nuestra sociedad existen muchas trabas para las personas que tienen vocación de servicio, tales como la corrupción, la presión social, la falta de tiempo, considerando el actual ritmo de vida, la falta de incentivos, la falta de recursos, pero sobre todo, la poca formación que hay en cuanto a los cultos religiosos y a los valores éticos y morales.
Esto, se ha traducido en una sociedad insensible, en donde las personas no tienen el más mínimo respeto por los demás, ya sean personas de bajos recursos, personas ancianas, por los inválidos y por las pocas personas que tienen vocación de servicio y que tratan de ayudar a todas las demás. Es así como se explica que los párrocos de las iglesias de nuestro país son robados constantemente por inconscientes y son difamados por los más inescrupulosos; los maestros son humillados por sus alumnos; los líderes sindicales decentes son criticados por los obreros que quieren robarle a sus patrones; los que se preocupan y trabajan por el condominio son insultados por sus vecinos indiferentes e individualistas; y los pocos políticos correctos son denunciados por los más hampones y mafiosos.
Resulta paradójico que quienes hablan de igualdad y justicia, hablan con odios, reconcomios y envidias. Si en realidad se quiere una sociedad más solidaria, más equitativa y más justa sembremos la semilla de la vocación de servicio y fabriquemos generaciones de seres humanos comprometidos, responsables y solidarios unos con otros.
Como se ve, es muy difícil llevar a cabo un trabajo por los demás en nuestro país, mantener una verdadera vocación de servicio sin ser objeto de la rabia de algún ególatra frustrado. Debe ser que estamos tan desacostumbrados de ver personas preocupadas por otras desinteresadamente, que nos parecen como anormales; y si se destacan, la envidia nos hace repudiarlos y atacarlos. Lo que no sabe muchas veces esa gente es que cuando hay un verdadero espíritu de lucha y cuando en realidad se quiere ayudar a los demás, esas críticas y esas embestidas lo que hacen es fortalecer y vigorizar la vocación y el compromiso que se tiene para con Dios y para con los demás.