El próximo gobierno tendrá que promover y liderizar una gran revolución moral en Venezuela.
Siempre hemos tenido corrupción en nuestro país. Sin embargo, en los últimos veinte años la corrupción ha alcanzado niveles escandalosos. Nunca había habido tanta corrupción en Venezuela como la que se ha hecho presente desde que irrumpió el llamado socialismo del siglo XXI.
No se trata solo del bochornoso enriquecimiento de los altos niveles del gobierno, es que la corrupción ha permeado por todo el cuerpo social. Hoy tenemos un país en el que prevalecen las trampas, las comisiones, los abusos, las arbitrariedades, el enriquecimiento ilícito, los atropellos contra la propiedad ajena, la delincuencia y el hamponato.
Venezuela merece otro destino. Los venezolanos merecemos tener gobernantes honestos, líderes correctos, dirigentes respetuosos de los principios morales y figuras públicas ejemplares que se conviertan en ejemplo para las nuevas generaciones.
El problema hay que atacarlo desde tres puntos de vista: En primer lugar, la educación. Hay que educar contra la corrupción. Más importante todavía es que hay que educar a favor de la honestidad, de la rectitud, del respeto al derecho de los demás.
En segundo lugar, hay que ponerle las cosas difíciles a los ladrones. Es importante una reforma de la administración pública para hacer desaparecer todas las instancias que facilitan la corrupción. Podríamos decir que una de las razones por las cuales no hay corrupción en los países escandinavos es que allá la educación enseña a ser correctos y en la administración pública es muy difícil robar. En cambio en Venezuela es muy fácil encontrar mecanismos que facilitan la corrupción como por ejemplo el control de cambios.
Finalmente, hay que castigar a la corrupción y a los corruptos. En Venezuela no hay sanciones para los corruptos. Al contrario, hay reconocimiento público a los que todos sabemos que son corruptos.
En Finlandia no hay corrupción porque la educación enseña desde niños a los ciudadanos que robar es malo. Además porque es muy difícil robar y además, porque si se le ocurre a alguien robar, será descubierto y será sancionado ejemplarmente.
Yo sueño con una Venezuela en la que los ciudadanos y, sobre todo los gobernantes y los líderes, sean honestos, respetuosos de las reglas del juego y conscientes de que los dineros de la nación son sagrados.
Seguiremos conversando.