Jesús Soto: faro que alumbró más allá de las fronteras de los sueños

HISTORIAS DE VIDA/ Pensar, reflexionar sobre el legado de Soto es amar a Venezuela como la posibilidad de tener una patria en los sueños que es la creación misma. Soto fue y sigue siendo una enseñanza permanente. En 1950 va a París, donde adquirió los conocimientos que le llevaron a crear una obra imperecedera

Su conocimientos lo llevaron a crear una obra imperecedera

Soto fue y sigue siendo una enseñanza permanente

 

La desaparición física del artista venezolano Jesús Rafael Soto el 19 de enero de 2005 a los 82 años de edad, dejó al país huérfano de unos de los creadores más singulares nacidos a lo largo de la historia de la cultura nacional.
El Maestro Soto como simplemente se le llamaba y se le conocía mundialmente, era el venezolano invitado permanente de los grandes salones celebrados en Nueva York, París, Londres, Tokio, Helsinki o Sidney. Soto, quizá el más humilde de los artistas nacidos en Venezuela, fue una de las figuras centrales del arte cinético en el mundo.

A la par del argentino Julio Le Pare, del chileno Roberto Matta, el cubano Wilfredo Lam, constituyó la pléyade de artistas latinoamericanos que deslumbró París durante las décadas de los cincuenta y sesenta, cada uno, por supuesto, en sus búsquedas, en sus tentativas de aportar algo novedoso.

Soto trabajó alternativamente en sus talleres de Caracas y París. Soto fue vanguardista, un investigador y precursor en la tendencia del cinetismo, arte que armó mediante la fusión de la ciencia, la tecnología y el proceso artístico.
Caracas y Ciudad Bolívar, donde nació dan fe, testimonio de cómo Soto articuló el arte al espacio urbano, cómo resolvió esa síntesis, de adecuar una obra de arte a la ciudad, a los centros poblados.

 

Obras monumentales

 

Cómo el hombre, el ciudadano común podía atravesar, disfrutar de una obra de Soto mediante la observación, la contemplación o también planteándose la posibilidad lúdica, para gozar de la creación de un hombre que quiso que todos participaran en sus hallazgos, en sus creaciones.

Soto realizó obras monumentales que se encuentran además en diversas ciudades de la Tierra, en tributo a la libertad, a la creación infinita de la que sólo son capaces espíritus privilegiados como el de este venezolano que fue uno de los mejores embajadores culturales de nuestra nación en el mundo entero.

Pensar, reflexionar sobre el legado de Soto es amar a Venezuela como la posibilidad de tener una patria en los sueños que es la creación misma.
Soto fue y sigue siendo una enseñanza permanente, un faro que alumbra más allá de las fronteras de los sueños, en el futuro de otrora generaciones de artistas que fueron creciendo en esta región del mundo, donde el mismo brillo del sol nos estimula a amar más a esta tierra de gracia.

 

París catapultó su creatividad

 

Oriundo de Ciudad Bolívar, donde nació el 5 de julio de 1923, Jesús Soto logró fama mundial como uno de los más importantes cinetistas del siglo XX, al conceptuar el geometrismo cromático, que alcanzó en Soto una expresión definitiva-mente más depurada.

El maestro guayanés inició sus estudios profesionales en la Escuela de Artes Plásticas y Aplicadas de Caracas, donde tuvo su primer contacto con el cubismo. Egresado de este centro, en 1947 fue nombrado director de la escuela de Artes Plásticas de Maracaibo, desde donde se traslada en 1950 a París, donde adquirió los conocimientos que le llevaron a crear una obra imperecedera.
Sus primeros esbozos cinéticos datan de 1951 con «Repeticiones», elementos geométricos simples (líneas, cuadrados, puntos), alienados en un determinado orden y repetidos hasta el infinito, sustituyendo la idea de composición por la idea de distribución.

Luego vienen las «Progresiones» y después las pinturas seriales, en 1952, donde comienza a liberarse una composición más dinámica.
En 1953 crea el «Desplazamiento» con la vibración óptica que resulta de la intersección de puntos y líneas que sugiere la tercera dimensión, interesándose por la relación entre los materiales y el espacio, experimentando con la superposición de elementos.

Para ello estudia la música dodecafónica y serial, y hace un paralelo con las formas plásticas. También se interesa por la física y la filosofía, pues considera que el arte no es sólo expresión sino sobre todo un conocimiento.

En 1955 vendrá la «Espiral», importante obra, construida en dos planos, uno transparente y otro opaco, en la que el espacio es real, en la que existe una superposición de dos vibraciones y en la que nace verdaderamente en movimiento cinético.
De allí surgen lo que llamó Estructuras Cinéticas, espirales trazadas sobre el plexiglás actuando en un fondo de madera, determinan movimientos ópticos.

Quiso darle
un toque de
belleza a Valera

 

El padre del cinetismo en el año 2000 visitó nuestra ciudad para apoyar la iniciativa de la directiva de la máxima casa de la cultura, Ateneo de Valera presidido por Marlene Briceño, para que en la nueva edificación que se estaba levantando y que luego se abandonó, hoy todavía inconclusa en espera que se apiaden de ella, el nativo de Guayana tuviera un lugar donde el propio artista colocaría sus obras para darle mayor brillantes a la institución y un toque de belleza adicional la ciudad con su arte. En aquella visita a la urbe de las siete colinas, compartió con la cultura trujillana, con sus creadores, sus artistas, con la dirigencia cultural y medios de comunicación.
La idea no se concretó en vida de Soto, por su partida al más allá en la Ciudad de las Luces. De todas maneras si algún día algún se materialice la nueva sede del Ateneo y el rescate definitivo del mismo, no hay que olvidarse que se tiene una deuda moral con él. El rincón de Soto era con fin que perdurar para siempre entre nosotros.

 

 

 

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