Gotitas De Miel | El Control de la Emociones y la Unidad | Por: Raúl Alberto Casanova-Ostos*

 

Una de las principales causas que nos impiden hacer uso de la buena capacidad de razonamiento al enfrentar situaciones adversas es el descontrolado manejo de las emociones.

Las emociones serían más fáciles de manejar si aprendiéramos a identificarlas; pues, al no conocerlas, estas se presentan ante nosotros como un enemigo invisible que nos ataca, nos divide y peor aún, que ataquemos a otras personas con gestos, palabras ofensivas y en casos extremos con golpes.

Se ha dicho siempre que debemos ser mejores personas y buenos profesionales cada día, pero, ¿qué hacemos para lograr eso? La mayoría no se hace consciente de ello. ¿Acaso nos interesamos por investigar que significa en realidad esa frase trillada “ser mejores personas o ser mejores profesionales”?

Para mi entender, “Ser mejores personas y buenos profesionales” abarca muchos aspectos, pero uno de los más importantes y de los primeros, si se hace una escala de jerarquía, es el de aprender a manejar nuestras emociones y para iniciar dicho proceso de aprendizaje es importante conocer antes tales emociones.

Aun con mi experiencia es difícil señalarles que controlo todas mis emociones, pero anecdóticamente les comento que, hace unos 24 años cuando ni siquiera tenía intenciones de nada en la política universitaria, un profesor universitario socialcristiano (con algunas copas de licor en su haber y un poco belicoso), me intimido señalándome que si me lanzaba a ser candidato a algo lo tendría a él en la cera del frente. Esa noche me di cuenta que podía controlar mis emociones. Cuarenta y ocho después, tome la decisión que marcaría mi vida académica para siempre.

Ciertamente, el comenzar un proceso de cambio universitario, necesario si es que deseamos mejorar la calidad de nuestras vidas, no es tarea fácil pero los finales felices no han implicado jamás un camino hermoso y rosado; pues, toda recompensa requiere su esfuerzo y se debe ser constante para la consecución de tal fin.

No se resuelve un ejercicio matemático sin conocer el método a seguir y una vez conseguido tal método, nos veremos en la necesidad de recurrir a él, cuantas veces sean necesarias para lograr resolverlo de forma rápida y aparentemente sencilla.

En el ejemplo del ejercicio matemático hubo requerimiento de paciencia; de la misma forma sucederá cuando decidamos iniciar el proceso de cambio universitario, para controlar nuestras emociones deberemos ser pacientes y buscar efectivamente la Unidad como método menos invasivo hasta que ese cambio forme parte de nuestra naturaleza universitaria.

Los seres humanos atendemos a nuestras necesidades a través de la cooperación y división social del trabajo: unos cultivan la tierra, otros fabrican vestidos y otras distintas herramientas. Durante milenios la organización colectiva ha ido evolucionando hasta llegar a un grado de perfeccionamiento tal que hasta los mismos individuos que la forman desconocen hoy su funcionamiento pormenorizado. Vemos una parte del sistema, pero hay muchos rincones que se nos escapan.

La pandemia nos ha distanciados en el objetivo de buscar la cohesión social total. Hemos dejado atrás tiempos muy distintos, como aquellos en que en Atenas era una «impiedad» no interesante por los asuntos públicos de una ciudad que se dirigía por la asamblea de ciudadanos, o bien aquellas civilizaciones cerradas en los que cualquier miembro sabía cómo funcionaba la totalidad de la tribu.

En el pasado, la suerte de los ancianos dependía de las penurias del pueblo y de las costumbres que se instauraban. Algunas tribus antiguas del Japón, los “ainu”, maltrataban a los viejos como también los padres a sus hijos: las bocas parásitas en una situación de frío y pobreza acuciante explicaba en parte ese comportamiento. En cambio, otras culturas igualmente precarias tendían lazos afectuosos entre padres e hijos y cuidaban de los viejos. Unas veces se ha valorado la experiencia de la edad, otras, en las que la sociedad vivía al día, se ha visto al anciano como un fardo insoportable. En todas estas situaciones, como puede observarse, «vejez» no ha significado lo mismo.

