La mega-elección es una vieja y fracasada película, montada por Chávez, Miquelena y J.V. Rangel en el 2000. Colocaron al frente del CNE a Estanislao González y Eduardo Semtei (el 28…el 28…) La selección era con tarjetones, y su objetivo fue reducir al mínimo a la oposición, golpeada por la Presidencia del comandante y la nueva Constitución. No pudo hacerse como querían. Real y técnicamente no era factible. El colapso del CNE fue casi total. La fecha de mayo terminó siendo el 30 de julio, y la escogencia no pudo ser única, sino dividida: Presidencia, AN, gobernadores y alcaldes en una tanda; dejando a los consejos legislativos regionales y concejos municipales para otro momento.
Esta del 2018, propuesta por Maduro y Diosdado, es un infame calco, que no habla de sabidurías, sino de retrocesos y primitivismos. Pretende hacerse en una versión digital irrealizable. Es tanta la insensatez que ya Tibisay Lucena y Delcy Rodríguez, flamantes e írritas presidentas del CNE y de la ANC, indicaron la “inviabilidad” de poder realizarla el 22-A, como lo deseaban los jerarcas, alegando lo avanzado que se encuentra el cronograma de las presidenciales. Aún cuando coincidieron en que evaluarán posibles fechas para ejecutar el resto de los procesos solicitados, donde se escogería a los componentes del Poder Legislativo nacional, regional y municipal. Veremos el agua que pasa bajo esos puentes.
En el año 2000, cuando la pretensión y el ansia de poseer todo el control institucional del país que siempre desbordó a Hugo Chávez, basado en la debilidad de la oposición, a la que había que reducir más, condujeron a convocar una mega-elección, la Constituyente disolvió el Congreso de la República en marzo de 2000, y convocó a elecciones de presidente, Asamblea Nacional unicameral, Poder Legislativo regional y municipal, gobernadores, y alcaldes que, parcialmente, se realizaron el 30 de julio, aún cuando fueron fijadas para mayo.
La abstención de la mega-elección de julio 2000 fue del 43,7%. El MVR ganó la Presidencia con Chávez quien obtuvo el 59,76% de los votos, 16 gobernaciones de 23, la mayoría de los alcaldes, y 92 diputados de 165. La oposición no pudo ser arrasada. Paradójicamente su refulgente dirección la “auto-redujo” con la abstención convocada por Henry Ramos en el 2005, cuando le regalaron a Chávez todos los poderes que quería en el 2000. Esto fue rescatado en las parlamentarias del 2015, pero ese capital socio político también fue despilfarrado, hasta el sol de hoy, por intereses y directrices inadecuadas.
Lo cierto parece ser que, a pesar de las presiones internacionales OEA, UE, Grupo de Lima, y Cumbre de Lima; así como del rechazo nacional, el 22-A, habrá elecciones presidenciales. A menos que NM entienda su brete y varíe.
La MUD ha dicho que no participará sino hay condiciones, alegan que no son abstencionistas y seguirán trabajando por el rescate de la democracia (una meta imprecisa); el pre-candidato Claudio Fermín afirmó lo mismo. Falta la posición del ex gobernador Henri Falcón, sin mayor peso en solitario, para cerrar el cuadro político ante las presidenciales del 22-A.
Es obvio que de hacerse, el régimen de NM quedaría aislado de la comunidad internacional, con severos problemas de liquidez monetaria y una crisis económica, política y social interna que se agudiza más. Este se sostiene por los grandes beneficios que le da a la Fanb y a sus partidarios; en la vista gorda ante la corrupción de amigos y seguidores. Una situación compleja que nadie puede predecir su tiempo de duración.