Diversos autores han planteado que cuando una persona se concentra en el objetivo de ‘ser feliz’ entonces es muy difícil que lo logre, o lo logra de manera deficiente. En contraste, cuando no busca directamente ‘ser feliz’ sino que se concentra en actividades que contribuyen a la felicidad, entonces de una manera colateral, indirecta, puede ocurrir que logre ser más feliz. Eso ha sido denominado ‘La Paradoja de la Felicidad’. Pero antes de ver las apreciaciones de varios autores, consideremos un ejemplo para ilustrar tan sorprendente paradoja. Imaginemos un atleta obsesionado con ‘ser feliz’ al ganar en una competencia y obtener el ansiado trofeo. Entonces puede suceder que por esa obsesión no se concentre adecuadamente en su actuación durante la competencia y no gane.
Viktor Frankl (1905-1997) fue un neurólogo y psiquiatra austríaco judío que sobrevivió desde 1942 hasta 1945 en los terribles campos de concentración nazis de Auschwitz y Dachau. Luego fundó la disciplina conocida como ‘Logoterapia’ y en el año 1946 publicó su conocida obra: ‘El Hombre en Busca de Sentido’. En el presente artículo no hablaremos sobre la Logoterapia y solamente citaremos un fragmento de su obra que ilustra muy bien la mencionada ‘paradoja de la felicidad’, aunque él no fue el primero en plantearla formalmente. Citemos: “De manera suficientemente irónica, del mismo modo que el temor ocasiona que ocurra eso que tememos, similarmente una intención forzada hace imposible lo que uno desea con fuerza. Esta intención excesiva o ‘hiper intención’, como yo la llamo, se puede observar particularmente en casos de neurosis sexual. Cuanto más trata un hombre de demostrar su potencia sexual o una mujer trata de demostrar su capacidad de experimentar orgasmo, menos son capaces de lograrlo. El placer es, y debe permanecer siendo, un efecto colateral o un efecto secundario, y es destruido o dañado en el grado en el cual se convierta en un objetivo en sí mismo” (1).
El primer autor que planteó de manera formal tal paradoja fue el filósofo inglés Henry Sidgwick (1838-1900) en su obra: ‘Los Métodos de la Ética’ (1874), aunque él la denominó: ‘La Paradoja Fundamental del Hedonismo’ donde el término ‘hedonismo’ proviene del griego ‘hedone’: ‘placer’. Citemos sus palabras: “Consideremos el caso de un hombre dedicado a conseguir algún objetivo, que mantiene su principal meta consciente fijada de manera perpetua en el placer que espera lograr cuando la alcance. Él no captará todo el espíritu de la búsqueda; su obsesión nunca obtendrá justamente la agudeza de filo que da al placer de la búsqueda su mayor deleite. Esto nos lleva a lo que podemos llamar la paradoja fundamental del hedonismo: si el impulso hacia el placer es demasiado predominante entonces derrotará su propia meta” (2). Sidgwick plantea que hay que tratar de disfrutar la ‘búsqueda’ de un objetivo sin obsesionarse con el placer que se espera al conseguir ese objetivo.
Veamos ahora la apreciación del filósofo y economista inglés John Stuart Mill (1806-1873) que al final de su vida publicó en 1873 su ‘Autobiografía’. En esta obra no propuso formalmente tal paradoja, pero sí la describió, y algunos autores consideran que la propuso un año antes que Sidgwick y fue el primero en hacerlo.
Citemos sus propias palabras: “Yo nunca, en realidad, cambié mi convicción de que la felicidad es el fundamento de todas las reglas de conducta y el objetivo de la vida. Pero yo pensaba que este objetivo sólo se alcanza cuando no se convierte en el objetivo directo. Solamente son felices esos (yo pensaba) que tienen sus mentes fijadas en algún objeto distinto a su propia felicidad; fijadas en la felicidad de otros, en el mejoramiento de la humanidad, inclusive en algún arte u objetivo, buscado no como un medio, sino buscado en sí mismo como un objetivo ideal. Al tener sus mentes dirigidas hacia algo distinto, ellos encuentran felicidad en el camino. Los disfrutes de la vida (así era entonces mi teoría) son suficientes para hacer que una cosa sea placentera, cuando ellas son tomadas ‘en passant’, sin que sean un objeto principal. En cuanto se hacen como algo principal, de inmediato se sienten como insuficientes. Ellas no aguantan un escrutinio examinador. Pregúntese si usted es feliz y usted dejará de serlo. La única posibilidad es tratar, no la felicidad, sino algún fin externo a ella, como el propósito de la vida” (Capítulo V). Hay que aclarar que ‘en passant’ en francés es “capturar de paso un peón en ajedrez”. Vemos que John Stuart Mill plantea que la felicidad se puede alcanzar como algo colateral cuando una persona se dedica a realizar objetivos loables.
