Frank Bracho / 7 de abril de 2025
La reciente y prolongada enfermedad del actual Papa ha servido para que los ojos del mundo se posen más en el balance de su corta pero sustanciosa gestión, de poco menos de 12 años.
Una gestión «corta», pero muy controvertida y creativa, en verdad. Y ciertamente, lo ha sido en uno de sus aspectos más prominentes: «La Reforma de la Agenda Propia Eclesial».
Un tema muy apropiado ante la proximidad de una Nueva Semana Mayor, pero también, como un aspecto vital de la actual profunda crisis mundial. Este tema va mucho, pero mucho, más allá de la gestión del Papa Francisco.
(Aunque lo divino, en verdad, como tal, «no tenga ni tiempo ni espacio» y se trate más bien de reaprender algo perdido que de «aprender algo nuevo»).
En este último sentido, el inusitado «reformismo» del Papa católico no ha hecho sino responder a un inherente clamor mundial universal de los últimos tiempos: el de «Más Participación de Todos, por el Común Todo», sin perder las características propias y genuinas de cada quien.
De hecho, este tipo de renovada «universalidad» es lo que significa el término «católico». Para Francisco, se ha tratado, en definitiva, en su incesante búsqueda de peregrino, de:
Una «Renovada Universalidad de Unidad en la Legítima Diversidad».
A partir de una Iglesia genuinamente universal, que ya no puede ni debe seguir siendo mayoritaria hegemónica (aunque los cristianos, en su conjunto, sigan siendo «la porción religiosa más grande del planeta»), pero que sí puede y debe ser «ejemplar bisagra / fermento» para los grandes cambios que necesita, con urgencia, el mundo actual.
(Esta situación se asemeja a la «gran estatura ejemplar moral» que tuvo la naciente Iglesia, durante el sin precedentes crecimiento mercurial que experimentó en aquellos tiempos de «la persecución romana»).
Por todo ello, el reformismo de Francisco ha tocado temas que, como feligreses interesados, nosotros mismos hemos hecho público eco:
- La ampliación de la llamada «Doctrina Social de la Iglesia» (postulada por León XIII, a inicios del siglo XX), a fin de incluir más:
- El tema de la «útil noble ocupación», más que el del mero salario (como lo exige «la entera Civilización del Amor»).
- El tema de los «deberes sobre los derechos» (como lo sugiere la ética de fondo).
- «Lo verde» o «Laudato Si», al estilo de San Francisco de Asís (SFA), y las cuatro patas de la gran mesa del resumidor «Primer Mandamiento».
- Atender las pautas de San Francisco de Asís, el más parecido a Jesús entre los santos: bajar el énfasis en tanta «pobretología», para subirlo a «los más necesitados» y ponerlo en los anawims (ver nuestro artículo en la web: «Mito y Realidad de los Pobres»).
- Reexaminar que la santidad y la transfiguración no han de ser cosa de algunos, sino de todos (ver nuestro artículo en la web: «La Transfiguración como Epicentro»).
- Mucho, pero mucho, más genuino ecumenismo interreligioso multicultural, a fin de honrar el precepto del Evangelio: «Que todos sean uno, para que el mundo crea» y el ejemplo de «Unidad en la legítima diversidad» (sobre todo, en el actual «Año Jubilar de la Esperanza»).
Hacer todo lo anterior desde el corazón y la compasión, más que desde los libros o las cabezas, porque solo en esa «Perdurable Divina Paz» puede estar la salvación.
En suma, más que una Doctrina Social de la Iglesia, se trataría de una Doctrina Social y Ambiental Universal, de la iglesia de todos, y por el Todo. (Ver también nuestro artículo en la web: «Caminar Juntos a la Luz de la Fe»).
¡Feliz y Santa Semana y Tiempo Mayor Fraternal, para Todos!