Redacción Ciencia, 21 nov (EFE).- El agujero de la capa de ozono en el Antártico ha sido especialmente grande y duradero en los últimos cuatro años e investigadores de la Universidad de Otago (Australia) consideran que los clorofluorocarbonos (CFC) no son los únicos responsables.
El público puede tener la percepción de que el agujero de la capa de ozono se trata de un problema ya resuelto, sin embargo, aunque el Protocolo de Montreal ha mejorado “enormemente” la situación respecto a los CFC, este fenómeno ha sido uno de los mayores registraros en los últimos tres años, según al Universidad de Otago.
El equipo, encabezado por la investigadora Hannah Kessenich, analizó los cambios diarios y mensuales del ozono en diferentes altitudes y latitudes dentro del agujero de ozono antártico, desde 2004 hasta 2022.
El resultado es que hay mucho menos ozono en el centro del agujero en comparación con hace 19 años. Esto significa que no solo es mayor en área sino también más profundo durante la mayor parte la primavera.
«Establecimos conexiones entre este descenso del ozono y los cambios en el aire que llega al vórtice polar sobre la Antártida. Esto revela que los recientes y grandes agujeros de ozono pueden no estar causados solo por los CFC», afirmó la autora, sino que hay otros factores complejos que también contribuyen.
La investigación contiene datos hasta el año pasado, pero a día de hoy el agujero de la capa de ozono ha superado ya el tamaño de los tres años precedentes: a finales del mes pasado superaba los 26 millones de kilómetros cuadrados, casi el doble de la superficie de la Antártida.»
Aunque el Protocolo de Montreal ha mejorado «enormemente nuestra situación con los CFC que destruyen el ozono, el agujero ha sido uno de los mayores registrados en los últimos tres años, y en dos de los cinco años anteriores».
Comprender la variabilidad del ozono es importante por el papel que desempeña en el clima del hemisferio sur. Los recientes incendios forestales y ciclones en Australia y Nueva Zelanda, y el agujero de ozono antártico forma parte de este panorama, destacó Kessenich.
Aunque independiente del impacto de los gases de efecto invernadero sobre el clima, el agujero de ozono interactúa con el delicado equilibrio de la atmósfera.
Dado que el ozono suele absorber la luz ultravioleta, un agujero en esa capa no solo puede provocar niveles extremos de radiación ultravioleta en la superficie de la Antártida, sino que también puede afectar drásticamente al lugar de la atmósfera donde se almacena el calor.
«Los efectos posteriores -destacó- incluyen cambios en los patrones de viento del hemisferio sur y en el clima de superficie, que pueden tener un impacto local».
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