HETAIRAS Y SABIOS EN LA ANTIGUA GRECIA | Por: Ernesto Rodríguez

 

En la antigua Atenas la prostitución era legal y había varias clases sociales de prostitutas. Las de más baja condición eran las ‘pornoi’ (del griego ‘porne’: prostituta) que en su gran mayoría provenían del oriente y trabajaban en el puerto ateniense de El Pireo, donde había mucha actividad comercial y marineros. Pero las de más elevada condición eran las ‘hetairas’ (del griego ‘hetaira’: compañera) que eran literalmente ‘damas de compañía’ (1). Por ser mujeres no llegaban a tener derechos de ciudadanos, pero gozaban de un estatus social, y adquirían algo de educación y capacidad para conversar, y participaban a veces en reuniones sociales con políticos y filósofos. Por ejemplo, veamos el caso de Aspasia de Mileto (aprox. 450-430 A. de C.) que fue amante del gran estadista Pericles (aprox. 495-429 A. de C.), que desde 451 A. de C. hasta su muerte fue elegido ‘estratega’ 15 veces seguidas en Atenas. Pericles por ella se divorció de su esposa y nunca pudo casarse con Aspasia porque ella no era ciudadana ateniense, pero tuvieron un hijo llamado también Pericles.

Aspasia participaba en las reuniones políticas de Pericles, pero los enemigos de él, la denunciaban haber sido hetaira y por regentar un burdel. Por ejemplo, el gran comediógrafo Aristófanes (445-385 A. de C.) en su comedia: ‘Los Acarnienses’ presenta al personaje Dikaipolis que dice claramente que Aspasia y sus mujeres eran putas (líneas 525-530). No obstante, el gran filósofo Sócrates (469-399 A. de C.) respetaba a Aspasia por su buen nivel intelectual y otras hetairas famosas como Tais, Diotima, Targelia y Leoncia, eran celebradas por su nivel filosófico y a veces, por su refinado estilo literario.

Muchos artistas y filósofos eminentes trataban a hetairas. Por ejemplo, el gran filósofo Platón (427-347 A. de C.) se recreaba con la hetaira Arqueanasa, y el gran filósofo Epicuro (341-271 A. de C.) aprendió mucho sobre el placer con las hetairas Danae y Leoncia. En efecto, el filósofo romano Lucrecio (aprox. 94-55 A. de C.), era seguidor de Epicuro, y ambos desconfiaban del enamoramiento porque consideraban que el amor es una forma de locura que nubla el alma racional. Lucrecio advertía que estar enamorado trae consigo dolor, inquietud y tristeza. Por eso consideraban mejor liberar la lujuria con múltiples relaciones con mujeres y Epicuro recurría frecuentemente a prostitutas (2).

El gran dramaturgo Sófocles (aprox. 496-406 A. de C.) se consolaba en su edad avanzada con la hetaira Theoris y luego cuando tenía 90 años con otra llamada Arquipa. La hetaira Targelia era espía de los persas y participó en reuniones de elevado nivel y se acostó con todos los estadistas de Atenas que pudo. La hetaira Gnatena entrenó a su hija como hetaira y exigía que le pagaran el equivalente a mil dracmas por una noche. Otra hetaira llamada Filomena declara francamente a un enamorado suyo: “¿Por qué me escribes tan largas cartas? No necesito epístolas sino cincuenta monedas de oro. Si me quieres, paga; si prefieres el dinero a mí, deja de molestarme, adiós” (3). Otra hetaira llamada Clepsidra, era llamada así porque contaba el tiempo a sus clientes con un reloj de arena (clepsidra).

Una hetaira muy célebre fue Lais de Corinto. El autor griego Ateneo el Gramático de Náucratis (finales del siglo 2-principios del siglo 3) en su obra ‘Deipnosofistas’ (Banquete de los Eruditos) se refiere en varias ocasiones a ella y dice que: “parece haber sido superior en belleza a cualquier mujer que haya sido nunca vista” (4). En una ocasión, Lais estaba en una reunión de filósofos y sabios, y dijo: “Yo no sé de ellos más que lo que me cuentan. No he leído sus libros, pero no creo en su sabiduría…¡Si supieseis lo que me piden y hacen esos sabios y filósofos cuando están a solas conmigo!” (5). El gran escultor Mirón (que fue activo entre 480 y 440 A. de C.), fue uno de los que más contribuyó a la teoría de la simetría en escultura. Cuando ya estaba encorvado por la vejez, le pidió a Lais que posara desnuda, y cuando ella se desnudó, se obsesionó y le ofreció todas sus posesiones por estar una noche, pero ella se negó. Entonces Mirón se propuso lucir más joven y atractivo. Se cortó el pelo y la barba, se tiñó el pelo, se puso una atractiva túnica escarlata y un cinturón dorado, una cadena de oro en el cuello y anillos en todos sus dedos. Se coloreó las mejillas con rojo y se perfumó su vestimenta y cuerpo. Buscó a Lais y le dijo que quería estar con ella, pero Lais le respondió: “tonto, tú me estás pidiendo lo que yo le negué a tu padre ayer” (6). En un texto atribuido al gran orador Demóstenes (384-322 A. de C.) él dice: “Las hetairas sirven para proporcionarnos placer, las concubinas para nuestras necesidades cotidianas y las esposas para darnos hijos legítimos y cuidar la casa” (7). Lais acumuló una gran fortuna y se hizo tan famosa que Demóstenes viajó desde Atenas a Corinto para estar con ella. Pero se dice que él era muy feo, y ella para rechazarlo, le pidió diez mil dracmas, lo cual era una enorme suma de dinero. Demóstenes regresó a Atenas sin hacer nada.

