Henry Montilla muchos lo recordarán como aquel estudiante combativo de bachillerato en el liceo Rafael Rangel. Henry natural de Sabana de Mendoza, valerano de arraigo y corazón, nació un nueve de octubre de 1948. Su padre fue Don Tulio Montilla, cronista de Sabana de Mendoza. La herencia de hombre preocupado, de luchador, investigador, la heredó sin duda alguna del «viejo lobo» que nos dio una lección en cada una de sus crónicas.
Henry Montilla, nuestro invitado de hoy, egresó como sociólogo de la UCV en 1972. Desde 1973 fue profesor en el Núcleo Universitario Rafael Rangel, y Vicerrector en dos periodos, 1983-1987. Investigador en las áreas Urbano-Regional y Teorías y Métodos de la Planificación Estratégica.
Valera, foco central
Hay una Valera del pasado que fue el foco central de la región trujillana, la cual ya no se podía confundir con la ciudad de Trujillo, tampoco con Maracaibo que ha sido referencia para la zona baja, sobre esa Valera, nos dice el profesor Henry Montilla que, “esa Valera comenzó a convertirse en el lugar a donde llegó, una porción importante de población que a partir de los servicios que ofrecía, como la actividad comercial, educativa, servicios sanitarios, etc. Fue así como logró adquirir el liderazgo obtenido. Cuando se dice: ciudad comercial a diferencia de Trujillo como entidad capital, eso fue y ha sido Valera para mucha gente que realmente requiera de la ciudad y de lo que ella ofrecía. Pudiera señalarse que, ciertamente Valera se edificó como un punto de atracción, el cual pudo haber sido de mejor provecho para su desarrollo, sostiene el ex vicerrector del Nurr.
El Rangel como punto central
La experiencia liceísta y todo el movimiento juvenil de los años 60 se centraban en el acontecer cotidiano de lo que era y significaba el liceo Rafael Rangel, antes Colegio Federal. Sobre ese punto el profesor Montilla nos cuenta: “Valera a través del liceo Rafael Rangel se convirtió también en un punto central de la educación, no sólo de los valeranos o trujillanos, sino de otras latitudes cercanas. Eso contribuyó para que mucha gente se hiciera valerana, todo gracias a los servicios tan importantes y necesarios para el día a día, que la ciudad ofrecía”.
La Valera que el profesor Montilla comenzó a vivir como adolescente liceísta fue la época del gobierno de Rómulo Betancourt en el 62, “había en la ciudad el reflejo de esa actividad política. Recuerdo que, en el año 1963 en el Ateneo de Valera se dio un excelente debate entre Pérez Alfonso y Uslar Pietri sobre la materia petrolera, el Ateneo era el epicentro de las grandes convocatorias no solamente de la actividad cultural sino también política”, sostiene.
Plaza Bolívar como epicentro
En cuanto a la actividad netamente social de la urbe de antaño, Henry Montilla sociólogo de profesión egresado de la UCV nos muestra, “una Valera que nos permitió conocer a los amigos de casi toda la vida. Habían sitios donde uno podía ir, tal era el caso de la plaza Bolívar y la esquina del teatro Libertad, fueron el epicentro de todo el movimiento valerano, era el sitio de concurrencia de todos, los más jóvenes casi todas las noche nos reuníamos a conversar, eso se convirtió en un lugar físico, muy ameno y predilecto. No había un lugar tan emblemático en Valera que su plaza Bolívar y sus alrededores”.
Para el sociólogo, aquellos años de su juventud, fue una época donde pudo disfrutar de una Valera tranquila, “esa era la Valera de la luminosidad de la avenida 10 entre las calles 7 y 13, esas cuadras prácticamente eran el gran boulevard de la ciudad. Era muy clásico visitar la heladería Roma, ambiente grato para todos los extractos sociales. Recuerdo nombres como Antonio Vale, Luis Peña “La Pulga”, Benigno Contreras, Amado Moreno, entre muchos más que disfrutábamos juntos muchos de un lugar predilecto y especial como lo fue el Tequendama del señor Manuel Peña, o el Sol y Sombra de los hermanos León, sitio emblemático en la época de la clandestinidad con Pérez Jiménez.
Esa Valera pequeña se conglomeraba como dije antes en la plaza Bolívar donde se daban cita muchos personajes uno de ellos fue, Javier Álvarez a quien le decíamos “mentirita”, de él hay que hacer referencia cuando se habla de esa Valera de ayer, fue amigo de todos, murió hace poco, prematuramente. La plaza Bolívar de aquella Valera nos hizo muy felices”.
Para el profesor jubilado e investigador en las áreas urbano-regional, ese conglomerado de afectos encajan las ideas y propuestas de muchos profesionales ocupados del desarrollo urbano y su problemática, entre las que menciona: “las sugerencias y proyectos de solución que nos dejó el ingeniero Ernesto Rosales; las continuas reflexiones y orientaciones del Dr. Eladio Muchacho Unda, formulaciones del geógrafo Francisco González Cruz; las proposiciones sobre vialidad de los ingenieros Mildre Herrera y Humberto Contreras; las preocupaciones urbanísticas y vecinales del Dr. Gustavo Chaparro, las cotidianidad que por años ha expuesto Alfredo Matheus, y tantos otros ejemplos”. Pero además, señala que esta especie de enumeración estaría incompleta, “sin las referencias a aquellos que expresan franco pesimismo y bien fundado, ante las carencias y el deterioro urbano que ha experimentado Valera en los últimos tiempos. Es imposible no mencionar a Adriano González León, a quien se le escuchó aquel discurso conmemorativo en 1970, para luego en 2006 escribir otro tan opuesto llamado “Valera no vale hoy”.
Sentimiento
y afecto por la urbe
En la segunda parte de nuestra conversación con el sociólogo, Henry Montilla nos enfocamos en el sentimiento y afecto por una ciudad como Valera presta a celebrar su bicentenario.
El sentimiento por una ciudad en este caso, Valera, se manifiesta como una muestra de afectos, porque son precisamente provenientes de individualidades, se exteriorizan para alimentar esa especie de conciencia colectiva que representa la sensibilidad de muchos.
Nos explica Montilla como sociólogo que, la noción de afectos, no sólo comprende lo propiamente emocional, también a los niveles del conocimiento racional y sistemático. Se puede afirmar para Valera, cuando hablamos acerca de ella, desde su estructuración con dimensión de ciudad, ha abarcado una inmensa modalidad de afectos. Esa sensibilidad manifiesta por el afecto a la ciudad, aparece como una realidad permanente y continua con numerosísimas referencias, donde en unas se acentúa la emotividad o la añoranza del tiempo anterior de la ciudad. Más adelante sostiene que, otras referencias también evocativas pero de orientación crítica, son las que diagnostican su problemática urbanística y de servicios públicos; aquellas que sugieren propuestas o ideas para su ordenamiento urbano; y otras que se les debe llamar de sensibilidad divergente, pero sin perder su esencia emotiva.
Repensar a
Valera es
Saber que “Valera ha sido considerada históricamente, desde su estructuración inicial como una ciudad comercial, y hasta peyorativamente llamada fenicia, en la cual se dice existen como actores sociales de esa actividad económica, solo comerciantes en términos genéricos”.