José Gregorio Hernández, un ciudadano de valores (I)

Monseñor Jorge Villasmil explica las cualidades de las que debe gozar una persona para llegar a los altares de la santidad. “Tiene que ser piadoso, estudioso, trabajador, servicial, cumplidor de su deber, bondadoso, misericordioso, caritativo, buen hijo, excelente ciudadano. Debe tener una gran fe,  una firme esperanza y una ardiente caridad”, y con todo ello ha cumplido JGH

 

Por: Alexander González

Con información aportada por Francisco González Cruz


El Dr. José Gregorio Hernández fue un ciudadano de valores. En la “Declaración de virtudes heroicas” dado en Roma el 16 de enero de 1986, el Santísimo Padre declaró solemnemente que “no se dejaba deslumbrar jamás por las riquezas, los honores, las alabanzas, el confort”. No por eso JGH nunca dejó de andar bien vestido, incluso a la moda, pues fue un hombre de mundo, bien relacionado socialmente, que tuvo cargos importantes en la administración de asuntos médicos y académicos. Recibió recursos importantes para adquirir en Europa los equipos para fundar en la Universidad de Caracas las cátedras de Histología Práctica y Patología, de Fisiología Experimental y de Bacteriología (la primera que se fundó en América).

En el mundo de hoy en general, y en Venezuela en particular, la corrupción ha sido la principal culpable de mucha pobreza. La codicia es uno de los males más generalizados, y la responsable de la implantación de sistemas financieros, de producción, intercambio y consumo, que no alientan la equidad, ni el desarrollo humano integral y sostenible. Antes, por el contrario, impulsan la concentración de la riqueza, la explotación de las personas, la violación de la dignidad de la persona humana, el desprecio al bien común y el deterioro del planeta.

José Gregorio Hernández fue un hombre honesto y su ejemplo debe iluminar el comportamiento de las personas en la gestión pública y privada.

 

LA RESPONSABILIDAD

La responsabilidad fue una de las virtudes centrales del Dr. José Gregorio Hernández. Respondía a sus actos, a sus compromisos y era un hombre de palabra. Quería estudiar derecho, pero su padre lo convenció para que se formara como médico, y llego a ser el mejor médico del país. Le prometió a su madre regresar a su tierra natal, una vez preparado, y al poco tiempo de su graduación estaba atendiendo a los paisanos de Isnotú, Betijoque y sus alrededores.

Se comprometió al aceptar la beca para estudiar en París, y fue el mejor estudiante del prestigioso Instituto Pasteur. Recibió un dinero del Estado para adquirir en Europa los equipos necesarios para fundar diversos laboratorios en Venezuela, adquirió los mejores, se preparó para su adecuada instalación y rindió cuentas claras. Cuando asumió sus cátedras en la Universidad asistió puntualmente a todas sus clases. Respondió al llamado del país cuando fue amenazado por potencias extranjeras y fue el primero en alistarse como voluntario.

Fue una persona responsable al formarse al más alto nivel para poder cumplir con eficacia su vocación social. Y se formó en filosofía y teología para practicar mejor su fe cristiana. Fue una persona culta para ejercer con plenitud su condición de ciudadano y de persona humana. Quien hablaba con él sabía que estaba hablando con una persona seria, confiable, honorable, puntual, correcta e incapaz de mentir o faltar a la palabra empeñada.

Estos valores son esenciales en la construcción de un nuevo país. Hemos visto que es casi tradición “la traición de los mejores”, como diría Mario Briceño Iragorry, para señalar el mal ejemplo que dan los que están más visibles en la sociedad. Como se premia al ignorante, al “vivo” o al pícaro. Como se designan personas que no reúnen las competencias para una responsabilidad por mera amistad, partidismo o adulancia. La palabra nada vale, en particular la de los que están llamados a honrarla, por sus responsabilidades colectivas. La nueva institucionalidad venezolana debe ser construida sobre la base de la confianza, la veracidad, la honestidad y la responsabilidad. La rendición de cuentas y la transparencia, virtudes todas que eran sustantivas a la personalidad de José Gregorio Hernández.

 

LA DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA

Todos eran iguales frente a José Gregorio Hernández y a todos los atendía con esmero, educación y cortesía, aunque tenía fama de ser severo con sus estudiantes, pero también la tenía de justo. La vida de cada ser humano era un valor superior y son muchos los testimonios de su abatimiento cuando no lograba salvar a algunos de sus pacientes.

Quizás la necesidad más importante de la nación venezolana reside en el respeto a la vida, a cada persona y a todas las personas, independientemente de su condición social, política o intelectual. No puede tolerarse más la discriminación por ninguna causa. Ni salud de primera para unos y de segunda para otros, al igual que la educación, los servicios públicos, los procedimientos administrativos, la dotación de infraestructura y otros asuntos. Venezuela es un país de una gravísima inequidad, tanto social como territorialmente. La descentralización y la aplicación del principio de subsidiariedad es una de las traducciones prácticas del respeto a la dignidad de la persona humana.

La Venezuela posible debe estar basada en el respeto a la dignidad de la persona humana, tal como la practicaba de manera cotidiana José Gregorio Hernández.

 

EL BIEN COMÚN

La fama bien ganada del Dr. José Gregorio Hernández pudo haber sido aprovechada para propio beneficio personal. Siendo ya famoso al graduarse podría haber aceptado las atractivas ofertas que se le hicieron en Caracas. Atender y ampliar su ya inicial clientela, poner un excelente consultorio y haber sido un hombre rico y poderoso. El 29 de junio de 1888 obtuvo con honores su grado de Doctor en Ciencias Médicas, que según testimonios de muchos de los presentes fue memorable, al punto que fue muy concurrida por las expectativas que despertó y al final del mismo los integrantes del Jurado se pusieron de pie, lo aplaudieron y lo abrazaron felicitándole.

El Rector Aníbal Dominici, al otorgarle el título dijo: “Venezuela y la Medicina esperan mucho del doctor José Gregorio Hernández”. Luego de obtener su grado decide regresar a su pueblo natal, una aldea lejana, sin mayores comodidades, a ponerse al servicio de sus paisanos en Isnotú, Betijoque y comarcas circunvecinas. Se coloca al servicio del bien común. Pero tiene que vivir y reunir para cumplir su sueño de ir a especializarse en el Instituto Pasteur de París.

Cuando entra en cuenta que este lugar se estrecha, y muchas veces por el predominio del atraso que inclina a mucha gente a preferir la superstición que la ciencia, busca ampliar su espacio en las vecinas Valera y Boconó, luego en Mérida y Táchira. Es conocido que en su tierra se involucró en diversas actividades para el progreso de la comunidad, lo que le deparó no pocas dificultades, hasta la posibilidad de ir preso por orden del gobernador. Llega la oportunidad de ir a París a sus ansiados estudios en el prestigioso Instituto Pasteur, adquiere los equipos para fundar laboratorios y cátedras de medicina experimental en Caracas, regresa y los conocimientos y los equipos adquiridos con recursos nacionales los pone al servicio del bien común.

Despliega entonces su gran labor en la investigación científica, en la docencia y en la atención médica, con particular acento en atender las enfermedades endémicas del país, por la salud de los venezolanos, por su opción por los pobres. La Venezuela posible debe imitar esa visión tan importante del Dr. José Gregorio Hernández, de poner el énfasis en el beneficio de la comunidad, en particular los más pobres. Todo al servicio del bien común.

 

 


Fuentes consultadas:

 

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