La formación intelectual de Ana Enriqueta Terán comenzó desde el hogar, enclavado en las cordilleras andinas, desde Valera a Jajó. Es por eso que la poeta trujillana nunca perdió oportunidad para destacar la importancia que tuvo su madre, Rosa Madrid de Terán, quien la puso en contacto con los poetas clásicos. “En mi casa, de sus labios, aprendí a disfrutar del Siglo de Oro”, afirmó orgullosa en 1998 cuando todas las fuerzas vivas del estado Trujillo se unieron para rendirle un tributo con motivo de sus 80 años de vida. Fue un momento apoteósico, único e irrepetible.
De esa temprana fragua surge una creadora apegada a los cánones de la poesía bien rimada. Garcilaso la acompañó en las derrotas amorosas; Santa Teresa le enseña cómo desear a Dios; Góngora se volvía licor de libertad en sus liras, tercetos y sonetos. El verso fue para ella una rayadura perfecta en lámina de oro.
En la lectura de cualquier fragmento de su obra temprana, se puede apreciar esta cualidad:
Hoy te recuerdo puro y acerado
ardido en tus ocultas agonías
laurel de llanto, dulce te me hacías
por tu saber oscuro y arbolado
Sus tendencias
Luego de demostrar sus facultades en el difícil arte de la versificación con métrica, asume también tendencias consideradas más modernas. El verso libre la solicitaba e iba él con respeto y autenticidad. Sin embargo, no abandonó nunca las formas clásicas. Sonetos y tercetos les fueron fieles y anduvo con ellos con distintas penumbras pero con un mismo trazo de libertad y honestidad.
En verso libre, su poesía también rezuma profundidad y belleza:
El mar respira hondo en la casa abandonada
Nuestra infancia alma mía
como el aroma
de una provincia desnuda.
Obras más importantes
La extensa obra de Ana Enriqueta Terán, esa capacidad para pisar firme en territorios de lo clásico y lo vanguardista, ha sido objeto de incontables estudios y referencias académicas, tanto en Venezuela como fuera de ella.
Su obra poética trasciende lo meramente métrico, y se constituye en una voz propia seducida por elementos que bordean la nostalgia, el amor, la sensualidad y el paisajismo andino.
Su producción lírica tiene sus etapas cronológicas bien diferenciadas entre sí. Una de ellas, caracterizada por el tributo de la poetisa de Valera a las formas clásicas, particularmente, al soneto, en el que puede afirmarse fue una especialista consumada.
- Al norte de la sangre (1946)
- Presencia terrena (1949)
- Verdor secreto (1949)
- De bosque a bosque (1970)
- El libro de los oficios (1975)
- Libro de Jajó (1980-1987)
- Música con pie de salmo (1985)
- Casa de hablas (1991)
- Alabatros (1992)
- Antología poética (2005)
- Construcciones sobre basamentos de niebla (2006)
- Piedra de habla (2014)
TESTIMONIO
Sólo faltaron cinco meses para que estos versos proféticos se pudieran cumplir. El venidero 5 de mayo de 2018 hubiese estado celebrando sus 100 años de nacimiento. Los destinos de Dios quisieron otra cosa.
“La poetisa cuenta hasta cien y se retira”
La poetisa recoge hierba de entretiempo,
pan viejo, ceniza especial de cuchillo;
hierbas para el suceso y las iniciaciones.
Le gusta acaso la herencia que asumen
los fuertes, el grupo estudioso, libre de mano
y cerrado de corazón.
Quién, él o ella, juramentados,
destinados al futuro:
Hijos de perra clamando tan dulcemente
por el verbo,
implorando cómo llegar a la santa
a su lenguaje de neblina.
Anoche hubo piedras en la espalda
de una nación,
carbón mucho frotado en mejillas
de aldea lejana.
Pero después dieron las gracias,
juntaron, desmintieron,
retiraron junio y julio para el hambre.
Que hubiese hambre.
La niña buena cuenta hasta cien y se retira.
La niña mala cuenta hasta cien y se retira.
La poetisa cuenta hasta cien y se retira.
Del Libro de los Oficios, 1975