A propósito de los 233 años de existencia de mi alma mater, la ilustre Universidad de los Andes, quisiera compartir con ustedes algunas líneas. Aunque existen muchas versiones acerca del origen de la “Universidad” como institución, algunos consideran la experiencia griega clásica (pitagórica, liceo, academia, la Stoa y el jardín de Epicuro) en esta onda no olvidemos la biblioteca de Alejandría, así como también la escuela de traductores de Bagdad. El mundo árabe y creo que este fue un aporte fundamental, también tuvo sus referentes como la universidad Al Qarawyin, en Fez Marrueco, aún operativa hoy en día. Pensar en la universidad occidental europea sin el aporte árabe no es posible. Son los árabes y africanos los que le imprimen sus principales características de centros multidisciplinarios de investigación y educación. La universidad europea occidental hace su aparición en la historia en el siglo XI. En esa época de transición de la aldea al burgo, los denominados “gremios” hacen su aporte en conocimientos de arquitectura, alquimia, astrología, artes, botánica, metalurgia, mientras las escuelas catedralicias y monásticas aportaron la filosofía, la teología, el tomismo, la escolástica, el neoplatonismo y el derecho. En sus inicios Universidad no se asociaba a un centro de estudios sino a una agrupación de saberes y personas que manejan con cierto nivel de destreza un arte u oficio.
Es indudable que el mundo, la historia y el conocimiento cambia radical y dramáticamente con el “descubrimiento” de América, por el elemento más retrasado de la Europa medieval, la España monárquica y católica. Con el trasplante de la sociedad europea al medio americano, la universidad europea occidental también toma junto al gobierno y el clero su lugar en la “nueva” sociedad. En sus inicios eran instituciones de la cristiandad reconocidas en muchas bulas papales y cuya función era la enseñanza en los términos sobre la concepción católica del mundo y del hombre. La nación más católica de Europa traspaso esa organización a la América. En este ínterin de la historia llegamos al 29 de marzo 1785, con la fundación del Real Colegio Seminario de San Buenaventura la actual Universidad de Los Andes. Es un acontecimiento de inmensa importancia para la región andina enmarcada en la antigua capitanía general de Venezuela
Desde sus inicios ha sido un centro gravitatorio del saber y el desarrollo del país. Su aporte a la sociedad venezolana es inconmensurable e invaluable. La universidad siempre ha sido asociada con la libertad de pensamiento y el otorgamiento de grados académicos. Pero la ULA ha sido mucho más. Ha sido campo de gloriosas y duras batallas, por las reivindicaciones estudiantiles, muchas de ellas enmarcadas y provenientes de la esencia de la Reforma de Córdoba. Muchas de esas batallas lamentablemente tuvieron su coste en vida humanas. La ULA siempre se ha caracterizado por ser más, que una simple institución de enseñanza que otorga títulos académicos. Es una forma de ver y sentir el mundo sin exclusión. Es la cosmovisión de un tipo de justicia social no en términos abstractos, sino que lleva la aplicabilidad de la técnica y el conocimiento. Es allí donde nace la sensibilidad social de nosotros, los ulandinos. Si algo es y ha sido reiterativo en mi vida estudiantil primero y profesional después, es el sueño con la universidad contestaría, rebelde popular y profundamente democrática que lucha y reivindica la independencia nacional y a su vez busca las soluciones para luchar contra la pobreza y la desigualdad. Recuerdo con nostalgia aquellas aulas donde me forjé, donde aprendí que ser ulandino es ir más allá del mito de la caverna platónica, es buscar realmente la luz y la sabiduría, donde el conocimiento y el ser profesional no es aislarse en una torre de marfil, es acercar ese cúmulo de conocimiento y aprendizaje al pueblo más necesitado. Pero esa inclusión costó vidas jóvenes que regaron con su sangre la utopía de un mundo mejor. Es por ello que uno de mis mayores anhelos es ver a mi universidad erigida en una herramienta para la liberación nacional, donde se materialice no solo la independencia política, sino que se construya desde sus aulas, construir la independencia económica y científica, la creación de un paradigma que signifique la superación de una vez por todas del rentismo no solo estructural sino cultural. Hoy cuando fuerzas oscuras y retrogradas tiene secuestrada a nuestra universidad, mi sueño cobra más fuerza y se convierte en un motivo más para continuar con la lucha que comencé en aquellos años y que con el tiempo se transformó en una forma de vida.
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