Uno de los aspectos más nefastos de todas las sociedades modernas es la burocracia.
El gran escritor francés Honoré de Balzac (1799-1850), mucho antes que el escritor checo Franz Kafka (1883-1924), ya se percató de lo perjudicial que es una burocracia para la vida de los ciudadanos. Balzac veía cómo se estaba desarrollando y fortaleciendo la burocracia en la sociedad francesa de su época y dedicó su novela titulada: ‘Los Empleados’ (1844) a criticarla. Así, en las primeras páginas de la obra dice: “La burocracia es un poder gigantesco puesto en movimiento por enanos […] De este modo se establecía lentamente la mediocridad en la administración francesa. Compuesta por completo de espíritus mezquinos, la burocracia ponía un obstáculo a la prosperidad del país, guardaba siete años en sus carpetas el proyecto de un canal que hubiese estimulado la producción de una provincia […] perpetuaba la lentitud, eternizaba los abusos que la perpetuaban y la eternizaban a ella misma […] en suma aniquilaba a los hombres de talento” (1). Respecto a los empleados de una burocracia, unas páginas más adelante Balzac dice: “Es difícil decidir si se vuelven cretinos en ese oficio, o si ejercen ese oficio porque son un poco cretinos de nacimiento” (2).
Por otra parte, el gran escritor inglés Charles Dickens (1812-1870) en su obra: ‘La Pequeña Dorrit’ (1855-1857) critica duramente la burocracia y en el capítulo 10 titulado: “Conteniendo toda la Ciencia del Gobierno”, Dickens se refiere a una ficticia ‘Oficina del Circunloquio’ que es: “La Oficina más importante del Gobierno […] Cualquier cosa que se requiera hacer, la Oficina del Circunloquio era de antemano la primera entre todas las oficinas públicas en el arte de detectar ‘Cómo no hacerlo” (inicio del capítulo10).
Dickens emplea el término ‘circunloquio’ (rodeo de las palabras) para describir ese estilo de los burócratas que siempre responden con una palabrería hueca dando vueltas al asunto para no hacer nada, entrabar todo y no permitir que otros puedan hacer algo.
Por otro lado podríamos preguntarnos: ¿Cómo llegan los altos burócratas a los elevados cargos de poder?…Para responder vamos a recordar al gran comediógrafo francés P.A.C. Beaumarchais (1732-1799) y su obra: ‘Las Bodas de Fígaro’ (1784). En una parte de la obra el Conde de Almaviva dice que con inteligencia y carácter se puede ascender en la jerarquía burocrática, pero Fígaro le responde: “¿Inteligencia para ascender?…Con ser mediocre y saber arrastrarse se llega a todo” (Acto III, Escena V). Fígaro dice una gran verdad pero el hecho cierto es que los burócratas de elevado rango acumulan dinero (muchas veces por corrupción) y entonces se cumple lo que el poeta español Arcipreste de Hita (aprox. 1283-1353) dice en su conocida obra: ‘El Libro de Buen Amor’ (escrito entre 1330 y 1347). Respecto al dinero, entre otras cosas dice: “Al torpe lo hace bueno y hombre de respetar […] Séase un hombre necio y rudo labrador/ Los dineros le hacen hidalgo y sabedor”.
Pues bien, parafraseando al Arcipreste de Hita podríamos decir: “Aunque alguien sea una tremenda nulidad/ Se disimulará si ocupa un cargo de gran autoridad”.
Por último veamos lo que dice el pensador alemán Karl Marx (1818-1883) en su obra: ‘Crítica de la Doctrina de Hegel sobre el Estado’ (1843). En ella dice: “El espíritu universal de la burocracia es el ‘secretismo’, el misterio preservado […] la burocracia degenera en la obediencia pasiva, la adoración de la autoridad […] respecto al burócrata individual […] su propósito privado es ‘una búsqueda de la promoción y hacer carrera” (sección: ‘el ejecutivo’).
Eso que dice Marx es una gran verdad: ¿Cuántas veces nos ha sucedido que tenemos que hacer trámites burocráticos absurdos cuya lógica nadie entiende y es un secreto muy bien guardado? Notas: (1) Pags. 17-19 en Balzac: ‘Los Empleados’. ‘La Comedia Humana’, Tomo XI. Traducción de Aurelio Garzón. Colección Málaga (1957). México. (2) Pag. 91 en Ibid.
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