Veamos ahora la apreciación del filósofo alemán Friedrich Nietzsche (1844-1900). En su colección de anotaciones escritas entre 1883 y 1888, y publicadas de manera póstuma como ‘La Voluntad de Poder’ Nietzsche dice: “…es notablemente ilustrativo colocar ‘poder’ en lugar de ‘felicidad’ individual (…) ‘Hay un esfuerzo por lograr poder, por un incremento del poder’; — el placer solamente es un síntoma del sentimiento de poder alcanzado, una conciencia de la diferencia (– no hay un esfuerzo para lograr placer: pero el placer sobreviene cuando se ha alcanzado eso por lo cual se ha hecho un esfuerzo: el placer es un acompañamiento, el placer no es el motivo –)” (3).
El filósofo francés Luc Ferry (nac. 1951) señala que según Nietzsche: “La voluntad de poder no es la voluntad de conquistar, de tener dinero e influencias, sino un profundo deseo para una máxima intensidad de vida, para una vida que ya no esté empobrecida y escindida por auto-divisiones sino por el contrario vivida al máximo” (4). Según Ferry, podríamos interpretar lo que dice Nietzsche de la siguiente manera: Cuando una persona logra superar escisiones en su personalidad que la debilitan adquiere más ‘poder’ para vivir con más intensidad y eso de manera colateral proporciona placer.
Entonces quizá podríamos pensar que sumergirnos plenamente en una actividad placentera sin angustiarnos por las metas, nos proporciona una dicha más profunda y duradera. Por supuesto, ambas cosas no son incompatibles y se pueden combinar, pero lo importante es no dar más importancia de la debida a alcanzar las metas.
El gran dramaturgo y cuentista ruso Antón Chéjov (1860-1904), aborda tangencialmente ese tema en una de sus obras de teatro más importantes: ‘La Gaviota’ (1896). En esa obra en cuatro actos, el joven K.G. Tréplev tiene ambiciones de ser un buen dramaturgo y está enamorado de Nina M.S., una joven que aspira a ser una gran actriz de teatro. En una ocasión Tréplev organiza una representación privada de una obra de teatro que ha escrito, pero fracasa estrepitosamente y los asistentes se ríen de manera burlona. Hasta la propia madre de Tréplev llamada Irina N.A., que fue actriz en el pasado, hace comentarios denigratorios sobre la obra. Entonces Tréplev se considera un fracasado y teme que Nina le haya perdido todo respeto y amor. Además a Tréplev le desagrada mucho ver que Nina tiene muchas atenciones con B.A. Trigorin, un renombrado escritor que ha sido amante de su propia madre (Irina). En su desesperación Tréplev mata una gaviota y la pone en los pies de Nina, como símbolo de sus aspiraciones de metas frustradas. Nina se va con Trigorin después de que Tréplev, sumamente afectado, ha intentado suicidarse sin lograrlo.
Dos años después, Tréplev ya ha logrado ser un escritor capaz, y Nina vuelve porque Trigorin se ha ido y la ha abandonado. Entonces Nina le dice a Tréplev que ella es como una gaviota que ha sido destruida por un capricho momentáneo de un hombre. Nina se va y Tréplev, que otra vez se siente muy mal, se suicida.
En la obra es interesante analizar cómo algunos personajes interpretan lo que ha sido su propia vida y las metas que han alcanzado o no han alcanzado. Por ejemplo, todos consideran que Trigorin es un autor realizado y famoso que debe ser muy feliz. Sin embargo, en la realidad no es así. En una parte de la obra Trigorin está conversando con Nina y ella le dice: “¡Su vida es maravillosa!”. Pero Trigorin le responde : “¿Qué le encuentra de particular?. Tengo que irme (…) Usted ha puesto el dedo en la llaga, como se dice, y yo estoy nervioso y un poco fastidiado (…) Sí, escribir es agradable. Corregir las pruebas también es agradable, pero….en cuanto algo aparece ya no lo soporto, veo que no era eso, que fue un error, que no debí haberlo escrito y me siento fastidiado y deprimido (…) Cuando me muera los amigos que pasen cerca de mi tumba, dirán: “Aquí yace Trigorin. Fue un gran escritor, pero Turguenev escribió mejor” (Acto IV).
