Vivir tras las rejas es un completo desafío. La mente se pierde y la desesperanza aparece, invade el pequeño espacio de hierro y concreto. La fe se trastoca y la tragedia se hace presente. Mientras más tiempo pasa, más depresión y tristeza, porque no es fácil enfrentarse a la realidad. ¿Por qué estoy en la cárcel siendo inocente?. Después de 20 años de injusto encierro, los policías metropolitanos Héctor Rovaín, Erasmo Bolívar y Luis Molina lo saben muy bien. Cada 11 de abril les recuerda el momento en que perdieron la libertad por delitos que se comprobó que no cometieron.
Desde el año 2002 la vida se les complicó. Ellos salieron a resguardar una manifestación, pero la política les pasó factura. Fue un proceso lleno de vicios, cargado de un marcado tinte político que le impregnó el fallecido Hugo Chávez Frías, quien los condenó sin pruebas pero con una autoridad que aún resiente el sistema democrático.
María Bolívar lo recuerda muy bien. La tía de Erasmo Bolívar no olvida aquellos días en los que, sabiendo de su inocencia, respiraban la tranquilidad que les aportaba creer en la justicia. 22 años después se lamenta de su ingenuidad. «Creímos en el sistema, le apostamos, no nos dábamos cuenta que era una farsa y que todo estaba montado».
Bolívar, al igual que Héctor Rovaín y Luis Molina, han pasado por varios penales en los 22 años que tienen en este proceso. Ellos se entregaron a las autoridades en abril de 2003. Hoy, desde el Centro Penitenciario Fénix, una terrible cárcel en la que comparten espacios con presos comunes, la vida se desarrolla en medio de la desesperanza y el dolor por la libertad perdida.
Rovaín, Bolívar y Molina forman parte del grupo de nueve funcionarios policiales acusados por los sucesos de Puente Llaguno, en Caracas, ocurridos el 11 de abril de 2002. Allí, videos captaron a una serie de pistoleros disparando desde arriba a la marcha que transitaba por la avenida Urdaneta, en Caracas. Pero quienes estuvieron presos desde esa época son los policías. Los comisarios Iván Simonovis, Lázaro Forero, Henry Vivas y el sargento Julio Rodríguez recibieron medidas sustitutivas de libertad por enfermedad. El comisario Marcos Hurtado y el cabo primero Arube Pérez cumplieron la totalidad de sus condenas, de 16 años y ocho meses y 17 años y 10 meses, respectivamente. Rafael Neazoa López y Ramón Zapata salieron en libertad tras el juicio.
En la cárcel siguen, 22 años después, Héctor Rovaín, Erasmo Bolívar y Luis Molina. Ellos, al igual que los comisarios Simonovis, Forero, Vivas y el sargento Rodríguez, fueron condenados a 30 años de prisión.
Derechos vulnerados, leyes incumplidas
Sus derechos humanos han sido totalmente vulnerados. María Bolívar insiste en que los tres ya tienen vencidas todas las medidas alternativas de libertad.
El destacamento de trabajo permite al recluso salir a trabajar y regresar al centro de reclusión cada noche. Puede recibir este beneficio cuando tenga la mitad de la pena cumplida.
En el régimen abierto se envía al recluso a un centro de tratamiento comunitario, donde trabaja y pernocta de lunes a jueves. Viernes, sábado y domingo duerme en su casa. Se otorga a partir de los dos tercios de la pena impuesta.
La libertad condicional establece medidas de presentación periódicas ante el tribunal y de ella se goza a partir de las tres cuartas partes de la pena. El confinamiento permite al recluso vivir a 120 kilómetros del lugar donde ocurrieron los hechos. En la última reforma del COPP se eliminó el confinamiento, pero los PM fueron juzgados con el código anterior, por lo tanto preservan sus derechos.
Los policías metropolitanos están amparados por la Ley de Redención Judicial de la pena, que conmuta un día en prisión por cada dos días estudiados o trabajados. El tiempo así redimido se les contará también para la suspensión condicional de la pena y para las fórmulas de cumplimiento de esta.
María Bolívar sigue esperando a su sobrino en casa. También lo hacen los familiares de Rovaín y Molina. La esperanza de que desde Caracas, como dicen todos los jueces ante quienes se han interpuesto medidas en demanda del otorgamiento de los derechos procesales que les corresponde, se reciba una llamada que los devuelva a sus casas se mantiene intacta. La llamada, sin embargo, aún no llega.
La tristeza, la depresión y la frustración ante tanto ensañamiento, se mantiene en los corazones de Rovaín, Bolívar y Molina. También en los de sus familiares.