Por. María Eloina Conde
En un momento como el que atravesamos como nación, sería pertinente recordar la conocida frase del expresidente estadounidense John Kennedy: “No pienses qué puede hacer tu país por ti. Piensa qué puedes hacer tú por tú país». Y parafraseando podemos preguntarnos ¿debemos considerar qué puede darnos la unidad a cada uno o qué podemos aportar a la unidad de Venezuela?
Existe un viejo cuento popular del que hay muchas versiones según el idioma o la cultura en el que se lea que puede resultar muy útil recordar. Allí se relata sobre un peregrino que llega a una aldea, hambriento, pero sin nada en sus bolsillos salvo una piedra. Este personaje se las ingenia para hacerles creer a los aldeanos que se trata de una piedra mágica que si se agrega a una olla con agua hará con ésta la más deliciosa de las sopas.
Al comenzar la preparación, uno tras otro, los lugareños se acercan al fuego y se animan a participar colocando en ella algún ingrediente, esos mismos que habían negado previamente a la llegada del peregrino al pueblo. Luego de que «la piedra mágica» hiciera su trabajo, tenían como resultado una sopa exquisita que compartieron entre todos sin darse cuenta de que se trataba de una piedra común y corriente, lo único que había cambiado era su apertura y generosidad al momento de preparar la sopa.
Esta historia nos deja grandes enseñanzas: la cooperación y la generosidad pueden producir resultados sorprendentes. Algunas veces basta con algo de ingenio y creatividad para encontrar la clave que solucione los problemas presentes y sin duda no se puede subestimar el valor del compartir, aunque los recursos sean escasos o limitados.
Hoy la unidad opositora venezolana enfrenta una tarea histórica, de máxima responsabilidad, y podría ayudarle a refrescar en la memoria de su dirigencia este relato y aplicar en cada rincón y en todos los niveles sus enseñanzas. Porque, aunque no venga nadie con una piedra mágica, es momento de todos entender como nación y como unidad que debemos generar las acciones necesarias para que en medio de la adversidad que vivimos, podamos priorizar sin romanticismo una vía que nos conduzca no sólo al cambio político de Venezuela sino a la reconciliación entre hermanos, a ese construir ladrillo por ladrillo el cambio en positivo de nuestra calidad de vida y que nos ayude a una convivencia más humana y cercana a nuestro gentilicio y forma de ser.
Dice un viejo dicho que político que no tiene ambiciones no es político. Pero hay formas y contextos. Incendiar puentes que son y serán necesarios no es inteligente, no es sensato y para nada ayuda a la transición que ya ha comenzado. Tampoco amarrarnos a un nombre o a una circunstancia que consideramos ideal o volcar insultos y caricaturas para mofarse de quien no encaja en nuestra ilusión personal: debemos parar. Es fundamental pensar con la cabeza y dejar a un lado al corazón para caminar sobre el campo minado en el que nos encontramos.
En el sentido opuesto y con el reconocimiento de que todos los actores son importantes y necesarios para la reconstrucción del país, de que esa unidad es la base fundamental para comenzar, tendríamos que ser cada uno de nosotros un aldeano de la historia y hacer que el cambio en favor de la unidad comience en nosotros e ir agregando nuestro mejor ingrediente procurando que la sopa resultante sea rica en sabor y en cantidad para todos los que forman parte de esta comunidad nacional que requiere como nunca antes, buscar espacios de coincidencia.
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