Nos ha llamado la atención que Arturo Cardozo, Antonio Pérez Carmona y Mario Briceño Perozo, citados en la II Parte de este ensayo, no hagan referencia a la fuente de donde extrajeron las versiones del Canto Guerrero Cuica, plasmadas en sus obras referidas. Llama, igualmente, la atención, que Amílcar Fonseca y Don Mario Briceño Iragorry, en ninguna de sus obras, hagan referencia al mismo. Y que, Américo Briceño Valero, en su Geografía del Estado Trujillo, se refiera de manera muy sucinta al Sabio Br. Rafael María Urrecheaga.
Comencemos por este último.
Briceño Valero, dice que: … cuando llegó a Trujillo en las postrimerías del siglo pasado (el XIX), en cuyo remanso hubo de acogerse abrevando las sabias enseñanzas del sabio bachiller (Rafael María) Urrecheaga, encontró una ciudad en la que: Aun a principios del presente siglo (el XX) se podían ver sobre el portón de las casas solariegas los escudos y emblemas que distinguían la nobleza de sus propietarios…
Afirma, en la referida obra, que Urrecheaga aprendió de los indios Muiscas de Esnujaque su idioma, cuando era un adolescente, lo que le permitió traducir el bello poema indígena que él tituló “Canto Guerrero”, en el año de 1844[1].
La primera referencia que Amílcar Fonseca hace de Rafael María Urrecheaga, en Orígenes Trujillanos (1955), es aludiendo a su elección como Diputado (suplente) a la Asamblea Nacional Constituyente, por el Estado Trujillo, en 1863.
Ante la desaparición física de éste, ocurrida el 20 de agosto de 1907, en la ciudad de Trujillo, Fonseca dice que: Para el estado Trujillo, la noble personalidad del Maestro Urrecheaga, será siempre timbre de orgullo en el legado que le ofrecen sus hijos beneméritos; y en la historia de la instrucción en Venezuela, será columna sólida, su recia personalidad, acreditada elocuentemente con el Programa de Enseñanza, del instituto particular “Colegio El Progreso” que fundara en esta ciudad de Trujillo, en compañía del presbítero José M. Rosario, cuyo programa alcanza y se adelanta a la enseñanza que rige en la actualidad en la República.
Se afirma, asimismo, que Urrecheaga siendo conocedor del interés despertado en su discípulo y deudo político (Amílcar Fonseca) por los estudios indígenas, le obsequió dos pequeños cuadernos manuscritos de 16 hojas cada uno, contentivos de los vocabularios que, allá en sus mocedades, hubo recogido de viejos que todavía lo hablaban en los páramos trujillanos…
Don Mario Briceño Iragorry en su Discurso en el Ateneo de Trujillo el año 1947, titulado: Apología de la ciudad pacífica, dice que: Donde se evocó, por presencia histórica, el mérito de las fuerzas aniquiladoras, se elevan voces que marcan rumbos capaces de llevarnos a la conquista de un orden en el cual sea la inteligencia quien dicte normas para el racional convivio. Sobre los guerreros sin miedo, en cuyas manos estuvo la bandera que condujo las masas al combate destructor, Trujillo quiere alzar los valores de la Cultura que ayer guiaron a sus hijos más ilustres. Entre estos menciona a Rafael María Urrecheaga.
En su obra: Mi infancia y mi pueblo (1951), al hacer referencia al Colegio de Varones, Briceño Iragorry dice que: Fallaría la memoria del Colegio si entre las brumas del recuerdo no aparece la figura venerable del ilustre sabio don Rafael María Urrecheaga, blasón de la antigua cultura de mi pueblo… de él queda también un vagaroso recuerdo. Su obra no tuvo quien la cuidara. Ninguno de los prohombres del Trujillo de entonces se preocupó por la conservación de sus manuscritos y de su famosa biblioteca… Creo que de Urrecheaga apenas se han salvado los catálogos de la lengua timoto-cuicas que envió a Arístides Rojas (después utilizadas por Alfredo Jhan) y unas traducciones del alemán, que se conservan en la sección Rojas de la Academia de la Historia.
En: Pequeño anecdotario trujillano (1956), al presentar su semblanza de Rafael María Urrecheaga, dice cuanto sigue: Pérdida su obra, desconocido de las nuevas generaciones el extraordinario esfuerzo cultural realizado en silencio y soledad por el bachiller Rafael María Urrecheaga, su nombre medio misterioso y secreto es, sin embargo, evocado en Trujillo con orgullo y veneración.
Loable reconocimiento, de la obra humanista del sabio Rafael María Urrecheaga, el que nos presentan estos seis preclaros representantes de las letras y el pensamiento trujillano. Pero, las dudas que el “Catire” Antonio Vale me planteó el 31 de julio pasado, sobre el tema del Canto Guerrero Cuica, antes que aclararse se han complejizado; lo cual nos obliga a sumergirnos en los escondrijos de nuestra historia regional, y de otros temas, para buscar la salida de este laberinto en que ahora estamos metido.
[1] En la obra de Briceño Valero, ni en su edición de 1920 ni en la de 1972, aparece inserto el texto del Canto Guerrero Cuica. La única referencia del mismo es la que citamos, publicada en la edición del año 1972 por sus hijos, la cual fue “aumentada y corregida” por ellos.