La sociedad caníbal

El canibalismo, en efecto, ha sido siempre uno de los pretextos del colonialismo: la misma palabra “Caníbal” viene de caríbal, uno de los nombres dados por los españoles a las islas caribes y a sus habitantes> J. Attali: El orden caníbal. P. 22.

Un animal que come la carne de otros de su misma especie se define con el nombre caníbal y por ello a los hombres feroces y crueles también les toca esa definición. La Antropología, la Etnología y la Sociología tienen investigaciones relatando esa práctica con palabras como sagrado, ritual, mito, religión. Por ser un acto violento autores como E. Durkhein, G. Dumezil, R. Girard, R. Caillois y M. Eliade sitúan la violencia humana y las religiones dentro de tales prácticas. En mi opinión donde hay poca tradición investigativa es dentro del discurso político ubicando esa práctica. Sin embargo, podríamos intentar investigar desde las corrientes del derecho, del poder y los modos de producción conocidos: El esclavista, el aborigen, el feudalismo, el capitalismo y los socialismos burocráticos de corte leninista-nazista. En efecto, cuál mejor idea caníbal que esa de la mano negra del mercado regulando ¿quién vive y quién no?; o esa de utilizar los recursos del Estado para mantener una población cautiva con el intercambio de votos por miseria a los fines de garantizar que el burócrata de turno se reproduzca. Nunca imaginé la frase de Federico Nietzsche. <El próximo siglo será mío> dicha con gallardía como para darle cuerpo real al <Sálvese quien pueda> en esta Venezuela cuya cotidianidad es lo más cercano a la barbarie. No invento nada en esto y tampoco soy creativo. Allí están los abusos del comerciante con la tarjeta de débito, los bachaqueros, los banqueros, los aparatos ideológicos y represivos de Estado que tan bien definió Luis Althusser, uno de mis maestros en eso de renovar el marxismo, léase “Para leer el capital”. Casi desde un discurso sagrado frente a lo profano intento comprender esta cotidianidad salvaje marcada por la resignación colectiva en las colas o desde las emociones desbordadas cuando llega la limosna del mercado de la comida controlada. Veo con horror el todos contra todos por un plato de lentejas aunque sin éstas, como enseñaba Diógenes el padre de la filosofía cínica para tener dignidad. ¿Cómo entender sino desde el ritual y el mito la muerte por aburrimiento de ese tan predicado espíritu de rebeldía del venezolano narrado por los historiadores para los patriotas contra los realistas españoles? En mis estudios sobre la violencia aprendí que a la paz se llega cuando se educa el valor autonomía, por él se ejerce la libertad. No por azar, el orden caníbal en los totalitarismos conocidos inicia su cultura desde el asesinato de esos valores. La tesis es esta: La violencia contra otro es inversamente proporcional a la falta de autonomía y de la seguridad personal. Esta es la clave para no repetir la violencia como proyecto político, pues al final el precio es la instauración de un orden caníbal. El populismo en la medida en que le otorga a la palabra pueblo virtudes que no tiene también termina en ese agujero cruel. Ese con otros ingredientes claves: elimina el mérito y el orgullo de ganarse el sustento con el trabajo. Al lado de ellos tal orden caníbal va instaurando un discurso de leyes y normativas que por su difícil cumplimiento garantiza la impunidad y de esa manera la anomia pasa a ser un tipo de anarquismo que le da energía social al canibalismo donde cada quien se come a otro dentro de una metáfora angustiante, pues no se sabe qué pasara el día siguiente. Discursos que desde el Estado convierten el mercado, la mercancía y el dinero en un juego sin reglas definidas y de esa manera el otro síntoma clave es la pérdida de confianza. Por supuesto el asunto a definir es quién es la víctima de tal orden y cuáles son los victimarios. Caníbales hay en todos lados y no solamente del proyecto político de tal orden, sino hasta los que dicen oponérsele. Saque sus conclusiones.

camiloperdomot@gmail.com

@CamyZatopec

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