El conocido novelista francés André Malraux (1901-1976) en una ocasión conoció a un anciano sacerdote católico, que obviamente tenía una gran experiencia como confesor. Entonces Malraux le preguntó: “Padre, dígame qué ha descubierto en toda esta vida de confesor, qué le ha enseñado esta larga intimidad con el secreto de las almas…”. El anciano sacerdote reflexionó unos instantes y le respondió: “Le diré dos cosas. La primera, que la gente es mucho más desdichada de lo que creemos. La segunda, que no hay grandes personas” (1).
Esta referencia anecdótica es muy interesante porque nos ilustra que todas las personas tienen facetas deplorables en su personalidad, aunque muchas veces las disimulen. Precisamente el psicólogo y psiquiatra suizo Carl Gustav Jung (1875-1961) diferenciaba en todo ser humano entre lo que llamaba ‘la persona’ y lo que llamaba ‘lo oculto’. La ‘persona’ es la máscara aceptada e impuesta por la sociedad. Pero debajo de esa máscara se desenvuelve el verdadero ego. La existencia de tal máscara es una necesidad social, pero según Jung, la contraparte de esa faceta de la personalidad aceptada y expuesta, es el ‘yo oculto’, que consiste en el conjunto reprimido de emociones, deseos y actitudes que a veces afloran.Por eso, la única manera de saber cómo es realmente una persona es conocer a fondo su vida real.
El investigador Michael I. Norton, de la ‘Escuela de Negocios’ de Harvard, y su equipo, realizaron un estudio y encontraron que cuanto más se conoce a una persona es más probable que disminuya una apreciación favorable (2). Aunque tal disminución no necesariamente ocurre en todos los casos, la interpretación es que al principio se conocen las facetas positivas, pero a medida que se profundiza el conocimiento se pueden detectar aspectos desagradables.
Eso es frecuente en el caso de noviazgos o matrimonios que comienzan muy bien, pero al cabo de un tiempo se deteriora la relación y el hombre puede preguntarse: ¿Cómo pude enamorarme de esa mujer?, y la mujer puede preguntarse lo mismo respecto al hombre.
En efecto, las investigaciones en psicología desde los años 1990 han evidenciado que una persona manifiesta una personalidad que puede ser diferente según la persona que trate en su vida cotidiana, y eso ocasiona que sea muy difícil conocerla de verdad (3).
Por otro lado, Monseñor Estanislao Carrillo (1865-1953) fue Vicario General de Trujillo (Estado Trujillo, Venezuela) y ha sido considerado un gran humanista y educador trujillano. Se cuenta que siempre que escuchaba que alguien era buena persona decía de manera muy parsimoniosa: “Pónganlo a mandar para ver si de verdad es buena persona”. En verdad Monseñor Estanislao Carrillo era un gran conocedor de la psicología humana, porque una de las sorpresas más grandes y frecuentes, es ver el cambio de comportamiento de ciertas personas cuando adquieren poder.
En fin, uno de los errores más frecuentes es juzgar a alguien por primeras impresiones y por eso tenemos que ser muy prudentes y conocer muy bien a las personas antes de juzgarlas. NOTAS: (1) Pag. 22 en André Comte-Sponville (2001) ‘La Felicidad Desesperadamente’. Edit. Paidós. (2) Michael I. Norton, Jeana H. Frost and Dan Ariely (2007) “Less is more: The lure of ambiguity, or why familiarity breeds contempt”. Journal of Personality and Social Psychology, Vol. 92 (1), 97-105. (3) Pags 135-137 en Steven R. Quartz and Terrence J. Sejnowski (2002) “Liars, Lovers and Heroes”. Harper Collins.
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