En torno del Canto Guerrero Cuica
IV Parte (1)
Desde hace algún tiempo venimos pensando de manera no solo diferente, sino distinta, sobre la mineralización de las verdades. Venimos pensando en cómo ir más allá de los patrones que la occidentalización, mal concebida y peor instrumentada, nos ha impuesto a través de sus ismos en el pensamiento.
Para nosotros, pensar es un “patrón de análisis”. Por ello, le otorgamos al hecho histórico la condición de un relato racionalmente estructurado. Relato a partir del cual se persigue, como objetivo fundamental, darle legitimidad a los muy variados actos humanos. Por lo que, al calificar de racional a todo el pensamiento y el comportamiento humano, lo hacemos colocándolo al margen de la ubicación espacial o temporal en que el hecho humano, en tanto que hecho social, se produce. Superando toda visión etnocéntrica del mismo.
Distantes nos ubicamos de aquellos que pretenden negar nuestros orígenes. Ser descendientes de “indios”, africanos y europeos no es una vergüenza, mucho menos una maldición. Distantes estamos, asimismo, de aquellos que viven lamentándose porque tengamos una modernización sin modernidad; de aquellos que rechazan lo propio y creen que somos un accidente; de aquellos que se “laceran”, porque no logran imitar la manera como se vive en otras latitudes. No somos inferiores a nadie. Tenemos nuestra propia historia; y, de ella, nos sentimos orgullosos.
Y, es que para nosotros, la cultura de los pueblos es una hechura social, que conforma un sistema significativo a través del cual se establece la razón de ser de los mismos. La cultura de los pueblos es, por tanto, poseedora de una legitimidad que está determinada por tener una significación propia, inherente a su ser pueblo-sociedad. Pero, también es poseedora de una significación que trasciende su universo ubicándolo en un espacio mayor el cual pueda dar explicación a la relación cosmos-individuo, a través del uso de un metalenguaje.
Nos pensamos formando parte de un mundo construido a partir de la existencia de racionalidades diversas. Constituidos como una racionalidad que tiene en los recuerdos, sueños y pensamientos la explicación de su forma de ser y vivir; de sus mitos.
En este sentido, bien vale la pena recordar que Hegel, Schelling y Holderlin afirmaban, en un libro en conjunto titulado “Programa” (1795), que: Mientras la razón no sea mitológica ningún interés tendrán para el pueblo. Mientras la mitología no sea racional, el filósofo tendrá que avergonzarse de ella. Necesitamos –concluían- una “mitología de la razón” o una “razón mitológica”. Afirmación de un diagnóstico político acerca de que el pueblo no se moviliza con razonamientos, sino con mitos.
Y es que, como lo dijo Lévi Strauss, un mito es un relato del tiempo en el que los hombres y los animales aun no eran distintos. El mito, en efecto, es el relato de los acontecimientos excepcionales que ocurrieron en un tiempo inmemorial y prestigioso, en el que la naturaleza y la cultura aun no eran distintas.
El homo sapiens vive en una permanente búsqueda de satisfacer sus expectativas vitales en la realidad; y, al no lograrlo, ha buscado satisfacerlas en la manera de insertarse en la misma. Por lo que, al no lograr satisfacer sus expectativas de vida en los hechos, que conforman su realidad, ha recurrido a la estructura de estos para insertarse en ellos y convertirlos en su espacio vital. Al recurrir a los mitos ha construido su mundo mágico-mítico, que es su realidad.
Teniendo presente, entonces, estas ideas sugerimos que el Canto Guerrero Cuica sea percibido como una creencia que, con el pasar del tiempo, adquirió (¿o se le otorgó?) una connotación mítica. Por tanto, sugerimos concebirlo desde una perspectiva multidimensional, que trascienda todo determinismo y reduccionismo cientificista e ideológico; porque, las creencias y las prácticas que tienen su origen en los mitos son un importante escenario a partir del cual se pueden expresar realidades y sintetizar conflictos que ocurren más allá de sus límites.
En el último párrafo de la entrega anterior III Parte), debe leerse 31 de enero.