En el año 1984 un teórico estadounidense de las ciencias políticas llamado Robert Axelrod (nac. 1943) publicó una importante obra titulada: ‘La Evolución de la Cooperación’.
En esta obra aporta sólidas evidencias de que en los grupos humanos primitivos se pudo haber seleccionado por Selección Natural Darwiniana una ‘ética de la cooperación’. Para sus estudios Axelrod se basó en un juego muy conocido llamado ‘El Dilema del Prisionero’, que fue inventado en 1950 por el matemático estadounidense Merrill M. Flood (1908-1991) y el matemático Melvin Dresher (1911-1992), nacido en Polonia, nacionalizado estadounidense.
Hay muchas maneras de plantear ese juego y podemos hacerlo de la siguiente manera. Imaginemos dos jugadores que son prisioneros en un país acusados de atentar contra el gobierno y están detenidos en distintas celdas. Ellos no se conocen y son interrogados por separado. Entonces la policía trata de lograr que confiesen sus actividades subversivas y dice lo mismo a cada prisionero: “Si usted confiesa y el otro prisionero no confiesa, entonces encarcelaremos al otro prisionero por 10 años y usted quedará completamente libre. Por el contrario, si usted se niega a confesar y el otro prisionero sí confiesa, entonces usted irá a prisión por 10 años y él será liberado. Si ambos confiesan, entonces ambos serán detenidos por 8 años. Si ninguno de los dos confiesa, entonces ambos prisioneros estarán detenidos durante unos 6 meses y luego saldrán libres por ausencia de pruebas”.
Cada prisionero desconoce al otro prisionero y también desconoce la decisión que ha tomado el otro…¿Cuál será la mejor decisión?…Algunas personas podrían pensar que desde un punto de vista egoísta y carente de solidaridad, lo más conveniente para un prisionero dado, sería confesar y tratar de salvarse a costillas del otro. Pero Robert Axelrod hizo el estudio en simulación en computadora reiteradas veces. La primera vez ninguno de los dos prisioneros sabía lo que había decidido el otro, pero en las siguientes ocasiones cada prisionero conocía la decisión anterior del otro. Entonces Axelrod encontró que lo más conveniente para ambos prisioneros era cooperar entre ellos, es decir, que ninguno de los dos confesara en ninguna circunstancia.
Los resultados de Axelrod con el mencionado juego, se pueden extrapolar a todas las especies animales que tengan una organización social: Aquellos individuos que cooperen entre ellos tendrán mayor capacidad para sobrevivir y reproducirse que aquellos individuos incapaces de cooperar entre ellos. Es decir, los que cooperen serán seleccionados favorablemente por Selección Natural Darwiniana.
En efecto, el genial naturalista inglés Charles Darwin (1809-1882) propuso una teoría sobre el origen del sentido moral en su obra: ‘La Descendencia del Hombre’ (1871). En la segunda edición publicada en 1879 Darwin desarrolla con más detalle su teoría y entre otras cosas concluye: “El sentido moral es quizás la mejor y más clara demarcación entre el hombre y los animales inferiores (…) y me he esforzado en demostrar que los instintos sociales, primer principio de la moral del hombre, ayudados de las facultades mentales activas, y los efectos del hábito, nos llevan naturalmente a la regla de oro que nos enseña “trata a los demás como quieras que te traten a tí”, lo cual constituye el fundamento de la moralidad” (resumen de los capítulos III y IV). Darwin plantea que en los humanos primitivos, los grupos integrados por individuos más leales y solidarios entre ellos, tenían una ventaja y eran seleccionados favorablemente cuando se enfrentaban con grupos integrados por individuos poco solidarios y cooperadores entre ellos.
La llamada ‘Regla de Oro de la Moral’ ha sido enunciada de varias maneras en distintas épocas por autores de diversas culturas. Veamos algunos ejemplos. En el Antiguo Testamento la encontramos en Levítico: “…amarás a tu prójimo como a ti mismo” (19:18). Asimismo, la encontramos en las ‘Analectas del filósofo chino Confucio (551-479 A. de C.). Cuando Tzu-hung le preguntó: “¿Hay una palabra que pueda servir como el principio rector para la conducta en la vida?”, Confucio respondió: “Quizá es la palabra “shu”. No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan” (Analectas, Libro XV: 24). La palabra “shu” se traduce como la capacidad de ponerse en el lugar del otro (1).
La mencionada regla también fue enunciada por el gran filósofo griego Aristóteles (384-322 A. de C.). El biógrafo griego Diógenes Laercio (siglo III), en su obra titulada: ‘Vidas de los filósofos eminentes’, en el capítulo sobre Aristóteles, refiere que una vez le preguntaron: “¿Cómo deberíamos comportarnos con los amigos?”, y el notable filósofo respondió: “Como desearíamos que ellos se comporten con nosotros” (Libro V: 21-22). Igualmente, en el poema épico hindú ‘Mahabarata’ (aprox. 350 A.D.C.) encontramos la misma regla: “El resumen de todo lo verdaderamente correcto: trata a los demás como tú desearías ser tratado. No hagas a tu prójimo lo que no quieras que te hagan” (2). También encontramos esa regla moral en el Nuevo Testamento, en ‘San Mateo’: “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos” (7:12). También en ‘San Lucas’: “Y como queráis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos” (6:31).
Algunos autores piensan que esa universalidad de la Regla de Oro de la Moral, refleja algo muy importante: la especie ‘Homo sapiens’ posee un sentido moral básico que probablemente se desarrolló por evolución biológica en nuestros ancestros homínidos y contribuyó a la convivencia en grupo. Así, todos los pueblos coinciden en valorar la ayuda mutua, la retribución de los favores, etc., y coinciden en castigar la deslealtad, etc. (3).
