La procesión va por dentro | Por: María Eloina Conde

 

Después de la gigantesca expectativa generada durante la campaña y elección presidencial del 28 de julio pasado, el tiempo en Venezuela no parece seguir más el curso de calendarios y relojes. Es difícil decir si el 28 de julio ha quedado muy atrás o si de hecho no se acabará hasta que hayan resultados confiables mesa por mesa que demandan nuestras leyes y exigen diversos entes internacionales, así como los electores venezolanos. Hay muchas preguntas que están en el aire y que es difícil contestar con la poca información que tenemos sobre lo que se desarrolla puertas a dentro, no sólo del palacio de gobierno sino también en cada uno de los cuarteles militares distribuidos en todo el territorio nacional, lo que abre la puerta a muchas especulaciones, rumores de pasillo, noticias de fuentes extraoficiales, y hasta estudios de lenguaje corporal de cada una de las apariciones o alocuciones de los altos jerarcas del gobierno.

Las actuaciones gubernamentales desde el mismo 28 de julio en la noche hasta estos pocos días del mes de septiembre enturbian aún más un panorama que ya era muy complejo.

Hemos visto la liberación de casi todos los menores de edad detenidos durante las protestas posteriores al anuncio del resultado de la elección, todas con medidas cautelares y prohibición para hablar públicamente acerca de lo que vivieron en sus detenciones, en las que se impidió la defensa privada y hubo audiencias masivas, mismas que jamás debieron suceder en un país que pregona una ley como la LOPNA y asegura cuidar de sus niños y su futuro. También una orden de captura a Edmundo González Urrutia, sin ejecutar —detalle no menor si sumamos el número que manejan ONG’s como foro penal de detenciones arbitrarias sin ningún tipo de proceso legal previo o posterior— lo que a su vez generó una oleada de muestras de apoyo de gobiernos extranjeros a su persona y exhortaciones a respetar sus derechos políticos y humanos. Mientras tanto, el CNE sigue sin publicar los resultados desglosados por estados, municipios, parroquias, centros de votación y mesas, con lo que se encuentra fuera de todos los plazos establecidos por ley e incluso en el discutido dictamen del TSJ. ¿Será que existen contradicciones estratégicas sobre todos estos temas dentro del gobierno nacional? Es sólo una de las muchas interrogantes comunes en una Venezuela que camina en lo que parece ser un viacrucis interminable.

Además se ha anunciado que se adelanta por decreto la Navidad al 1ero de octubre —como ya se hizo en los años 2013 y 2020— en búsqueda no sin ansiedad de que la atención vaya en otra dirección, esa imperante necesidad de volver a una normalidad que la población venezolana hace mucho que no vive, aunque no deja de soñar con ella.

Y pese a que no llegan las respuestas, sabemos que no todo es calma en el partido de gobierno y sus aliados ni en las mismas instituciones públicas, en las que luego de anunciado el resultado de la elección se han generado despidos masivos —en una especie de purga interna— verificados por medios confiables y otros con denuncias públicas en redes sociales, lo que sin duda puede generar aún más molestias puertas adentro de lo que hasta hace meses parecía un aparato político monolítico y que muestra claros desacuerdos internos que podrían llevarlos a una situación límite en el juego de poder de sus mismas fracciones en una procesión que camina como en su momento lo hizo “la espada de Bolívar por América Latina”,  pero que muestran algunos reacomodos tras los cambios en el gabinete ministerial.

Mientras tanto, en el plano internacional también se desarrollan actuaciones que podrían generar impacto en el costo de permanencia en el poder que parece estar elevándose con el paso de los días. La crisis de legitimidad y la pérdida de confianza institucional alcanza incluso a aliados estratégicos históricos del proyecto chavista que comenzó con la elección presidencial de 1998 y que llegó a liderar una coalición amplia en toda la región que ahora parece contar sólo con Honduras, Cuba, Nicaragua y Bolivia, mientras que gobiernos con líderes de la izquierda tradicional como Brasil y Colombia en esa lucha por mantener vivo el legado revolucionario han anunciado a través del canciller de Colombia una reunión en la que los presidentes de su país Gustavo Petro, de Brasil Luis Ignacio Lula Da Silva y el saliente presidente de México Andrés Manuel López Obrador en la que buscan mediar mediante conversaciones alguna negociación que ponga fin al conflicto político venezolano o al menos destrabarlo, misma que ha logrado la atención de la prensa mundial pero sin llegar a cumplir con la expectativa. En paralelo, el departamento de justicia de Estados Unidos, anunció un nuevo bloque de sanciones personales a altos funcionarios del gobierno venezolano y una lista no publicada de sus familiares y colaboradores en este país, además de la confiscación de un avión en República Dominicana como parte de investigaciones del mismo estado norteamericano, medida que ha generado muchas reacciones y sin duda molestias y preocupación.

A todas luces parece ser la tormenta perfecta. Las bases de respaldo oficialista muestran grietas que siguen en aumento con el paso de los días —porque esas mismas bases estuvieron presentes en cada uno de los centros de votación y saben muy bien cómo se desarrolló la jornada— y esto pudiera generar aún más contradicciones internas y diferencias estratégicas en el accionar del gobierno o apoyo a González Urrutia. Además la oposición aglutinada en la plataforma unitaria parece estar más cohesionada que antes, aún con la persecución y detención de muchos de sus principales líderes, asesores y colaboradores, en una clara muestra de valentía: se confirma que en esta lucha la solución en cualquier escenario incluye un riesgo claro y no se puede subestimar a quien lo ha perdido todo porque en esa pérdida también se va el miedo.

En esa procesión que genera más incongruencias con el paso de los días hay algo claro y es que el dominio y control gubernamental no se traduce al dominio y control del juego político, aunque muchas interrogantes como ¿Cuál es el futuro del país? o ¿Cuál es el futuro del proyecto chavista original? siguen sin respuestas definitivas, el mismo sujeto político que fue bandera para llegar al poder —cuando muchos de nosotros éramos solo unos niños— hace un cuarto de siglo, es el mismo sujeto que pide se respete su soberanía. Es imposible no sentir que se está en una quietud que precede a nuevas tormentas porque aunque no haya evidencia contundente, hay demasiados indicios.

Mientras tanto esa procesión va por dentro.

 

María Eloina Conde

Septiembre 8, 2024.

@MariaEloinaPorTrujillo

 

 

 

 

 

 

 

 

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