Los valeranos hablaron para atestiguar que el médico trujillano es y será el santo de Venezuela, un “beato de corazón” a quien pedirle sanación y un ejemplo a seguir como ser humano, esperan pronto recibir la noticia sobre el ascenso a santo del siervo de Dios
Ángela Fajardo/ECS
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La bondad, rectitud y humanismo se conjugan para describir a uno de los hombres más influyentes de Venezuela en el siglo 21. Cien años después de su muerte, el médico, profesor, científico y fiel creyente de Dios es recordado con fervor por su pueblo y fuera de sus fronteras, el “Venerable” doctor José Gregorio Hernández, llamado así por el papa Juan Pablo II, permanece vivo en el corazón de los trujillanos.
Hernández es recordado por la feligresía católica como el santo y médico de los pobres, un ejemplo quizá de lo que reflejó en vida, fe en Dios como católico practicante y atención médica a los más necesitados. El fervor de su pueblo le creó una corona de santidad, pues son innumerables los favores atribuidos al médico, tanto es así, que su santuario en Isnotú, lugar donde nació, guarda más de 2.000 placas en agradecimiento a los milagros y favores, que según sus creyentes, les ha concedido.
En su historia como científico, profesor y médico dejó huellas de amor, respeto, humildad, compromiso y sentido de pertenencia e identidad con su pueblo y sus oficios, que le permitieron aportar grandes avances a la ciencia en Venezuela y ser recordado década tras década por sus fieles seguidores.
José Gregorio, a pesar de no estar beatificado, es conocido por los católicos por sanar a los enfermos. Pero además de esta concepción de santo, el doctor Hernández debe ser recordado e imitado por la gente, sin importar su religión, por sus valores íntegros como ser humano.
Testimonios
Pedro Quintero: “Soy Devoto del doctor por su forma de ser, yo tal vez tengo parte de eso, soy honesto y preocupado por los demás, sé que ha hecho milagros, él ayudó a mi mamá en una ocasión que estuvo enferma”.
Elizabeth Chacón: “Aunque no soy trujillana, vengo del Táchira, he escuchado mucho de él, de hecho tengo una abuela súper creyente y todos los favores se los solicita a él, eso me ha vuelto creyente”
Ana Velásquez: “Soy muy devota desde hace tiempo, mi papá sufrió mucho porque no podía caminar, pero fueron muchas las oraciones al Doctor para que lo ayudara, él nos escuchó y nos concedió el milagro”.
Samuel González: “Soy creyente porque es una tradición que mi abuela mantenía desde hace tiempo, ella confiaba mucho en él, incluso en su tumba, hay un José Gregorio que siempre la está amparando y cuidando”
María Antonieta Rangel: “He escuchado mucho sobre sus milagros de sanación a los más enfermos, y creo en esos milagros; para muestra está su santuario donde lo veneran por los favores de sanación hechos”.
Omaira Hernández: Relata con nostalgia y lágrimas: “Una vez estaba mi mamá hospitalizada, ella ya murió; estábamos en la cama y el Dr. se presentó, le puso la mano en el pecho, al otro día ella amaneció mucho mejor”
Guillermina Sánchez: “Yo le tengo mucha fe a José Gregorio Hernández, mi hija cayó en cama y los médicos decían que si se recuperaba no iba a quedar bien, yo le pedí mucho a Dios y al Doctor JGH y me hicieron el milagro”
Xiomara Rosario: “Soy devota de José Gregorio Hernández, desde pequeña me han inculcado la fe en él y siempre lo he visitado en Isnotú, he oído de milagros, pero no conozco de uno cercano, aunque sí creo en él”
José Gregorio, el intercesor
María José Leal. Entre muchas historias de sanación que se le atribuyen al doctor trujillano, María José relató con fervor su devoción por José Gregorio, tras haberla sanado de los vértigos y ataques de epilepsia que sufría cuando tenía 8 años.
“En medio de mi inocencia, poca fe e ignorancia me volví devota, fueron tantos los exámenes, ecos, hospitalizaciones y tomografías, en fin, todos los estudios habidos y por haber, me llevaron a pedirle un milagro al Doctor, sabiendo que quién podía sanarme era Dios, pero mi abogado, el intercesor, era el Doctor, por eso mi mamá, mi papá y yo decidimos hacerle una promesa. No sé cuánto tiempo sufrí, pero cuando comenzamos a pedirle a él todo iba aclarando”.
“Aún faltaba ese milagro, algo que me sanara completamente para no vivir de chequeos y medicamentos, una noche mi madre decidió hablar con Dios, para pedirle que me llevara con él, si mi lugar no estaba en este mundo. Esa noche ella vio a José Gregorio Hernández, vestido de blanco con su sombrero negro, caminar por el pasillo de mi cuarto, esa noche fui uno de sus tantos milagros, lo creo y lo confirmo”.
María José a sus 20 años lleva una vida normal, no toma medicamentos y poco a poco sus enfermedades sanaron, los vértigos causados por la sordera de su oído izquierdo, aunados a los ataques de epilepsias, desaparecieron, hoy expresa una devoción inmensa por Dios y José Gregorio. Como regalo divino tuvo la dicha de ser músico, pese a las adversidades.