Chéjov se refiere al notable escritor ruso Ivan Turguenev (1818-1883), que entre otras obras escribió: ‘Padres e Hijos’ (1862), que ha sido la obra pionera de la llamada ‘filosofía materialista nihilista’.
El anterior pasaje de la obra de Chéjov sugiere que un escritor, por más exitoso que sea, siempre se puede comparar con otros escritores que sean más exitosos, y por eso siempre puede considerarse desdichado en términos relativos.
Por otro lado, en la obra P.N. Sorin es hermano de Irina y en una parte de la obra dice: “Hubo un tiempo en mi juventud que quise ser un literato y no lo fui, quise hablar con belleza y hablaba abominablemente” (Acto IV). Entonces el médico E.S. Dorn le dice que logró ser Consejero de Estado, pero Sorin le responde que no está satisfecho con haber logrado ese cargo y dice: “Eso no lo quise. Salió solo” (Acto IV). Es decir, Sorin no está satisfecho con haber logrado algo que otras personas consideran muy importante, como ser Consejero de Estado.
Ya al final de la obra, Nina expresa algo que quizás es muy importante para la vida de todo ser humano. En efecto, Nina le dice a Tréplev: “Trabajo con fervor, con pasión, estoy como poseída en el escenario y me siento espléndida. Ahora que estoy aquí, camino, camino y pienso, pienso y siento que cada día crecen las fuerzas de mi alma…..Ahora sé, comprendo, que en nuestro oficio – es lo mismo escribir o hacer teatro – lo esencial no es la fama, ni el brillo, ni aquello con lo que soñábamos, sino saber resistir (…) cuando pienso en mi vocación no temo a la vida” (Acto IV). Entonces Tréplev le responde : “Usted ha encontrado su camino, sabe adónde va, pero yo sigo vagando todavía en un caos de ensueños, de imágenes, sin saber para qué ni a quien le hacen falta (…) No sé cuál es mi vocación” (Acto IV).
Esto que expresa Nina al final de la obra quizás es muy importante. Hay un dicho anónimo de la filosofía oriental ZEN: “Cuando buscas algo entonces no lo consigues”. Ese dicho se puede interpretar de muchas maneras, pero una posible interpretación es la siguiente: Cuando anhelamos mucho lograr algo como ser felices entonces es más difícil alcanzarlo. También puede suceder que cuando creemos que nos vamos a sentir muy satisfechos al alcanzar una meta, entonces puede ocurrir que la alcancemos, pero nos sentimos desconcertados, porque no nos sentimos tan satisfechos como esperábamos. Quizás eso le sucede a Tréplev cuando le expresa a Nina que no ha encontrado su camino.
Por otro lado, es pertinente decir que una persona no solamente puede tener actividades y metas literarias, porque en realidad hay muchos tipos de actividades y metas dignas de realizar en la vida: perfeccionamiento moral, ejercicio físico, actividades deportivas, actividades musicales o artísticas de muy diversa índole, actividades sociales y políticas, crianza de los hijos, etc. NOTAS: (1) Pag. 145 en Viktor Frankl (1984, revised edition) ‘Man’s Search for Meaning’. Washington Square Press Books. La cita se encuentra en la ‘Parte Dos’ titulada: ‘Logoterapia en pocas palabras’, en la sección titulada: ‘Logoterapia como una técnica’. (2) Pag. 22 en Henry Sidgwick (1874) ‘The Methods of Ethics’. La cita se ha tomado de la sexta edición de 1901, del ‘Libro I’, Capítulo 4: ‘Placer y Deseo’, sección: ‘Placer y Deseo’. La lectora o lector pueden ver la obra por internet en www.earlymoderntexts.com/pdfs/sidgwick 1874.pdf (3) Pag. 366 en Friedrich Nietzsche ‘The Will to Power’. A New Translation by Walter Kaufmann and R.J. Hollingdale. Random House (1967). La cita se puede ver en el Libro III: ‘Principios de una nueva evaluación’, en la sección II: ‘La Voluntad de poder en la naturaleza’, 3. ‘teoría de la voluntad de poder y de valores’, parágrafo 688 (marzo-junio de 1888). (4) Pags. 176-177 en Luc Ferry (2010) ‘A Brief History of Thought’. HarperCollins.
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