No obstante, Lais sí estaba frecuentemente con el filósofo Aristipo de Cirene (aprox. 435-355 A. de C.), figura principal de la Escuela filosófica Cirenaica que enfatizaba el ‘hedonismo’ (del griego ‘hedoné’: placer), para lograr la felicidad, aunque un placer con autocontrol. Lais también fue amante del famoso filósofo Diógenes de Sinope (aprox. 400-325 A. de C.), uno de los principales exponentes de la llamada ‘Escuela Cínica’. Aristipo de Cirene gastaba mucho en Lais, pero Diógenes le pagaba poco, y se dice que a ella le gustaba tener a los filósofos a sus pies (8). Según Ateneo el Gramático, Aristipo de Cirene: “vivía con el mayor lujo y extravagancia, entre perfumes, vestidos finos y mujeres. Él se unió abiertamente con la cortesana Lais” (9). Aristipo decía: “Yo poseo a Lais, pero no soy poseído por ella. Porque la mejor cosa es no abstenerse de los placeres, sino dominarlos y no ser sometido por ellos” (10).  Se cuenta que: “cuando alguien le reprochó que vivía con una cortesana, él dijo: ‘Entonces si uno está adquiriendo una casa, ¿Hace mucha diferencia si mucha gente ha vivido en ella antes, o no hace ninguna diferencia? Ninguna diferencia. ¿O si uno está navegando en un barco, si miles han navegado en ese barco antes, o nadie ha navegado? Ni la más mínima diferencia. Entonces no hace ninguna diferencia, concluyó Aristipo, si la mujer con la cual uno vive, ha vivido con muchos hombres antes o con ninguno” (11). Ateneo también refiere que: “cada año Aristipo acostumbraba estar dos meses con Lais en Egina durante el Festival de Poseidón, y cuando su sirviente le reprochó por eso diciéndole: ‘Tú diste todo este dinero a esta mujer, y ella está con Diógenes gratis’, él replicó: ‘Yo le recompenso con mucha riqueza a Lais de manera de poder disfrutarla, no para impedir que otro lo haga” (12). También:  “Cuando alguien le habló mal de Lais, diciéndole que ella no lo amaba, él replicó que él no suponía que el vino o el pescado lo amaran, pero él de manera feliz obtenía su placer con ambas cosas” (13).

Lais gastó su enorme fortuna generosamente en templos, construcciones públicas y regalando a sus amistades.

Otra hetaira muy famosa fue Friné, así llamada por su tez amarillenta aunque era bellísima. Ella se enriqueció tanto que construyó su propia estatua de oro macizo en el Santuario de Delfos y el historiador griego Plutarco (aprox. 50-120), luego dijo que era “un trofeo conquistado por la lujuria de los griegos” (14). La belleza de Friné era el tema en la Atenas del siglo 4 A. de C. Por un tiempo Friné fue amante del gran escultor griego Praxiteles (aprox. 370-330 A. de C.) y posó para que él esculpiera sus famosas esculturas de Afrodita. Se cuenta que en una ocasión, ella pidió mucho dinero a un cliente llamado Eutias y él se vengó acusándola de impiedad. Pero un miembro del jurado era el famoso orador ateniense llamado Hiperides (390-322 A. de C.) que era cliente asiduo de ella y su fervoroso amante. Entonces Hiperides la defendió ante el jurado desnudándola y preguntándoles: “¿Creen ustedes que una mujer tan bella puede cometer un delito?”. Entonces los jueces embelesados por su belleza, la declararon inocente (15). Pero esta anécdota ha sido considerada dudosa (16).

NOTAS: (1) La mayor parte de la información del presente artículo la he tomado de Pags. 299-301 en Will Durant (1939,1966) ‘The Life of Greece’. Simon & Schuster. También de Pags. 96-101 en Robert Flaceliére (1989) ‘La vida cotidiana en Grecia en el siglo de Pericles’. Ediciones Temas de Hoy. (edic. francés: 1959). También de Paul LaCroix (1926) ‘History of Prostitution. Volume One’ (2) Pag. 111 en Simon Blackburn (2004) ‘Lujuria’. Paidós (3) Pag. 139 en Carlos Fisas (1999) ‘Erotismo en la Historia’. Plaza y Janés (4) Pag. 301 en Will Durant, Op.Cit. (5) Pag. 139 en Carlos Fisas, Op.Cit. (6) Pag. 301 en Will Durant, Op.Cit. (7) Cap. 10. Pag 173 en P. La Croix, Op.Cit. (8) Pag. 301 en Will Durant, Op.Cit. (9) Ateneo, Pag. 125 en ‘Diogenes the Cynic. Sayings and Anecdotes. With Other Popular Moralists’. Translated by Robin Hard’. Oxford World’s Classics. Oxford Univ. Press (2012) (10) Diogenes Laercio ‘Vidas de Filósofos Eminentes’, Libro 2, 75 (11) Diogenes Laercio, Op.Cit. Libro 2, 74 (12) Ateneo, Pag. 134 en Diogenes the Cynic, Op.Cit. (13) Plutarco, ‘Amatorius’, 4, 750e. Pag. 134 en Diogenes the Cynic, Op.Cit. (14) Plutarco ‘Sobre los oráculos de la Pitia’, 401 A., Pag. 100 en Robert Flaceliére, Op.Cit. (15) Pags. 300-301 en Will Durant, Op.Cit. (16) Pag. 100 en Robert Flaceliére, Op.Cit.

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