Podría advertirse que estamos viviendo los venezolanos un momento estelar, importante. La crisis se ha generalizado, todo está tocado por el espíritu del resentimiento. “Re” significa un sentimiento marcado, herido, metido allí donde se repite, insiste en estar presente. Pero, al mismo tiempo, por el efecto de “repetirse tanto”, tiende a degradarse, a diluirse. Entonces, para uno no toparse con esa persona resentida (o al revés), cambias de acera. A pesar de todo, ese ser resentido, sigue allí solapado, calculando para herir, incluso, matar. La sociedad venezolana está llena de resentidos, sus discursos y sus acciones, en la mayoría de los casos, apuntaban a tal fin: dividir nuestros sentimientos colectivos y tal proceso nos resintió demasiado. Somos un cuerpo resentido.
Si el conflicto ha sido cruento (y poco analizado), hegemónicamente dirigido por gente resentida con muchos instrumentos para el resentimiento, volver al sentimiento de lo común, de lo compartido (si alguna vez lo hemos tenido) será mucho más complejo porque las bases culturales de lo venezolano están seriamente trastocadas. Los cuentos que contamos sobre la vida de las personas, usualmente están tocados por el abuso, la intolerancia, la manipulación y el miedo. Desde esta perspectiva se sustenta la pérdida de los espacios comunes, hechos para compartir y no partir. Y la pérdida de los derechos humanos y la constitucionalidad que los soporta.
Es preciso comprender la importancia de recuperar los espacios comunes. El más importante lugar para compartir es la casa. Si sintetizamos la propuesta, el imprescindible proceso de recuperación del sentido común, de la vida compartida y de los derechos abarcaría el movimiento que va desde la casa común, la casa, a la casa compartida por todos, la casa planeta, la casa placenta de todos.
En cada familia o pueblo existe la experiencia de lo común, de compartir la casa. Echar mano y cabeza a esta memoria de lo común ayudaría a ser más pueblo. No es “el tío Sam” ni otros tíos poderosos los que nos darán la fórmula para ser libres ni felices.
Los traficantes de pueblo tienden a cambiarse de acera y ahora pueden aparecer por televisión a decirnos lo que debemos hacer. Debemos tener claro que volver a lo común es mucho más complejo de lo que parece. Es imprescindible decirnos la verdad sobre la situación de la casa, la situación real, simbólica y espiritual para entender cuáles son los materiales idóneos para reconstruirla “libre e independiente”.