Moscú, 13 jun (EFE).- La Unión Soviética era el «Imperio del mal» y EEUU desplegaba misiles en Europa que apuntaban a Moscú. Ese era el estado de las relaciones entre ambas superpotencias cuando se celebró en noviembre de 1985 en Ginebra la primera cumbre entre el recién llegado al Kremlin, Mijaíl Gorbachov, y el presidente estadounidense, Ronald Reagan.
«La cumbre de Ginebra fue el primer paso en el desmantelamiento de la arquitectura de la Guerra Fría», dijo a Efe Pável Palazhchenko, actual secretario de Gorbachov y uno de sus intérpretes durante la cumbre en la ciudad suiza, donde los actuales líderes de ambos países, el ruso Vladímir Putin y estadounidense Joe Biden, se reunirán este miércoles.
Moscú y Washington se encontraban al borde de la confrontación. Esta vez el foco de tensión no era Cuba como en 1961, sino Europa. Sin pretenderlo -no se firmó ningún acuerdo-, la cumbre de Ginebra supuso un giro en las relaciones internacionales, ya que convenció al mundo de que en una guerra nuclear no habría vencedores, sino sólo vencidos.
INVASIÓN DE AFGANISTÁN Y BOICOT OLÍMPICO
Hacía seis años que los dirigentes soviético y estadounidense no se reunían. El último encuentro del máximo nivel había tenido lugar en junio 1979 en Viena entre Leonid Brézhnev y Jimmy Carter.
Desde entonces, las relaciones se habían deteriorado, en gran medida debido a la invasión soviética de Afganistán (1979). EEUU respondió con el boicot de los Juegos Olímpicos de Moscú (1980) y renunciando a la ratificación del SALT II, el tratado de limitación de armamento nuclear estratégico.
Además, Reagan lanzó el programa conocido como Guerra de las Galaxias y desplegó misiles balísticos Pershing-2 en Italia y Alemania.
La URSS no se quedó de brazos cruzados. Emplazó misiles Pioner (SS-20) en Alemania Oriental y Checoslovaquia, y también boicoteó los Juegos de Los Ángeles 84.
«Gorbachov tenía grandes deseos de reunirse con Reagan. Lo primero que había que hacer era reanudar el diálogo, pero la prioridad en la agenda de las negociaciones era lograr avances en materia de desarme», afirma Palazhchenko.
El Kremlin estaba muy necesitado, ya que los precios del petróleo habían caído en picado, se introdujeron vales de racionamiento en algunas regiones y el descontento popular aumentaba según llegaban las cajas de zink provenientes de Afganistán.
Por eso, Gorbachov aprovechó el entierro de su predecesor en el cargo, Konstantín Chernenko, para presentarle durante las pompas fúnebres la propuesta para una cumbre a George Bush, entonces vicepresidente de EEUU.
DINOSAURIO VERSUS BOLCHEVIQUE
La cumbre arrancó mal. Reagan inició su primer cara a cara con Gorbachov el 18 de noviembre diciendo «todo lo que pensaba de la política de la URSS», incluido que «el Marxismo-Leninismo intentaba expandirse por todo el mundo» y que «la URSS había provocado conflictos y confrontaciones en muchas regiones», recuerda Palazhchenko.
«Gorbachov respondió que no había venido a Ginebra a hablar de Marxismo y Leninismo», indicó.
Cuando ambos mandatarios comenzaron a hablar de la reducción del 50 % del armamento estratégico, Gorbachov pronunció la famosa frase: «Yo no soy un estudiante, señor presidente, y usted tampoco es un profesor. El mundo nos está mirando».
Las memorias de los participantes recuerdan que entonces Gorbachov llamó a su homólogo «dinosaurio conservador» y Reagan a su contraparte «testarudo bolchevique».
«El hielo de la desconfianza» no comenzó a romperse hasta la comida del día siguiente. Los brindis que ambos dirigentes hicieron durante su velada dieron esperanza al mundo de que la URSS y EEUU habían abierto una nuevo página en su antagonismo.
«Hemos empezado algo aquí en Ginebra», dijo Reagan con la copa en la mano, a lo que Gorbachov asintió.
NO A UNA GUERRA NUCLEAR
Según Palazhchenko, taquígrafo privilegiado del fin de la Guerra Fría, fue «muy importante» que Gorbachov y Reagan «no permitieran que los obstáculos torpedearan las negociaciones».
La cumbre concluyó con la adopción de una declaración final que allanó el camino para la firma en los años siguientes de los tratados de desarme que garantizaron la seguridad de Europa y el resto del planeta.
Ambas partes reconocieron abiertamente sus «importantes diferencias», pero también que las negociaciones habían sido «útiles», ya que ambos líderes acordaron «mejorar» las relaciones bilaterales y la situación internacional.
Aunque lo que tranquilizó al mundo fue que la URSS y EEUU coincidieron en que «una guerra nuclear no se puede ganar y jamás debe ser librada», ya que dicho conflicto tendría «consecuencias catastróficas».
Moscú y Washington también acordaron que no buscarían «la hegemonía militar» de una superpotencia sobre la otra. El desmantelamiento de la Guerra Fría había comenzado.
«Ginebra fue un éxito. Eso se vio en los años siguientes», comenta el traductor.
En 1986 en Reikiavik ambos mandatarios aprobaron el mecanismo de negociaciones de desarme; en 1987 se firmó el Tratado de reducción de misiles de medio y corto alcance (INF); en 1988 Reagan visitó Moscú y aseguró que «ya no veía a la URSS como el Imperio del Mal».
Días después, Gorbachov comunicó al Politburó que Ginebra había creado las condiciones para pasar de «un peligroso estado de confrontación a la búsqueda constructiva de vías de normalización de las relaciones». Ignacio Ortega