Usualmente no dedico artículos a este tipo de temas, a menos que se trate de servicios públicos indispensables. Me ha bastado la red social Twitter para exponer mis quejas en esta área y en varios casos obtener respuesta positiva de las empresas involucradas. Sin embargo, ha sido tanta la desidia de la empresa SúperCable, tan frecuentes su irrespeto para con sus clientes, entre ellos quien suscribe, que no me ha quedado más remedio que invertir este valiosísimo espacio, en señalar lo que todos sus usuarios saben y que CONATEL también debe conocer, pero que por alguna obscura razón se desentiende del evidente fraude que se comete contra la gente y abandona negligentemente lo que son sus funciones.
Veamos los hechos lo más objetivamente. SúperCable es una empresa que presta servicios para la recreación, lo que para algunos podría significar que sus falencias no deben ser motivo de la preocupación del Estado, pues es un contrato de un servicio no indispensable entre particulares. Si el servicio no gusta, pues se descontinúa y asunto arreglado. Pero no. No es tan simple. La empresa, para prestar ese servicio, utiliza los espacios públicos, es decir de todos, para instalar sus equipos y hacer llegar su cableado. Usa además una señal satelital que transita en el espacio aéreo venezolano, propiedad de todos los nacionales, y si además ésta proviene de uno de nuestros satélites, su compromiso y deuda con la nación toda es más que evidente.
Además, el servicio que presta lo hace con carácter monopólico, por lo que no se dispone de otras empresas similares a las cuales acudir. Esto la lleva a prestar un servicio pésimo y costosísimo, pues no tiene competencia. Y califico de pésimo el servicio pues la señal visual es deficiente, muchas veces inexistente; el audio es defectuoso en muchos canales, las interrupciones del servicio son frecuentes, muy prolongadas y sin explicaciones, y en forma inaudita la empresa no descuenta del cobro los servicios no prestados, por lo que existe un enriquecimiento sin causa: un verdadero fraude al consumidor. Desde hace meses, la empresa ni siquiera envía una factura electrónica, sino que se limita a remitir un mensaje de texto en el que señala el monto que se debe pagar, amenazando al mismo tiempo con la desconexión del servicio y el cobro posterior de gastos de reconexión. ¡Insólito!
El servicio ha incrementado el precio exorbitantemente, prácticamente todos los meses, sin previo aviso, en un monto superior al de la inflación. Ahora incluso, según me explicó una dama que me llamó telefónicamente en relación con mi deuda, luego que les hice una visita a la sede de Macaracuay, inventaron los gastos de cobranza, más de 3 mil bolívares que luego serán 6 o 12 o lo que quieran, pues se sienten guapos y apoyados. Este servicio, si bien no es indispensable para la vida, es parte del confort contemporáneo y se hace importante en una ciudad, donde salir a la calle para distraerse cada vez es más difícil y muchas veces peligroso. Un gobierno que se la pasa hostigando a empresas productivas, que habla del capitalismo salvaje y de los fraudes empresariales, sin embargo, en forma inaudita permanece callado ante una empresa que se burla de sus usuarios y los estafa.
¿Qué hace CONATEL al respecto? ¿Sólo actúa para cerrar programas de radio y de TV de no afectos al gobierno? ¿Sólo clausura emisoras y bloquea portales electrónicos por motivaciones politiqueras? ¿Cuál es el negocio que tiene con las cableras, que les permiten actuar delictivamente? ¿Y el mazo de Diosdado? La gente con seguridad por fin lo aplaudiría si se ocupara de este asunto.