Holocausto

 

La semana pasada, en el Teatro Chacao, asistí al acto del Concejo Municipal de ese municipio capitalino con motivo de la conmemoración del Día Internacional en memoria de las víctimas del Holocausto, instituido por Naciones Unidas. Por motivos de su agenda, la Cámara Edilicia corrió la recordación humanitaria de este año, pues su fecha oficial es el 27 de enero, la de la liberación de Auschwitz-Birkenau, los campos de exterminio del Nacional Socialismo en Polonia.  Hablaron el Presidente del Concejo, institución democrática que ha reconocido ya por varios años la significación de este acto; el embajador de la República Federal Alemana, pueblo que ha aprendido las lecciones de su historia ejemplar por diversos motivos entre los cuales destaca su adhesión a la democracia y los derechos humanos; y con un testimonio conmovedor, un sobreviviente de Auschwitz residente desde niño en nuestro país que ha hecho suyo por el afecto y el trabajo de toda una vida. Vimos la representación de trozos teatrales y oímos hermosas canciones judías de dolor y esperanza.
Hoy, donde hubo aquella fábrica de muerte hay un museo que pude visitar con mi esposa y mi hija menor cuando fuimos a Cracovia en 2008. Allí, un instante de plegaria íntima por el mártir franciscano Maximilian Kolbe. Por más que hubiéramos leído en los libros de historia, la experiencia de recorrer el lugar y sus instalaciones resultó sobre cogedora. Toda referencia es poca. Un silencio de pesar y estupor nos dominó en el viaje de vuelta a la dulce ciudad polaca. Se calcula en seis millones de judíos víctimas de aquella maquinaria. También gitanos, opositores y disidentes, homosexuales, enfermos mentales. En número pueden haberlo superado Mao y Stalin, pero el concepto y el diseño hitleriano horrorizan.
La decisión de aquella sofisticada técnica de matar llevando familias enteras en tren casi hasta la puerta de los crematorios se fue formando por años, dice Laurence Rees. El régimen nazi habría practicado la “radicalización acumulativa” propia de revoluciones cuyo diagnóstico falso conduce a crisis que se van agravando pues, incapacitadas de rectificar, cada paso las profundiza. En su declaración a propósito de este Día Internacional del 2018, el Secretario General de la ONU llamó “a cerrar filas contra la normalización del odio” porque “cada vez que en cualquier lugar se hace dejación de los valores de la humanidad, estamos todos en peligro”. Tiene razón.

 

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