La Crisis venezolana: a quiénes conviene, y a cuántos no les importa gran cosa

 

Por: Luis A. Villarreal P.

Décadas han sido suficientes para darnos cuenta de lo que significa la Crisis en la vida de los venezolanos, por lo que podemos ‘clasificar’ las ‘actitudes y reacciones’ que hemos visto asumir y prevalecer en el transcurso de las duras luchas sostenidas, considerando que estamos soportando circunstancias que afectan el bienestar individual, familiar, social, y la vida institucional y política de toda la nación.

Hemos presenciado —y vivido en carne propia— cómo los erráticos manejos administrativos de nuestro país —dotado de suficientes recursos— han obligado a las mayorías nacionales, a escoger entre vivir como parias deambulando por otros países o morir de penuria en su propia tierra; a dispersarse familiarmente en búsqueda de sustento y protección, porque no solo les ha faltado alimentación, servicios, vestido y calzado, educación para las nuevas generaciones, oportunidades para sobrevivir, sino libertad para hacer y hablar como venezolanos libres, razón por la que miles —amenazados y perseguidos— tienen que luchar desde el exilio.

Pero también ha habido excepciones, muy ‘interesantes’ de comentar y, por qué no, destacar; eso sí muy aparte de quienes insisten en seguir imponiéndonos un modo de vida ‘a la cubana’ o ‘a la nicaragüense’, que serían los miembros y seguidores del partido de gobierno, apostados o no en la burocracia de los cargos públicos; y de aquellos que sin pensarlo bien hacen el juego a lo que se protesta, colaborando directa o indirectamente con los programas oficialistas.

La Crisis le sonríe a muchos venezolanos porque lamentablemente también es un modus vivendi del pragmatismo de vida que han asumido

Aparte de lo mencionado, observamos por supuesto la peculiar  excepción de aquellos que de algún modo —y no es habladuría— en plena ‘Crisis’, han disfrutado de ‘normalidad’ económica y han estado pasándola sin restricciones ni austeridad en el desenvolvimiento familiar, comercial y empresarial, porque no se han visto privados del sustento y del mantenimiento de sus unidades productivas, sino todo lo contrario. Muchos han llegado a ser propietarios fácilmente, viajan, van y vienen, y hacen turismo, como si fueran exponentes de un país en bonanza económica.

 Más que eso —y paradójicamente— de buenas a primeras se les han abierto puertas y ventanas, echando pa’ lante como cactus en el desierto. Pareciera que es pura suerte o arte de magia, o que los ‘beneficiados’ han encontrado un portal para prosperar en otra dimensión dentro de la nuestra propia repleta de calamidades y privaciones.

Por supuesto, tampoco estamos incluyendo en este sector de ‘asombrosa prosperidad’ a quienes viviendo la misma pobreza —produciendo o comerciando para sobrevivir— persisten en vociferar que ‘el que se queja es porque no trabaja’, y cuando mucho repiten —al no tener respuestas sobre la pésima situación que se vive— que ‘todo es culpa del bloqueo’, de ‘la guerra económica’.

Con la Crisis, todo ha ido de mal en peor, en términos económicos y de oportunidades para sobrevivir dentro y fuera del país; también entre las dificultades se sigue reproduciendo lo peor de una sociedad:  corrupción, oportunismo, egoísmo, deslealtad; o sea, la lastimosa pérdida de aquellos valores con los que es lícito formar y mantener unida y próspera una familia, construir un país que represente un legado a las futuras generaciones.

Qué significado pueden tener las palabras: nacionalismo, patria, ciudadanía, democracia, probidad, e incluso: integración, globalización, y profesionalismo político;  qué noción tenemos del compromiso y conciencia de vivir en comunidad, como pueblo o nación con aspiraciones colectivas trascendentes, sin sospechar siquiera que nuestros procedimientos son causa y explicación del flagelo que soportamos. Por todo ello vemos neutralidad y complicidad en todas partes, un caudal de personas sin conciencia de país, con mentalidad conformista y alegremente despreocupada.

Cómo hacer carrera política en un país ‘acostumbrado a la dádiva, al clientelismo electoral y burocrático’, por culpa de no fijarnos como meta educar y concientizar al electorado quien tiene en sus manos la responsabilidad de decidir por la nación. ¿Cómo hacer empresa formal y legalmente dentro de la distorsión administrativa y la debacle macroeconómica, en el marco de una economía insegura y sin porvenir o para comodidad de unos cuantos?

Por ahora, seguimos a la espera del desempeño de la Plataforma Unitaria Democrática, y del cumplimiento de su programa de actividades que busca principalmente la adopción de mejores actitudes por parte del conglomerado nacional partidista para sacar adelante las urgidas y necesarias tareas de Unidad a través de las elecciones primarias, y de ese modo podamos acudir a una contienda electoral súper importante porque represente la gran posibilidad de corregir el rumbo de Venezuela, por el camino democrático idóneo hacia el bienestar y desarrollo integral de todos, principalmente de las grandes mayorías que hoy conforman —en un país rico — el estrato de la pobreza y la miseria.

 

 

 

 

 

 

 

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