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José Gregorio Hernández, médico de ricos y pobres / Por Rafael Ángel Terán Barroeta

Sentido de Historia

por Redacción Web
11/05/2025
Reading Time: 4 mins read
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Cristo vino a este mundo, no solamente para los judíos, también para los gentiles (no judíos); predicó a unos y a otros; sanó a ambos.

De igual manera, nuestro santo trujillano José Gregorio Hernández, durante su desempeño terrenal fue médico de ricos y pobres, sin discriminación. Practicaba la generosidad con todos, especialmente con los más necesitados. Resulta violatorio de la Constitución y de los Tratados Internacionales sobre Derechos Humanos, otorgarle y utilizar un calificativo discriminatorio para referirse al Santo “Médico de los Pobres”, nomenclatura que José Gregorio en tiempo de su ejercicio no hubiera deseado y tampoco se corresponde con su desempeño profesional como médico. Algunas veces los calificativos limitan las amplias virtudes de las personas.

José Gregorio, no era pobre, tenía antepasados de noble estirpe, nacido en una familia piadosa , pero de abundantes recursos económicos. Realizó estudios básicos y avanzados, que en su tiempo, por las razones que sean, no estaban al alcance del ciudadano común. Se rodeaba de cosas abundantes y buenas, que pudieran calificarse en su época como elitescas: educación, ciencia, arte, música, viajes, lectura, dinero etc. Fue investigador, escritor, filósofo, científico, profesor universitario, Individuo de Número de la Academia Nacional de Medicina. Andaba siempre bien vestido y con dinero en la cartera, cultivó excelentes relaciones y amistades, ejerció su profesión con deseos de obtener beneficio económico por su trabajo.

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11/05/2025

Refiere su mejor amigo el Dr. Santos Aníbal Dominici en su Elegía al Dr. José Gregorio Hernández en 1944, con ocasión del vigésimo quinto aniversario de su muerte que:

“Mi amigo era aristócrata, no tanto porque descendiese en línea recta de hidalgos de solar conocido y empenachado blasón desde el décimo siglo, sino porque lo era en sus gustos, preferencias y hábitos” .
“Conservo dieciocho cartas suyas por todos respectos interesantísimas: documentos históricos, dignos de ser publicados, no sólo por tratarse de él, sino porque en ellas, pinta galanamente su vida profesional, sus impresiones, sus estudios, en las poblaciones de Trujillo, Mérida y Táchira, que recorrió en busca de campo, laborable para ejercer la profesión”.

“De vuelta a Caracas… En breve tiempo, confiáronles sus antiguos maestros, los pacientes, contribuyendo así a que se adueñase de la más extensa clientela que haya tenido médico alguno entre nosotros”.

“Acudía con igual interés a la rica mansión y a la humilde choza; con todos ejercía su innata munificencia: prestaba a los ricos ciencia, asistencia asidua, cuido, esmerado; regalaba, además, a los menesterosos, los medicamentos, y aún los alimentos”.

“… Dio pruebas de que no le temía a ningún hombre; pruebas en ciertas ocasiones de un valor temerario. Fue el primero en alistarse en las milicias cuando el bochornoso bloqueo de 1902. En la universidad, al concluir el examen de la clase de histología, advirtiome sigilosamente, uno de los bedeles que un grupo de cinco estudiantes que el catedrático había rechazado por haber tenido más de 40 faltas en el año, le esperaban a la salida con malas intenciones. Al despedirse, Hernández, le dije: ‘espérame, salgo contigo’ . ‘No, déjame solo’ ; ‘si me acompañas, aquellos señores, van a pensar que les tengo miedo’ . No insistí, pero le seguí a corta distancia. Al salir del claustro fue rodeado por los alzados; uno de ellos habló gesticulando y Hernández, sin alterarse, les dirigió breves palabras, que no pude oír, saludó y se retiró sin la menor precipitación, dejándolos mohinos y como paralizados”.

“Años después desembarca en Nueva York y se aloja en un hotel cercano a los muelles, de buena apariencia, pero de pésima reputación. Al siguiente día va al consulado un agente secreto, a informar ‘que un doctor venezolano había tomado alojamiento en un hotel muy vigilado por la policía por ser guarida de peligrosos apaches’.

‘ El doctor carga en el bolsillo, añadió, una cartera atestada de billetes, que ya le han visto, y corre el riesgo de que sus compañeros de hotel, lo asalten y lo roben’ . Nuestro diligentísimo viceconsul Nicolás Veloz, corre al hotel y le expone a Hernández, lo que acaba de participar la policía al consulado. ‘Tranquilícese’ , le contesta sonreído; ‘ yo soy hombre para cualquiera de esos bandidos’».

José Gregorio, fue un hombre rico, que vino a este mundo con dos misiones: saber y amar al prójimo. Hombre noble, ilustre, admirado, respetado y querido , de una elevada posición social.

Vivió para coadyuvar al desarrollo de la medicina y hacer el bien. Sus colegas, amigos y la comunidad en la cual actuaba durante su vida, identificaron en él a una persona de alta calificación científica, elevada espiritualidad y religiosidad, de excepcionales atributos humanos, que condujeron a la Iglesia Católica, después de más de cien años de fallecido, a canonizarlo como Santo.

 

 

Nota: La Fotografía de este post, fue publicada en el libro Estudio Crítico Biográfico del Dr. José Gregorio Hernández , escrito por el Dr. J. M. Núñez Ponte y patrocinado por el Presidente General Juan Vicente Gómez. Caracas 1924. Tomada en Nueva York en octubre de 1917 ( año y 8 meses antes de su fallecimiento)
* Cronista de Tucutucu

 

 

Tags: CulturahistoriaSentido de HistoriaTrujilloValera
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