Más recientemente, el 11-09-2001. Terroristas islámicos secuestran y estrellan cuatro aviones de pasajeros. EEUU cierra su espacio aéreo. Cientos de vuelos intercontinentales no pueden llegar a su destino y se desvían a Canadá. Fue la operación “Yellow Ribbon”. Más de 500 vuelos trasatlánticos de fuselaje ancho estaban en el aire en el momento del cierre. 238 de ellos habían superado el punto de no retorno y no podían regresar a Europa. Sólo tenían una opción: aterrizar en Canadá. Se decidió que uno de los aeropuertos fuera el de Gander que recibiría a 38 aviones y en menos de seis horas posteriores al cierre del espacio aéreo estadounidense 6700 personas aterrizaron en un pueblo de diez mil hab.  La gente del avión («plane people», en palabras de los habitantes de Gander) no tenía nada. Su equipaje estaba en el avión y allí seguiría. 2 días de tensión y terror sin ducharse, y ni siquiera batería en el celular. Eran, básicamente refugiados. Y entonces llegó la gente de Gander. Mil familias abrieron sus casas para acoger a más de tres mil personas, a las que además surtieron de todo lo necesario.

Amistades eternas se forjaron en aquellos días en los que una ciudad se volcó con miles de desconocidos. En agradecimiento, uno de los pasajeros abrió un fondo para pagar la universidad de los estudiantes de Gander. Esperaba recaudar miles de dólares. ¡Recaudó millón y medio de dólares procedentes de los agradecidos pasajeros! Gander se ganó un hueco en la historia, pero sobre todo en los corazones de todos aquellos desplazados que se vieron atrapados por la sinrazón terrorista en un pueblo a miles de kilómetros de sus casas. Gander, en esos días, fue un símbolo de la UNION.

La historia del gremio universitario venezolano -docente, estudiantil, administrativo y obrero-, está llena de encomiables logros. Son muchas las oportunidades en las que sus miembros han influido positivamente en la Universidad y en el país. Baste recordar para esta nota el resurgimiento, -luego de diez años de dictadura perezjimenista-, de una institución que proclamaba y consagraba en un texto legal surgido del debate y la reflexión de sus miembros, la autonomía universitaria, en 1958.

Hoy, la particular coyuntura política nos exige nuevamente la activación de esa tradición de lucha. En medio de la diversidad de criterios y contraposición de ideologías y conceptos que tienen lugar en la Universidad, los gremios, la Comunidad universitaria y las autoridades deben sobreponerse a los intereses grupales, y colocar por encima los intereses de la Universidad, para recuperar el respeto que deben tener por los universitarios y por las universidades quienes, en la coyuntura actual, gobiernan el país.

Estamos en un momento crucial de nuestra historia, pues sabemos que gran parte de la responsabilidad recaerá de las Universitarias, y que de ellas dependerá el futuro de la educación venezolana.

Pero, si bien es cierto que de ese debate no debe sustraerse la defensa férrea de nuestros derechos laborales y sociales, también lo es que esa discusión debe estar presidida por valores esenciales para la Responsabilidad Social y la Democracia Universitaria. Repensar y definir la verdadera esencia del ser universitario, la gratuidad, la autonomía, el cogobierno, la libertad de cátedra, la cobertura con calidad y la equidad, la independencia de la Universidad pública del poder político, la pluralidad, la libertad, y la altísima calidad científica y humanística, deben ocupar un lugar privilegiado en estas discusiones.

Pero ello sólo será posible en una institución en donde quepamos todos; en la que los gremios (Académico¸ Estudiantil, Egresados Administrativo y Obrero), en verdadera unidad podamos encontrar los indispensables puntos de coincidencia, al calor de los debates, para cumplir el máximo compromiso institucional de la Universidad: ¡Servirle al país!

*Rector UNET

SC 25-09-2021

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