En diversas obras de literatura encontramos ese principio de la solidaridad. Por ejemplo, en la famosa obra: ‘Los Tres Mosqueteros’ (1844) del escritor francés Alejandro Dumas (1802-1870), el lema de los mosqueteros es: “Todos para uno, uno para todos”.
En el caso de las luchas por reivindicaciones políticas o sociales, la unión solidaria entre los afectados es crucial. Por ejemplo, recordemos la famosa obra de teatro: ‘Fuenteovejuna’ (aprox. 1619) del dramaturgo español Lope de Vega (1652-1635). En esa obra, un Comendador veja despóticamente a los pobladores del pueblo de Fuente Ovejuna. Para librarse de sus atropellos, uno de los habitantes del pueblo lo mata, pero todo el pueblo se responsabiliza del hecho. Así, cuando preguntan por el autor, todos los habitantes responden en forma solidaria: ¡Fuente Ovejuna!.
En el caso de los humanos podemos hablar de una ‘ética consciente de la solidaridad’, pero en diversas especies de animales ya existe lo que podríamos llamar el ‘principio de la reciprocidad’. Por ejemplo, el psicólogo y primatólogo holandés Frans B.M. de Waal (nac. 1948) ha estudiado mucho las sociedades de los chimpancés y en su conocida obra: ‘Política del Chimpancé’ (1982) describe en detalle las relaciones de cooperación, y reciprocidad de alianzas y ayudas.
El caso de los vampiros es muy interesante. Tienen muy mala imagen debido a la conocida obra titulada: ‘Drácula’ (1897) del autor irlandés Bram Stoker (1847-1912). No obstante, las investigaciones científicas evidencian que los vampiros pueden ser muy solidarios entre ellos. En efecto, los vampiros son animales muy sociables y muy cooperativos respecto a un recurso que valoran mucho: la sangre. En verdad la vida de los vampiros es muy dura porque tienen que ingerir sangre con frecuencia. De hecho, si transcurre un lapso entre 48 y 60 horas y el vampiro no ha ingerido sangre, entonces puede fallecer de hambre. El fallecimiento de hambre puede ser frecuente entre los vampiros y esta realidad ha dado lugar a uno de los casos más fascinantes de altruismo recíproco entre animales.
El zoólogo estadounidense Gerald Wilkinson (nac. 1955) ha estudiado durante más de 15 años a los vampiros que viven en los huecos de árboles de bosques en Costa Rica. Este autor ha descubierto que los vampiros conviven en pequeños grupos durante años y que un vampiro particular es capaz de reconocer a cada uno de los otros y es capaz de recordar el pasado. Cuando un vampiro no ha logrado ingerir sangre y está amenazado de fallecer de hambre, entonces otro vampiro que sí ha ingerido sangre regurgita parte de ella y se la da. Pero Wilkinson ha descubierto que cada vampiro recuerda muy bien a cuál vampiro ha auxiliado, de tal manera que si en el futuro no recibe auxilio de ese vampiro que una vez ayudó, entonces no vuelve a ayudarlo. Es decir, entre los vampiros funciona un altruismo pero tiene que ser recíproco. Algo así como “Hoy por ti y mañana por mí”. Además Wilkinson ha encontrado que esas asociaciones de ayuda recíproca se pueden mantener durante años y que un vampiro auxilia con preferencia a otro vampiro que en el pasado lo haya ayudado a él (4).
El autor alemán Stefan Klein (nac. 1965) en su importante obra: ‘La Ciencia de la Felicidad’ (2002), refiere estudios que evidencian la importancia de desarrollar un sentido cívico para lograr más dicha en una sociedad. Vamos a citar textualmente un fragmento: “Allí donde los habitantes se asocian de buena gana para alcanzar alguna meta de interés común, generalmente la administración también funciona bien (…) Cuando la sociedad civil tiene una vida activa, es difícil perpetrar nada a escondidas. De ahí que los políticos sean más honrados desde el primer momento, porque les consta que no se les va a tolerar ninguna extralimitación o irregularidad. En las sociedades peor articuladas, por el contrario, la corrupción prospera porque el individuo se siente desvalido frente a la prepotencia de los clanes y los grupos de interés creados. Entonces para no quedarse atrás, cada quien roba todo lo que pueda y esos que están en el poder cada vez roban más y más (…) Es importante que los altos funcionarios sean íntegros, que las leyes tengan fuerza para obligar, que las instituciones funcionen, pero nada de eso tendrá mucha eficacia sin una sociedad civil activa, que integre al mayor número posible de ciudadanos. Un espíritu de civismo es el fundamento en el que descansa la democracia (…) Donde hay un tejido social sano las gentes viven más felices” (5).
La palabra ‘sinergia’ proviene del griego ‘sunergia’ que significa ‘cooperación’. En nuestro país lamentablemente hay mucho egoísmo, una mentalidad de ‘sálvese quien pueda’, mucha corrupción, mucho imbécil ignorante, fanático y autoritario, que se cree ‘dueño de la verdad’, muchas nulidades engreídas y ambiciosas. En estas condiciones es imposible una cooperación. Pero si la población desarrolla algo de sinergia, quizá lograremos salir del atolladero. NOTAS: (1) Pag. 135 en ‘Confucius. The Analects’. Translated by D.C. Lau. Penguin Books. (2) Pag. 288 en George Seldes (1996) ‘The Great Thoughts’. Ballantine Books. (3) Pag. 188 en Steven Pinker (2002) ‘The Blank Slate’. Viking Penguin (4) Pags. 97-99 en Lee Dugatkin (1999) ‘Cheating Monkeys and Citizen Bees. The Nature of Cooperation in Animals and Humans’. The Free Press (5) Pag. 245 en Stefan Klein (2002, 2006) ‘The Science of Happiness’. Marlowe & Co.